Eterno Retorno

Thursday, September 01, 2016

Dado que yo no conocí en mi infancia sombra sino resolana al pie de la higuera hojosa, me emociona esta aleatoria vecindad del ventarrón santaaneroso con don Alfonso Reyes en el mural del Cecut. Este día el Centro Cultural Tijuana ha colocado en su vitrina el calendario de septiembre y el tigrito santaanero yace a un lado del regiomontano universal. Gracias a Pedro Ochoa Palacio y a su equipo por incluirlo. El viento ya está soplando y el tigre afiló las zarpas. Nos vemos el siete a las siete.

Encarnado en mi papel de Hamlet hablé con un cráneo cuya circunferencia cabía en la palma de mi mano. Fui un profanador de tumbas tropicales, un pepenador de huesos bajo platanares, algo podrido en Dinamarca entre pajarería bullanguera y coatíes. Dialogué con mi calavera y pronto tuve plena conciencia de estar hablando con un niño. (más ardiente que el sol, más oscuro que la media noche). La idea de una metrópoli elevada cuyos habitantes no pisen nunca el suelo, irrumpe como calmante o exorcismo en medio de la atmósfera pesadillesca. El mal y la podredumbre –lo tiene cada vez más claro- yacen en el suelo. Sólo en las alturas se puede aspirar a la pureza.

Monday, August 29, 2016

Irrumpieron en primavera, han soplado todo el verano y aunque han dejado la región sembrada de presagios e incendios, lo cierto es que la luz de agosto está a punto de exiliarse y a la fecha los Vientos no han sido formalmente presentados. Así las cosas, el ventarrón soplará el miércoles 7 de septiembre en el Cecut. El ojo del huracán será la sala Federico Campbell. Acompáñenos a volar con esta ventisca santaanerosa.

Sunday, August 28, 2016

No cualquier día de San Agustín se levanta uno, bebe su café y se encuentra con esta doble reseña en Identidad. He dicho que el vicio de contar historias me ha dejado por herencia un arsenal de gratitud, pero ahora sí mis colegas se han volado la barda. Escritores por los que siento una franca admiración profesional han tenido el gran detalle de escribir sobre mi trabajo. Jorge Ruiz-Duenas comparte las impresiones de su lectura de Vientos de Santa Ana y lleva al papel las palabras que por sorpresa irrumpieron en la noche del Franz Praga. Y José Salvador Ruiz comenta Dispárenme como a Blancornelas y el cuento Corona de Muerto que se publicará a la brevedad en el libro Días de whisky malo. Para acabar de coronar esta doble plana, se incluye una frase del gran Vicente Alfonso. Mi gratitud total con ustedes colegas y por supuesto con Jaime Cháidez Bonilla, quien se dio a la tarea de reunirlos en estas páginas y darme, una vez más, la gran sorpresa. En el arsenal de mi gratitud, el suplemento fundado por el profesor Vizcaíno tiene y tendrá siempre un lugar especial pues desde hace años ha apoyado mi trabajo. La portada, por cierto, dedicada a los Códigos urbanos del genial Lorenzana. Mi abuelo solía festejar en grande el día de San Agustín y el 28 de agosto era de manteles largos en la familia Basave. Creo que este domingo yo tengo motivos de sobra para seguir con la tradición. Salud.

Nuestras duermevelas son territorio de dos o tres sueños tercos y aferrados que cada cierto tiempo retornan a visitarnos con mínimas variaciones en el disfraz. En mi caso el huésped onírico recurrente son los cetáceos. Torsos, colas y aletas emergiendo de oceánicos abismos pueblan mis madrugadas. Ello ha dado como resultado que mis reales (y no poco frecuentes) avistamientos de delfines en este Pacífico tan rejego se confundan a menudo con las visitaciones de Morfeo. Quizá por ello la lectura de este alucinante Tiempo de Ballenas (que por cierto he estado leyendo de madrugada) se ha diluido con las bestias marinas que pueblan mi subconsciente. Desde muy chico me subí al Pequod con Ahab e Ismael, pero confieso que jamás imaginé que a una ballena se le pudiera extraer tantísimo aceite literario como el que Jorge Ruiz-Duenas derrocha en este libro. ¿Un ensayo poético sobre los cetáceos? Sí, y vaya ensayo. Aquí hay zoología, lírica, mitología, bestiario medieval y testimonio de ese navegante de mil y un mares y libros que ha sido Jorge. La herencia del Reino de las Islas no se agota. Del Leviatán hebreo al Behemot egipcio pasando por el vientre del Gran Pez que tragó a Jonás para llegar a Moby Dick y a la bestia que albergó a Pinocho y sus mentiras, la ballena es huésped recurrente de nuestra mitología. Plinio El Viejo e Isidoro de Sevilla hablaron de dragones de los mares y Simbad supo de islotes capaces de cobrar vida al calor de una fogata marinera; hoy nosotros vamos a la caza del mejor selfie en laguna Ojo de Liebre. En estas páginas tan bellamente ilustradas viajamos de los helados mares de Noruega e Islandia a los archipiélagos nipones. De la lectura del Génesis arribamos a los manifiestos de Green Peace haciendo esquina en los parlamentos de Melville en Mazatlán de Quirarte y Los trabajos de la ballena de Eraclio Zepeda. Y así, como no queriendo la cosa, la ballena se coló a banderas y escudos de armas y hoy es símbolo de Baja California y el País Vasco (y Euskadi y nuestra península tienen no poco significado en mi camino de vida) La omnipresencia del cetáceo no está en duda pero Jorge se ha encargado de transformarla en pura orfebrería de pulcrísimo prosista. Hoy no tengo duda: Las últimas noches del verano serán Tiempo de Ballenas.