Eterno Retorno

Thursday, March 03, 2016

¿Hubo lectores en la expedición de Hernán Cortés? ¿Cuál fue el primer libro impreso en llegar a tierras mexicanas? ¿Fue alguna cartilla catequista del Padre Olmedo o acaso algún soldado cargaba consigo una novela caballeresca? Aunque se ha estereotipado a los integrantes de la expedición de Cortés como villanos analfabetas, lo cierto es que entre los integrantes de la tropa española que sitió Tenochtitlán había algunos lectores, empezando por Bernal Díaz del Castillo, que leyeron el Amadís de Gaula y encuadraron el Anáhuac en el imaginario de la caballería. Tanta influencia ejerció la novela caballeresca, que el mismo nombre de California procede de las Sergas de Esplandián. La primera visión de la Gran Tenochtitlán por ojos europeos hizo evocar “cosas de encantamiento propias del Amadís”. Los conquistadores arribaron a Veracruz poco más de 60 años después del nacimiento de la imprenta de Gutenberg en Maguncia y aunque la mayoría de aquellos hombres encarnaban los vestigios de un feudalismo iletrado, lo cierto es que hubo no pocos hombres de letras entre quienes empuñaban la espada. Ser lector en México ha implicado siempre un desafío. Desde la llegada de la primera imprenta los lectores más curiosos y ávidos debieron ingeniárselas para burlar la censura de la iglesia. El obispo Juan de Zumárraga y los suyos supervisaron con lupa cada punto y coma que se imprimía en la Casa de las Campanas. No hubo párrafo impreso que escapara a la censura de la iglesia en aquellos primeros años de la primera rotativa en América. Pese a ello, siempre hubo libros que lograron burlar la vigilancia. En 1541 se imprimió el primer texto no eclesiástico que circuló en la Nueva España y a la que con algo de malicia e imaginación podemos denominar como una crónica de nota roja: Relación del espantable terremoto que agora nuevamente ha acontecido en la ciudad de Guatemala. No solo oraciones y catecismo salían del invento de Gutenberg trasladado a América. Sería el primero de muchísimos libros no sacros que circularon por las calles del virreinato.