Eterno Retorno

Friday, January 30, 2015

¿Cuál es el común denominador de Moisés Sánchez y los 103 colegas reporteros que han sido asesinados en México en los últimos catorce años? Además de la rampante impunidad prevaleciente en la investigación de los crímenes, a estos periodistas los hermana la pobreza y la indefensión. Muchos de ellos se desempeñaban en esa incierta trinchera del periodismo independiente en pequeñas comunidades. Su trabajo afectó los intereses de alcaldes, caciques locales y otros monstruos de nuestro narcofeudalismo. Aquellos que trabajaban para un medio mayor eran soldados de calle, tropa en la línea del frente. Los narcopolíticos saben bien a quién se puede eliminar sin que haya consecuencias. Otro común denominador, es que los gobernadores y procuradores de sus respectivos estados (Veracruz es el campeonísimo) tratan de desacreditar o minimizar su labor y de poner en duda la honorabilidad y pulcritud de sus vidas personales. Sin haber conocido personalmente a ninguno de estos colegas, puedo decirte que imagino perfectamente sus vidas. En México los primeros enemigos de un periodista suelen ser la pobreza y la incertidumbre. Si el reportero trabaja en alguna empresa, lo único seguro es que su sueldo es bajo, al menos considerablemente más bajo que el de un profesionista promedio en su comunidad. La otra certidumbre es que su primer muro de censura lo suelen encontrar en la misma empresa, concretamente en el área de ventas y publicidad o en la agenda de amigos y compromisos del dueño. La regla no escrita, es que aquellos periodistas de reflector que dan la nota en lugar de buscarla, los que pronuncian encendidas declaraciones en pro de la libertad de prensa y el alto a la impunidad, aquellos que van a congresos en Cartagena o Boston y presentan sus libros en la FIL, rara vez están en riesgo. Cada vez pisan menos la calle y cada vez más los foros donde hay aplauso. De la trinchera hace tiempo se han olvidado. Podría mencionar la historia un medio libre y combativo que ha sido un indiscutible caudillo de la libertad de expresión y la independencia editorial. Su legado en la historia del periodismo está fuera de toda duda, pero por favor no preguntes en qué condiciones viven y trabajan sus reporteros. El medio en cuestión ha puesto muchas veces contra la pared al gobierno, mostrando su corrupción y su derroche, pero suponiendo que hubiera una página de transparencia de medios en donde pudieras exigir que te informen sobre ingresos netos por publicidad y en donde se ponga en contraste el nivel y estilo de vida de los directivos frente a las condiciones de supervivencia en que se las deben arreglar los reporteros, nos encontraríamos con desagradables sorpresas. El periodismo en México es una selva abrupta en donde hay mil y un colores que muy a menudo pueden confundirse. Hay unos cuantos rockstars cuyos nombres te son muy familiares (de los cuales el 95% está en la Ciudad de México) y decenas de miles soldados lumpen cuyos nombres solo conocerás cuando un narcopolítico mande matarlos. Dentro de la vastedad de esta selva cabe todo lo imaginable. Hay un sinfín de oportunistas y vividores, sicarios chantajistas que son tan corruptos como los políticos. Podemos también encontrar personajes que parecen salidos de una novela picaresca, auténticos Buscones don Pablos o Lazarillos de Tormes. Hay por desgracia muchísimos (y en todos los niveles) que cometen groseras faltas de ortografía y cuyo manejo del idioma y cultura general son de dar vergüenza. Sin embargo, hay algunos (en realidad bastantes) que practican el periodismo porque tienen sangre de Quijote, por locos, por idealistas o por sentir el indescriptible placer de saber que su nota le atragantó el desayuno a un político de mierda. Por ese raro e inexplicable duendecito interior que te mueve a hacer cosas en apariencia absurdas y que aunque a veces crees estar arando en el mar, siempre llega una tarde cualquiera en que descubres algo, tal vez una mínima cosa imperceptible, que lograste cambiar en tu mundo.