Eterno Retorno

Thursday, November 10, 2016

Aunque en el pasado he cometido algunos actos de barbarie, he intentado - en la medida de lo posible- no escribir poesía después de Auschwitz. Por ello le he mandado preguntar a Theodor Adorno si no le parece el non plus ultra de lo bárbaro e inconsciente invitar a una presentación libresca después del triunfo de Trump. Sí, ya sé que el horno no está para bollos y el ánimo en la frontera no es el mejor, pero resulta que en estas horas aciagas le he dado la bienvenida a mi nuevo libro y lo voy a presentar en sociedad. Hoy a las 5:30 de la tarde, Martín Camps y yo presentaremos El lobo en su hora. La frontera narrativa de Federico Campbell, prologado por el gran Élmer Mendoza. Este libro, que el año pasado se ganó el premio Bellas Artes José Revueltas, es la relectura de uno de los escritores cuya obra más ha influenciado e inspirado mi trabajo, el único capaz de deslizarse con maestría en el misterioso umbral que separa el conflictivo matrimonio entre periodismo y literatura. Conforme pasa el tiempo reparo con mayor claridad en lo mucho que le debo al ejemplo de Federico Campbell. Mi novela Vientos de Santa Ana no se explicaría sin su influencia. El libro lo presentamos (por supuesto) en la sala Federico Campbell del Cecut en el marco del Felino. Me hubiera gustado trabajar con más tiempo esta invitación y lo deseable sería no estar tan ofuscado por el suicidio político del vecino, pero El lobo en su hora ya está aquí y es tiempo de presentarlo. Hace unas horas he recibido mi primer ejemplar y esta tarde quiero compartirlo con ustedes. PD- Otro detalle más sobre este ensayo: además del prólogo que tan generosamente escribió Élmer, El lobo en su hora es el primero (y probablemente vaya a ser el único) de mis libros en donde funjo como fotógrafo. La imagen de portada la tomé yo en la biblioteca de Federico en un anochecer de agosto en que el diluvio universal se tomó demasiado en serio su papel. Un lustro después de aquella tarde diluviana este libro está a punto de zarpar. Están ustedes cordialmente invitados. El lobo yace en su hora: entre la luz y la oscuridad; entre la razón y el desvarío; entre el párrafo matemático y el arrebato poético. Su negra máquina de escribir que transformó en palabra un torrente de obsesiones deambula en una zona limítrofe, bordeando abismos, conjurando duermevelas. Federico Campbell es, ante todo, un escritor de frontera. La frontera entre el sueño y la vigilia; entre la memoria y la fábula; entre la calma y el arrebato; dividido y fragmentado; rehén entre literatura y periodismo, ese romance de tormentosa naturaleza, de convivencia casi imposible. La arena del reloj ha caído; la muerte tendió su manto. Federico Campbell se va transformando en memoria, acaso en personaje de ficción.