Eterno Retorno

Saturday, January 16, 2016

Recuerdas el vinilo de Mercyful Fate sonando en el tornamesa. ¿Era Come to the Sabbath o Melissa? At the Graves o Never Ending Hill? Sonaba el vinilo. Los alcahuetos espectros cumplían con ser arena entre los dedos, sombras de duermevela. ? Furtividad bajo palabra. Ocultar un salero y arrojarlo al otro lado de la casa de los Milmo. ¿O acaso ocultaba un encendedor en la capillita azul? La barda se derrumba. La casa de los Milmo es esencia pura Them. Welcome Home. Alguien me contempla desde otro lado de la barda.

Antes de la luz y la vigilancia llegaron las licorerías de ventana siempre abierta y las tienditas de droga. Llegaron las iglesias evangélicas con sus promesas de redención y llegaron las peroratas de algunos candidatos que nunca más volvieron a ensuciarse las suelas en el lodo. Llegaron las pandillas y llegó el grafiti, los tiradores de curas de cristal y heroína y los infaltables teporochitos de esquina. Llegaron las peleas, la justicia por mano propia, la ley del ojo por ojo y la sangre como ritual de vida diaria.

Thursday, January 14, 2016

En plena cacería de conceptos para un ensayo en fase de semilla embrionaria, me he sumergido en los últimos días en Metafísica de la Muerte de Agustín Basave y de repente reparo en que hoy se cumple una década de su partida. Diez años sin mi Abuelo. La vida parece correr con demasiada prisa. Su herencia es eterna y en cada relectura descubro, aún con más intensidad, a un verdadero enamorado de la sabiduría. En la oscurísima noche invernal de ese 14 de enero de 2006 escribí estas palabras: “Hoy me dedico a recordar al hombre que jamás me negó su tiempo para escucharme y aconsejarme, al que acompañaba a cruzar caminando el puente Miravalle rumbo a la Iglesia de Fátima, al que me llevaba al futbol, al que me enseño el Quijote y la Divina Comedia, que me regaló libros y que siempre me exhortó a buscar la plena realización vocacional. Tomo en mis manos sus libros, leo sus dedicatorias en la primera página y en todos coincide en expresar su deseo por mi plena realización vocacional. Aún en los últimos días esas fueron sus palabras hacia mí: “¿Sientes que estás cumpliendo tu vocación?” Me hubiera partido el alma responderle la verdad, decirle no, no la he encontrado ni la he cumplido. También podría decirle que me siento más sólo que nunca ¿Cómo puedes sentirte cuando te falta aquel que ha construido lo poco que eres? ¿A dónde ir cuando se apagó la luz del faro que trazó tu ruta de navegación en la existencia? Hay personas a las que amas. Otras, muy pocas, a las que te debes en todo tu ser. Hay personas que con su sola presencia definieron tu camino, aunque al final, hayas acabado por errarlo” Diez años han transcurrido, pero al menos hoy puedo responderle “Sí, sigo mi vocación”. Tardé muchísimo, pero creo que esas palabras finales me impulsaron a dar el salto en el que aún estoy inmerso.

Wednesday, January 13, 2016

La conspirafobia es inherente al navegante de redes sociales. Tal vez el trauma de haber vivido por décadas sometidos a un férreo control de la información y tener que tragar verdades oficiales como dogmas de fe nos ha transformado en una nación de conspirafóbicos. La premisa parece ser que la verdad oficial es necesariamente manipulada y los actos de gobierno un montaje. Basta que una autoridad genere alguna información para que en automático desconfiemos de ella. Cierto, en México tenemos razones de sobra para desconfiar del gobierno, pero lo cierto es que la nación conspirafóbica está llegando a extremos cómicos. En su afán de ver juegos ocultos y moros con tranchete en cada acto gubernamental, el conspirafóbico acaba tejiendo teorías fantasiosas e inverosímiles. Si la manipulación informativa del gobierno es un insulto a la inteligencia, las teorías conspirativas acaban convirtiéndose en una fumada a la que cuesta demasiado poder tomar en serio. Para un conspirafóbico promedio México es como una gran Mátrix en donde todos vivimos engañados por recurrentes distractores y cortinas de humo mientras seres siniestros entre los cuales siempre está Salinas de Gortari, Estados Unidos y las compañías multinacionales, urden siniestros planes en las tinieblas. Cierto, vale la pena dudar y desconfiar, pero el conspirafóbico promedio de Facebook no es muy afecto a la objetividad y a los sustentos periodísticos sólidos.

Tuesday, January 12, 2016

Era un anticristo mofletudo y pecoso, con rulos de principito y ojos de charco, pero así y todo era un hijo de puta. En realidad, para no restar méritos a Hollywood, diré que era el Demian morrito de La Profecía. Al parecer la bestia infantil andaba por los rumbos de la sala de mi casa y se reunía a departir con un bonachón y hasta inocente niño dios que de inmediato captaba su esencia diabólica mientras alucinaba transformaciones en seres grotescos estilo cuadro del Bosco y mi corazón acelerado tomaba la ruta de los monstruos de duermevela. El horror yacía en la mirada. A medio camino entre la payasada, la faramalla y la hijoeputez, se revolcaba en charcos con un ropón que se pretendía túnica romana. Rala barba de candado, rostro inflado de borracho, sed de lucimiento y entrevero. Recuerdo floretes y estiletos tirados en el suelo. La calle donde nos enfrentaríamos, de eso no tengo duda, estaba atrás del Museo del Chopo y aunque el tipejo acababa por dar lástima arrastrado en el fango, yo rehuía la pelea y le proponía un ridículo pacto de caballeros. Ya no supe si se animó a tirar el primer chingazo.

Monday, January 11, 2016

El ataúd de arena donde yace Bancalari Por Daniel Salinas Basave

La ciudad de La Paz nos narra la historia de su propio poeta maldito, heredero de la estirpe de Lautreamont y Mario Santiago Papasquiaro. Un poeta precoz, delirante y aferrado, con prisa por arrojarse al abismo. Su nombre es Víctor Bancalari y murió hace más de dos décadas, a los 35 años de edad. Confieso que nada sabía yo de Bancalari y su obra hasta que en el pasado Festival de Literatura del Noroeste, Sandino Gámez nos compartió el recién editado volumen Sin nada Víctor tú estás. Este libro, editado por el Instituto Sudcaliforniano de Cultura con el apoyo de Antonio Sequera Meza, albacea literario de Bancalari, reúne poemas, narraciones y críticas del Rimbaud paceño y funge como una suerte de herencia tardía de un creador al que la vida parecía arderle. Además de poemas y relatos breves, el compilado incluye una entrevista ficticia e incluso los fragmentos de dos infructuosas intentonas de novela. No faltan tampoco ácidas críticas a la burocracia cultural y no pocos dardos envenenados contra políticos de su entidad. Hay crónicas urbanas, párrafos que coquetean con el aforismo y claro, unas cuantas estrofas dedicadas a su poeta-espejo e ineludible punto de referencia, Arthur Rimbaud. Sin nada Jean Arthur tú estás, concluye Víctor, sin intuir que el epitafio nombraría su libro póstumo, publicado 20 años después de su muerte. Con la errante mirada de quien vuela en otros mundos y dueño de una delgadez que rayaba en lo enfermizo, Bancalari pareció empeñado en representar paso por paso el modelo de vida que uno espera de un creador con vocación de ángel caído. Hijo de una familia de la clase alta paceña, Víctor creció en una vieja casona en las calles de Bravo y Serdán. Amante de la cultura romana, compulsivo lector de Wilde y de Borges y explorador de la noche peninsular, Bancalari construyó sin quererlo su propio personaje de ficción. En desorden leo el libro que me ha dado Sandino y encuentro una obra precoz, compulsiva, desordenada, escrita con el atropello de quien tiene apuro y sabe que no hay demasiado tiempo. Una obra por momentos inocentona, que en algunos párrafos apesta a espíritu adolescente y que en otros parece decidida en demostrar que más allá del delirio hay una buena dosis de erudición y un respetable kilometraje de lecturas. Más allá de la vocación errabunda, descubro en Bancalari a un conocedor de historia antigua y literatura clásica. El mejor libro del escritor que muere joven es la historia de lo que pudo haber sido, la eterna interrogante sobre la tinta que esa pluma pudo desparramar si le hubiera sido dado vivir más años. Los amigos se dan a la tarea de recoger papeles dispersos, diarios garabateados y poemas de servilleta para editar la obra completa de la promesa incumplida y empezar a construir su leyenda. El sueño de su sinrazón produjo monstruos: un pterodáctilo borracho llamado Ibor habita en las cúpulas del Kremlin y deleita a los zares; un gran pez devora una campana de cristal con un obispo-buzo dentro y una niebla pestilente cierra sus pestañas blancas. Ataúdes de arena, dioses que escupen cada tres pasos, viejos ídolos transparentes, agua podrida. Es mejor consumirse que dormir oxidado, dice Neil Young y Bancalari parece haber seguido al pie de la letra el mantra.

Sunday, January 10, 2016

Un Melmoth revolucionario

Si tuviéramos que elegir un epitafio para grabar en la tumba del Siglo XX, Luis Cabrera podría prestarnos una frase: “la Revolución, como Cronos, se comió a sus hijos”. Ignoro si el intelectual del constitucionalismo pretendió jugar al Nostradamus, pero lo cierto es que las revoluciones acabaron por devorar a sus hijos, a sus padres y sobre todo a sus creyentes. Si la revolución generó en México una épica popular entronizada por Azuela, Muñoz y Urquizo , el naufragio del sueño y su irremediable prostitución ha hecho germinar obras de superior manufactura. Los relámpagos de agosto de Ibargüengoitia es la piedra fundacional de una satírica narrativa del desencanto revolucionario que en tiempos recientes ha hecho brotar novelas como El museo de la revolución de Martín Kohan o La lotería de San Jorge de Álvaro Uribe. A esta familia pertenece Será mañana. La eterna pesadilla de la revolución del mexicano Federico Guzmán Rubio, publicada en Buenos Aires por editorial Momofuku y en España por Lengua de Trapo. Si quisiéramos encarnar en una obra y un personaje la utopía insurgente del Siglo pasado teniendo el Revolution de The Beatles como música de fondo, ahí está la novela de Guzmán y su genial personaje, Barrunte. Si algunos narradores recurren a repúblicas ficticias para caricaturizar el derrumbe de las revolucionarias lunas de miel, Federico apuesta por encarnarlo en un solo personaje, una suerte de Dorian Gray de la insurgencia. Producto del pasional amasiato entre una soldadera revolucionaria yaqui y un anarquista ruso, Barrunte es concebido el 4 de diciembre de 1914 sobre una trajinera de Xochimilco, mientras villistas y zapatistas dominan la Ciudad de México. Tan alta es la temperatura del revolcón en la trajinera nupcial, que la embarcación se mueve sola por los canales mientras la pareja revolucionaria se ayunta y concibe a su cachorro. Si John Reed fue el testigo privilegiado de la División del Norte y la Revolución Bolchevique, Barrunte será testigo de mil y un idilios devenidos en crepúsculo: la infaltable y prototípica Cuba de Castro y el Che; los guerrilleros argelinos; los republicanos irlandeses; los Montoneros argentinos y los sandinistas nicaragüenses. Para poder mantener su pacto fáustico de juventud e inmortalidad, Barrunte requiere estar encendiendo chispas revolucionarias o de lo contrario envejecerá. Cruel metáfora del Siglo XX. El resultado es que el Dorian Gray revolucionario poco a poco empieza a parecerse a Melmoth El Errabundo, un personaje que carga su inmortalidad como un lastre porque llegado el Siglo XXI la revolución parece transformarse en un objeto vintage, un suvenir pintoresco y chic como una camiseta del Che en marca de diseñador . La genial frase de apertura encarna el dilema del guerrillero con una lacerante duda existencial: ¿Matar al rey o tomarse una cerveza? Federico posee un atípico sentido del humor y una malicia narrativa poco común en una primera novela. Quizá una odiosa comparación podría remitirme al tapatío Juan Pablo Villalobos. Será mañana es uno de los secretos mejor guardados de la narrativa mexicana contemporánea. Leído y reseñado por colegas argentinos y españoles, no lo veo en las predecibles listas decembrinas de las mejores novelas mexicanas, que parecen aferradas a darse “copy paste” repitiendo títulos y autores. Barrunte desnuda y disecciona el idilio revolucionario y aunque la conclusión podría ser el “cuánto plomo mal gastado” de los punketos vizcaínos de Eskorbuto, lo cierto es que al final de la burla, la semilla y la razón de ser de la pesadilla revolucionaria siguen estando vigentes. Acaso entre matar al rey y tomarse una cerveza, aún siga siendo más digno optar por la primera alternativa.