Eterno Retorno

Friday, February 02, 2018

En Sinaloa a la gente como él le dicen Guachoma : guarura, chofer y mayate. Tampoco es que ande tan errado el concepto, pero a Ricalde no le toca andar aclarando nada, pues ha aprendido el supremo valor del silencio. De él lo menos que se espera es que esté siempre dispuesto a morir por su patrón y que su boca sea una tumba Sebastián no suele quejarse ni externar inconformidad, pero esto del atentado no le está gustando nada. Desde el principio lo consideró una mala idea, una fumada más del pinche Yori quien parece tener la fórmula alquímica para lavarle la cabeza al patrón, pero a él no le toca discutir sino ponerse manos la obra. La consigna, lo tiene bien claro, es que el atentado se cometa en un lugar público, de ser posible atiborrado de gente y a plena luz del día. Su elección es estereotípica a más no poder: Avenida Zuazua, entre Museo Marco y Catedral, minutos después de las 12:00 del mediodía. Los ejecutores serán tres y descargarán dos rifles R-15 y una pistola Golden Eagle sobre la carrocería y los cristales blindados de la Cheyenne. El tiroteo no durará más de 20 segundos y la intención es que los matones escapen. Para dar credibilidad al atentado se ha decidido que haya por lo menos un escolta o un policía muerto aunque la recomendación del Yori es que de preferencia maten a dos. El atentado anterior fue puesto en duda porque habiéndose disparado más de mil balas no se derramó una sola gota de sangre. Román Trejo, inexperto policía estatal recién ingresado a la Fuerza Civil, es el candidato a fungir como víctima, pero él por supuesto no lo sabe ni va a saberlo nunca. Román viajará con su R-15 en la caja de la camioneta, algo totalmente ajeno al protocolo. También se baraja la posibilidad de dispararle alguno de los policías uniformados que irán en la patrulla delantera que fungirá como cabeza del solitario convoy.

Wednesday, January 31, 2018

La alternancia del Alfaguara

1 Desde el año pasado, cuando ganó Ray Lóriga, irrumpió en mi fuero interno una certidumbre: el próximo Premio Alfaguara le toca ganarlo a un mexicano. No le llamo corazonada o intuición. Le llamo lógica y cálculo. México es un mercado editorial demasiado grande y activo como para que el último triunfador haya sido Xavier Velasco hace ya 15 años. En ese sentido el triunfo de Jorge Volpi me parece predecible. 2- El Alfaguara es un premio que suele administrar con cierta equidad a sus ganadores, casi todos autores de la casa. Hay un balance geográfico y temático. En la era moderna del premio, iniciada en 1998, solo una vez ha repetido un país por dos años consecutivos. En 1999 lo ganó Manuel Vicent y en 2000 Clara Sánchez, ambos españoles. Desde entonces siempre hay alternancia entre las nacionalidades y también entre el estilo de los autores. En donde la cosa no ha sido tan equitativa como lo políticamente correcto marca, es en la cuestión de género. Solo cinco triunfos femeninos en 21 años arroja apenas una inequitativa cuarta parte. Ello me lleva a hacer una apuesta que desde ahora firmo: el próximo premio es para una mujer, probablemente latinoamericana, aunque no mexicana. 3- Me llama la atención ver los extremos de la cuerda en cuanto estilos. El premio pasado lo gana Lóriga con una novela a lo Orwell, una típica fantasía post-apocalíptica con su respectivo mundo imaginario en donde rige una artificial felicidad dictatorial controlada por un ojo que todo lo ve. Confieso que me aburrió un poco. Ahora en 2018 Volpi se va al otro extremo con una novela-reportaje sobre Florence Cassez, donde hay nombres propios, fechas, datos. El primer libro descaradamente periodístico del Premio Alfaguara. Obviamente vendrá la comparación con Capote o con el líder actual e indiscutible de la tendencia que es Emmanuel Carrère. Ojalá que a la hora de las comparaciones alguien se acuerde también de Rodolfo Walsh. 4- No soy ni he sido nunca seguidor de Jorge Volpi ni está entre mis autores de cabecera, pero reconozco en él a un narrador muy chambeador, que se toma muy en serio su carrera y que parece entrarle con más o menos buena fortuna a casi todos los géneros y subgéneros. Ahora se la jugó con algo que en él es nuevo, o al menos no lo había visto escribir novela de ese estilo. ¿Habrá sido capaz Volpi de escribir algo a la altura de Noticia de un secuestro o Soldados de Salamina? Experiencia tiene. De joven trabajó en la PGJE del DF. 5-Los dos premios Alfaguara que más he disfrutado como lector han sido El ruido de las cosas al caer de Juan Gabriel Vásquez y El vuelo de la Reina de Tomás Eloy Martínez. PD-Por si estaban con la duda, nunca en mi vida me he inscrito al Alfaguara. Mi primera regla para inscribirme a un certamen es tener posibilidades reales de ganarlo y en los premios de monstruos editoriales rigen otras reglas, aunque tampoco digo de esta agua no beberé.

Tuesday, January 30, 2018

Ni la paternidad ni el Apocalipsis resultan ser tan potentes como la modorra inducida que te aplasta esta mañana. Acaso tus recién nacidas gemelitas podrían dejar de respirar en sus cunas y América entera arder bajo un enjambre de aeronaves suicidas sin que tú dejaras de roncar. Cuando el Boeing 767 de United Airlines impacta en la torre sur del World Trade Center, yaces despatarrado en el sillón de tu sala, inmerso en tu primer sueño profundo de septiembre. Cediste a la tentación de tomar medio barbitúrico poco antes del amanecer, cuando las dos bebés dejaron por fin de llorar y consumaron el milagro de un sueño compartido. La pastilla cumplió con noquearte y para cuando la primera torre fue impactada, tú estabas en un estado parecido a la total inconciencia. Pasados 17 minutos, cuando el segundo avión se estrella, los gritos de tu suegra y el ring del teléfono taladran alguna zona de tu cerebro.

Monday, January 29, 2018

“Lo que el fuego se llevó” o “La Historia que perdimos en la lumbre” podrían ser buenos títulos para una hipotética crónica negra donde se narre todo lo que las llamas han consumido en Tijuana. Lo extraño es que la lumbre tiene un caprichoso sentido de la puntualidad en esta ciudad. Las flamas suelen irrumpir en momentos decisivos e irremediablemente dan lugar a sospechas. El mítico Tijuana Fair, el primer edificio tijuanense que apostó por una arquitectura espectacular, con torres de ocho metros de altura que podían ser vistas desde Estados Unidos, fue sospechosamente consumido por el fuego en 1920, justamente cuando el primer zar del juego en la ciudad, Antonio Elosúa, sostenía un severo enfrentamiento contra el siniestro gobernador del territorio, el mafioso Esteban Cantú. Sobre las ruinas carbonizadas del Tijuana Fair se construyó el viejo Palacio Municipal. Las llamas también se llevaron el Foreign Club en 1935, justo cuando Lázaro Cárdenas emprendía su cruzada contra los juegos de azar. La noche 5 de agosto de 1971, el endeudado hipódromo de Juan Salvatore Alessio fue consumido por un devastador y sospechoso incendio del que por fortuna se salvaron 400 galgos. La lumbre siempre ha hecho de las suyas. Desde el incendio que consumió una cuadra del antiguo centro en 1921 hasta la tragedia de la Navidad del 50 protagonizada por un pleito de pandillas. Las ruinas de Pinturas Calette ardieron el 17 de febrero de 2003 y ahora el desahuciado Chiki Jai casi se une a la lista. Tijuana es una urbe que se devora e incinera a sí misma. Una ciudad que pese a su juventud, apenas conserva vestigios de su pasado. Tijuana es siempre mítica e incierta porque no hay arqueología que rinda testimonio de su existencia. Tijuana es una ciudad del aquí y el ahora que suele arrasar con sus reliquias. La Tijuana de mi nostalgia es una ciudad que ya no existe, aunque a menudo me pregunto si alguna vez existió, dijo Federico Campbell. Cuánta razón tiene