Eterno Retorno

Friday, January 09, 2015

El crimen terrorista en contra del semanario francés Charlie Hebdó que cobró la vida de al menos doce personas y dejó a ocho heridas de gravedad, es un atentado contra la libertad de expresión en el mundo entero, una agresión a quienes creemos en la tolerancia, en el respeto y en el imperio de las ideas y la razón sobre el pensamiento único que no admite la diversidad, la crítica, el debate y la sátira. Nadie tiene derecho a inmolar una vida humana en el altar de sacrificios de una creencia religiosa. Pero más allá del inagotable debate sobre la intolerancia y el oscurantismo de grupos radicales, valdría la pena, en esta ocasión, ceder a la odiosa comparación y poner en la balanza la forma de reaccionar de un gobierno ante una masacre que sacude un país. Pongamos por un momento la tragedia de Iguala, Guerrero frente a la tragedia de París. Cierto, uno es narco-política y otro es terrorismo islámico pero ambos son crímenes capaces de paralizar a una nación. En Francia vimos una reacción inmediata y contundente de parte de su gobierno. 20 minutos después del atentado ya había un pronunciamiento y una reacción firme por parte del presidente Francoise Hollande. Los terroristas estaban acorralados. Apenas un día después, Hollande se reunió con su mayor adversario político, el ex presidente Nicolás Sarkozy, para unir esfuerzos. Todos los partidos políticos y los liderazgos ciudadanos de Francia, incluidas las numerosas comunidades islámicas del país, se unieron para condenar el atentado. ¿Cómo reaccionó el gobierno mexicano ante la tragedia de Guerrero? El presidente de la República, Enrique Peña Nieto, tardó tres semanas en hacer una mención sobre la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y eso porque sintió presión de los medios internacionales. Los partidos políticos se entregaron al reparto de culpas y las acusaciones mutuas mientras las protestas paralizaban al país. Hubo mil y un contradicciones, explicaciones confusas que no convencieron a nadie. Más de tres meses después Ayotzinapa sigue ofreciendo muchas más dudas que certezas, sospechas, incertidumbre y versiones inverosímiles de ambas partes que rayan en la ciencia ficción. La comparación puede ser odiosa, es cierto, pero visto en el espejo francés, se vuelve descomunal la torpeza e incapacidad del gobierno mexicano para hacer frente a una situación de crisis que parece condenada a quedarse como una herida abierta.