Eterno Retorno

Saturday, November 14, 2015

Recemos por París perora el coro de las redes sociales y yo pregunto: ¿a cuál dios exactamente hemos de rezarle? ¿Al mismo que se encomendaron los terroristas musulmanes antes de cometer sus atentados o a otro diferente? ¿No se han dado cuenta que el dios de los yihadistas y su diosecito light del Facebook es la misma criatura, esa alucinación emergida de las arenas del Oriente Medio? Porque si de rezar hablamos una cosa sí les aseguro: los soldados de la guerra santa islámica rezaron mucho horas antes de cometer su carnicería. En realidad rezan todos los días. Ellos aman y temen a su dios y nos odian a todos nosotros por no pensar igual. ¿Será entonces que hay varios dioses? ¿Un dios celoso e iracundo llevado a sus últimas consecuencias por los mártires de la yihad y un bonito dios facebookero de bolsillo adaptable al iPad? No sé ustedes, pero yo siempre he pensado que es el mismo tipo. El dios del Antiguo Testamento es tan rencoroso e hijo de puta como el dios de los terroristas. Mohamed Ata y sus secuaces rezaron muchísimo la noche antes del 11 de septiembre y sobre los escombros de las torres humeantes Bush peroró el “god bless América” antes de lanzar sus misiles contra Afganistán. Ya en serio señores: ¿no se han dado cuenta que el enemigo se llama dios? En mi caso no tengo duda: la peor peste que ha caído sobre la humanidad es el dios de los monoteístas, ese que inventaron los hebreos, encarnaron los cristianos y refinaron en crueldad los musulmanes. Al final de cuentas es el mismo. Es el dios de Abraham, el que le ordenó llevar a su hijo único al altar de sacrificios. Cuando se horroricen ante el infierno de París solo piensen una cosa: ¿Por qué los terroristas hicieron lo que hicieron? ¿Qué perversión o enfermedad pudo llevar a alguien a matar a 120 inocentes? La respuesta muy simple: la perversión y la enfermedad se llaman dios. Por ejemplo, las personas que defienden la prohibición de la droga, argumentan que un drogadicto puede llegar a cometer crímenes aberrantes pues en su cerebro trastornado por las sustancias que consume ya no cabe racionalidad alguna. Con dios pasa exactamente lo mismo: el fanático religioso no es diferente de un cristalero con alucinaciones psicóticas. La droga más potente inventada por la humanidad se llama dios. De verdad, dios es una sustancia potentísima y terriblemente adictiva. Al igual que el mejor de los opiáceos, dios puede ayudar a superar dolores del cuerpo y del alma. Un enfermo terminal puede mantener una sonrisa en su rostro gracias a esa potente morfina llamada dios, pero un mártir del estado islámico puede llegar feliz a volarse en pedazos si con su martirio se lleva de encuentro a cien infieles. Después de todo lo hace por su dios y por ello todo está justificado y bendecido. Pónganse a pensar: no hay un dios bueno y un dios malo, sino una humanidad contaminada por una droga. Nadie comete crímenes en nombre del librepensamiento o el agnosticismo. No creo que llegue por ahí un mártir forrado de bombas a matarnos por no haber leído El Espíritu de las Leyes de Montesquieu o por no creer al pie de la letra en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. Tampoco los paganos mataban a los apóstatas. Ningún vikingo castigó a alguien por no creer en Thor y Odín y los romanos enviaban a los cristianos a los leones no por sus creencias, sino porque representaban una amenaza subversiva para el imperio y se negaban a pagar impuestos. Además, en tres siglos de césares romanos murieron menos cristianos que en una sola noche, la de San Bartolomé, en donde adoradores de Cristo masacraron a otros adoradores de Cristo. Carajo, esto no es una guerra de Jesús y Yahvé contra Alá, ni es Occidente contra Oriente. Para mí es la guerra de la Razón contra el fanatismo, la Ilustración contra el oscurantismo, la Lógica contra la ignorancia. En serio mis amigos ¿es acaso que no se dan cuenta? La droga es dios, el error es dios, el enemigo es dios. Solo un mundo ateo podrá aspirar a ser un mundo libre y en paz.