Eterno Retorno

Saturday, January 06, 2018

Arde la flama universitaria

Amanece el primer Sabbath del año y los Reyes Magos me han traído de sorpresa estas páginas de la revista Flama de la UANL. Gracias a Rubén Hipólito por compartirla, porque si no, nomás no me entero. Gracias a Guillermo Jaramillo por la entrevista y a Pablo Cuellar por las fotos. Largo y tendido platiqué con mis amigos de la U durante la FIL de Monterrey y este es el resultado. Gracias colegas. Tiempo de alimentar el fuego para que la Flama arda (o parafraseando a Black Sabbath: Watch those Flames get higher and higher).

Thursday, January 04, 2018

Rehabilitarme, controlarme, amarrarme las manos ¿Será posible?

Uno de mis propósitos para el 2018 es moderar al extremo mi adquisición de nuevos libros. A priori parece un proyecto condenado al fracaso como las dietas u otras utopías de enmienda, pero aunque conozco mis debilidades y la pata de la que cojeo, se vale morir en el intento. No es sencillo rehabilitarme, pero al menos la intención existe. El problema es únicamente de espacio. El cuarto destinado a almacenar libros (al que siendo benévolos podríamos llamar estudio, por llamarlo de alguna forma) es el mismo desde hace años. El problema es que en esos tres lustros han entrado a casa miles de libros y aunque han salido algunos cientos, siempre son muchos más los que entran. Actualmente hay dentro de esta casa alrededor de 4 mil libros y mi única conclusión es que toda biblioteca es una divina utopía. Aún si a partir de este momento se cerrara para siempre la pepena de nuevos libros, me tardaría unos dos o tres años en leer todos los ejemplares que nunca he leído y que desde hace tiempo ocupan un lugar en mi librero sometidos a la vana esperanza de ser leídos en un mañana eternamente postergado. Los libros no leídos deben rivalizar no solo con novedades y nuevas adquisiciones, sino con mis compulsivas relecturas de textos del pasado. Rehabilitarme, controlarme, amarrarme las manos ¿Será posible?

Wednesday, January 03, 2018

La sinfonía de los últimos alientos

La luna invernal se esconde bajo este cielo aborregado. Es el cielo ideal para cualquier relato de transformación licantrópica. Un cielo de aquelarre y vuelo de brujas, aunque nuestras tijuanenses pesadillas sean mucho más terrenales y nuestros monstruos vivan entre nosotros. ¿Un cielo de relato gótico? No, en realidad es el cielo noir que mirarán por última vez los que van a morir esta noche. Si nuestro fatal promedio se mantiene, aproximadamente cinco personas que en este momento respiran, piensan, beben, cogen, temen o alucinan van a estar muertas en las próximas horas. En 2017 asesinaron en Tijuana a 1746 personas. En el primer día del 2018 asesinaron a seis. En dos días y medio ya suman veinte. Comienza el desfile de los muertos sin nombre y sin historia. Los muertos condenados a no ser tema. Los muertos de mañana quienes hoy ya son el olvido que serán. Los infiernos individuales que en silencio arden bajo este manto oscuro; los destinos entrecruzados en callejones que desembocan en ninguna parte. Entre la niebla de enero se diluirá el humo de las armas y el destello de las torretas iluminará charcos rojos en el pavimento. Los nombres en clave escupidos por la radiofrecuencia quebrarán el silencio y a la vuelta de la esquina en tinieblas irrumpirá el narcocorrido alterado entre estertores, mentadas de madre y últimos alientos. La sinfonía de los últimos alientos; la canción de nuestras calles. Es el ruido, es la furia.

Tuesday, January 02, 2018

Sacar sangre de la piedra

Más de una vez he hablado de historias que exigen ser escritas y se apoderan de ti como fantasmas latosos. Si no te pones manos a la obra, la historia se dará a la tarea de estarte chingando a cada momento y por la noche se meterá a tus sueños y te jalará las patas como ánima en pena o espíritu chocarrero. He querido creerlo y me he cansado de perorarlo pero aquí entre nos te lo digo: es una puta patraña. Esas historias que andan de ofrecidas suelen ser unas viles calientabraguetas. Irrumpen y se juran plenas, fantásticas y enteramente disponibles. “Yo ya estoy escrita en tu cabeza”, te dicen las muy alcahuetas. “Solo debes traducirme en palabra y liberarme en el papel”. Así de entrada siempre parece muy fácil. Después de todo sólo debes transcribir lo que ya ha tomado plena forma en tu interior. Es tan sencillo, un pan comido. “Ajá, cómo no”. Sólo intenta comenzar, atina a eructar la primera frase para sentirte el non plus ultra del absurdo. En el momento de teclear las primeras letras, la muy casquivana y calientahuevos se volverá de humo, una criatura inasible y si acaso llegas a tocarla será en tus manos como un molusco embarrado de mantequilla. Resbalará, se te caerá al piso y huirá corriendo. ¿Eras dueño de esa historia? Ni madres. Nunca fue tuya. En tu inventario tan solo queda ordinaria palabrería y cualquier párrafo derramado sonará soso, ridículo, condenado a perecer en vía muerta, a ser un embrión sin otro futuro que el legrado, un viajero en el bulevar de la narrativa nonata, un huésped privilegiado de la Biblioteca Brautigan. ¿Los libros exigen ser escritos? Eso decía yo, pero les mentí. Villoro es quien tiene razón. Lo leí anoche en La utilidad del deseo: “El primer aprendizaje de un autor es que los libros no quieren ser escritos. Se resisten, sacan las uñas, muerden. Este rechazo repele pero también cautiva. Nada más placentero a fin de cuentas que lo conquistado con dificultad”. Pues sí, nada errado que anda Juan. En esos menesteres me encuentro. Nadie habla de la esterilidad de estos combates, de historias rejegas y huidizas como lagartijas. Cuando crees haberlas sujetado resulta que la lagartija corre muy lejos de ti y tú te has quedado con su cola en la mano. Se resisten, no se dejan, te chupan todo vestigio de energía y entusiasmo. Llevas dos horas frente al teclado y en la canasta de la cosecha tienes apenas 400 palabras que te resultan patéticas y borrarás de tajo. ¿La escritura es liberadora? ¿La escritura es éxtasis y plenitud? Mmmm. No digo que no pueda llegar a serlo, pero de entrada es una carrera de resistencia, una desgastante sesión de boxeo contra una pera muy dura. Pégale, túpele hasta que los nudillos queden en carne viva. Cierra el puño, aprieta los dientes, vuelve a pegar, suda, pega, borra, comienza de nuevo. Ya sacarás sangre de la roca.

Monday, January 01, 2018

Enebryo Energúmeno Enemistoso Enerrante

Fatal conciencia de los ciclos. La vida se reduce a unas cuantas repeticiones y el 1 de enero lo espeta con brutal desparpajo. Moler el grano del café, hervir el agua, jurar que la mañana no solo arrastra percudidas sábanas de nubes, que el nuevo día es un desparrame de mil y un colas de cetáceos rebosantes de historias por narrar. Mi mano sosteniendo el molinito electrico, la cuchara desafiando la negritud del potaje, la cuarta taza del año hirviendo entre cúpulas praguenses de caricatura. Luna Bohemia, deformes estrellas de chamaquito impresionista. Praha I was there. Volver a la tacita de antaño es el primer síntoma de cambio, todo para comprobar que el 1 de enero es obsesivamente fiel a sí mismo. Las primeras horas del año escupen con descaro el mimetismo del Eterno Retorno, la clonación de una existencia ecuatorial, la voluntad de creer en nuevos comienzos. Empezar de cero, inmaculado y sin gol en contra. Al menos por unos segundos Tijuana podrá presumir cero homicidios en el año, pero al momento de escribir estas palabras debe sumar varios. La primera sangre, los primeros gritos, el despelleje del absurdo negándose a sí mismo. La eterna intentona de control y moderación, la patraña de no ceder a la viciosa pachorra, de contener la gula y el teporochesco afán. Leer con orden y materializer en párrafos publicables cada minuto frente a la pantalla. Asesinar calorías y compulsivas siestas. Encerrar en una jaula al perro cuervo de la dispersión e invocar pequeñas muertes que al menos superen en frecuencia a las tormentas de nieve en la Laguna Salada. Ser volcancito en perpétua erupción, leer a Calasso y a Levrero, teclear por vez primera el orden exacto de las letras que forman una palabra nunca antes escrita, poner un candado a mi compulsión por expresiones tales como “pepenar, yaciente, mil y un, canija, aferre, aleatoriedad, desparrame, desbarrancadero, Bartleby, Tigre, Whisky, prófugo, furtivo, furtividad, abismal vacío, duermevela”. Limitado inventario de palabrería el mío. Leer a Sada y a Falco, Narrativas de alto riesgo y el Lautaro de Gardea y el Short Cuts de Carver. Novelar, como el Detective Acuario, las falsas teorías sobre mí mismo y proceder con Juan al reparto de utilidades del siempre furtivo deseo (pero se supone que ya no iba a escribir furtivo y furtividad) Componer una balada para el quinto café tibio con tendencia a helado quien pese a a sus lágrimas me jura no estar triste como el de Carson. Leer las seis propuestas millennial de Calvino y poner una zanahoria sobre el desnarizado muñeco de Nesbo. El nuevo thriller escandinavo hablará sobre el mono de nieve que resiste sin derretirse en medio de la carretera a San Luis Río Colorado. Sobre esas cosas, (y también sobre un vampírico trava gordinflón e inválido) voy a jurar escribir, pero tú y yo sabremos que no lo hare nunca. La nonata narrativa los dejará esperando una vez más, Penelopeada en la estación por donde el tren del idilio y el Carpe Diem pasó hace tantísimos ayeres.

Sunday, December 31, 2017

Soy el viajero durmiente, el errabundo de un almohadón sudado, el trotamundos de la zona profunda de la madrugada, el indocumentado que sin pasaporte vuela hacia el final de la noche. Hace unas horas fue Beijing y por herencia me queda una avenida ancha y una caminata alegre. Sé que estuve una semana y que al final del día me aguardaban hangares de bicéfalas aeronaves. El néctar de mis vagancias es la construcción de su posterior relato, las deformes ficciones que brotarán cuando jure y confiese haber desandado tantos mares. Son las sábanas mojadas, son los dientes de la noche.