Eterno Retorno

Monday, January 16, 2017

Haré como que estoy sentado en el diván del psicoanalista que jamás he visitado y le hablaré de mis primeras tentativas escriturales. Dado que en teoría pago por ello, el discípulo de Freud tendrá que chutarse enteras las historias de mis primeros naufragios literarios que han sido todos, o casi todos. La dispersión y el texto mocho han sido mi mayor ritual de perseverancia. Mi relación con la escritura ha sido bizarra, contradictoria, acaso mórbida. Siempre he tenido una necesidad real de escribir, un impulso que ha brotado natural desde mi temprana infancia. No voy a caer en el ridículo de hablar de predestinaciones, pero lo cierto es que quise escribir desde antes de intuir que en el mundo existe la figura del escritor asociada a cierta aura de extravagancia e independencia, o (peor aún) de reconocimiento social. Durante muchos años escribí por escribir, por el puro y llano placer de hacerlo, sin siquiera esperar o considerar compartir mis textos con alguien. No esperaba ser publicado y ni siquiera leído. El fin de la escritura yacía en la escritura misma. Escribí algunos cuentos y tentativas que las más de las veces no llegaban a nada. Recuerdo alguna tentativa a lo Emilio Salgari de un barco perdido a perpetuidad en altamar donde se desarrollaba una suerte de colonia. Recuerdo una historia de un mago que huía de su pueblo, de un rey vanidoso que ambicionaba la inmortalidad y se obsesionaba con las cicatrices de la varicela (" se fue al cielo" fue la última frase); de una casa embrujada en Villa de García donde habitaba Doña Elvira. El gótico del adobe, muertas enamoradas entre norteñas polvaredas. Siendo aún más joven, a los seis o siete años pensé que era tiempo de escribir mi autobiografía. Comencé en un cuaderno azul de marca “Colonial”. Magra portada color azul con una fuente o un arco, papel delgadito, desmoronamiento en ciernes. Escribí tres hojas. A en mi primer año de primaria, viviendo aún en casa de mis abuelos, creí tener una vida lo suficientemente larga e intensa para ser narrada. Codiciadas y escandalosas revelaciones por las que cualquier editor mataría.