Eterno Retorno

Monday, January 08, 2018

Puedo imaginarlo perfectamente como un personaje de Roberto Bolaño en La literatura nazi en América. He llegado a creer que fue él quien inspiró el libro. Es obvio que el chileno tuvo conocimiento de la existencia de su obra y curioso y bibliófilo como era (además de aficionado a la historia militar) no es para nada descartable que Bolañito haya leído Derrota mundial durante sus correrías infrarrealistas. Filias y fobias aparte, lo cierto es que como personaje literario las posibilidades de Salvador Borrego son vastísimas. Un escritor con malicia e imaginación podría sacarle harta tajada a su figura. Su condición de profeta para una pequeña pero combativa cofradía y la autoría de una obra seminal y proscrita como Derrota mundial, lo colocan en los márgenes y en una atípica forma de subversión. Sus casi 103 años de vida, sus 58 libros y sus más de 250 ediciones abonan a la leyenda. Me llama mucho la atención ver que sus obras suelen ser distribuidas en ferias por los puestos que venden textos sensacionalistas sobre ovnis, profecías y enigmas. El horroroso y anacrónico diseño editorial de la mayoría de sus libros, lo emparenta en el envoltorio con toneladas de chatarra en donde se mezclan templarios, faraones egipcios y extraterrestres. La gran paradoja, es que dejando de lado sus filias nazis y su catolicismo radical, la visión del mundo de Salvador Borrego y su conspirafobia es casi idéntica a la de millones de chairos. Aunque con orígenes en apariencia contrastantes, al final del camino la cosmovisión de un Salvador Borrego o de un Eduardo Galeano coincide en imaginar siniestras conspiraciones supra-capitalistas en Washington y Nueva York que pretenden debilitar soberanías latinoamericanas, destruir nuestros valores culturales e imponer la dictadura del dinero y el libre mercado. Podríamos verlos como los irreconciliables extremos de una cuerda, pero los pocos filonazis catolicones de Borrego y los millones de chairos lectores de Galeano y similares tienen enemigos comunes a los que odian con vehemencia: la globalización, el neoliberalismo, el capitalismo mundial y todo lo que huela a Tío Sam. Al final de cuentas no son tan distintos. Se quieren y no son novios.