Eterno Retorno

Thursday, May 29, 2014

La poca atención que la historiografía mexicana ha dado a la obra de Ward es injusta. Si bien sus descripciones geográficas aportan muy poco y están condenadas a quedar irremediablemente eclipsadas si se les pone a la sombra de Humboldt, su descripción sobre la sociedad mexicana en tiempos de Guadalupe Victoria es única. Aunque condicionado por los candados y formalidades que su papel de diplomático imponía y forzado a aparentar una fría neutralidad, Ward se permite describir las costumbres de los mexicanos y el ánimo social del naciente país. Ningún extranjero narró a México en ese irrepetible instante embrionario. México 1827 también marcaría a Ward. Aunque lo escribe a los 30 años de edad, sin haber arribado siquiera a la mitad del camino de su vida, Ward no volvería a crear un libro tan ambicioso. Cierto, tras su aventura mexicana aun le restan 36 años por vivir, mismos que no están exentos de aventuras y experiencias que generan material de sobra como para escribir varios libros nuevos, pero pese a ello su único legado literario es el inspirado por México. Años después se publicarían algunos posicionamientos parlamentarios relacionados al conflicto con Irlanda en un volumen titulado In The First Step to a Poor Law for Ireland (1837) y al final de su vida se recopilan sus discursos pronunciados como gobernador de Ceilán, pero ninguno de estos cuadernos compilatorios hace sombra a México 1827, que es sin duda el libro de su vida. En los largos 36 años de vida que le restan tras su experiencia mexicana, Ward no vuelve a publicar nada sobre temas mexicanos o hispanoamericanos. Tras su retorno a Inglaterra, se integra como parlamentario a la Cámara de los Comunes representando a St Albans y Sheffield. Se opone al movimiento cartista, diserta y legisla en torno a temas colonialistas e improvisa como empresario de los medios de comunicación al comprar el semanario Weekly Chronicle junto con Charles Buller y Henry Cole. También se integra al comité para la colonización de Nueva Zelanda y el Sur de Australia. Ward sucumbe a la fiebre especuladora que la historia inglesa ha inmortalizado como Railway mania, cuando no pocos funcionarios y empresarios invirtieron sus ahorros en compañías que planeaban surcar con vías férreas las colonias británicas, mismas que acabaron en la quiebra. Ward perdió buena parte de sus ahorros y de la herencia familiar en esas fallidas especulaciones financieras. Tras ese fracaso, Ward se integra como alto comisionado en los protectorados británicos de las Islas Jónicas al oeste de Grecia, cargo que desempeña de 1849 a 1855. A su llegada, encuentra aun encendidas las brasas de una rebelión en la isla de Cefalonia en contra del antiguo gobernador, John Seaton. Ward proclama la amnistía general contra todos los involucrados en el pronunciamiento y logra la pacificación del archipiélago. El 13 de abril de 1855 la Corona Británica nombra a Henry George Ward gobernador de Ceilán, cargo que asume al mes siguiente. Su legado a la colonia es la introducción del telégrafo, así como su impulso a los servicios públicos, las comunicaciones entre poblados y la inmigración. Son años de desarrollo económico e inversiones para la colonia, si bien no son inmunes a la gran rebelión bengalí de 1857, considerada la primera guerra de independencia en la India. En junio de 1860, como parte de la estrategia de reorganización en el gobierno de las colonias tras la revuelta, la Corona lo comisiona para un encargo más complicado: gobernar la provincia de Madrás, una de las zonas afectadas por la violencia revolucionaria. Su gestión es demasiado breve. Si en Veracruz Ward logró burlar al vómito negro, en Madrás no correrá con la misma suerte, pues su bienvenida al nuevo cargo es un cólera mortal. El 2 de agosto de 1860, apenas un mes y medio después de haber asumido el cargo, Henry George Ward sucumbe a la enfermedad. Sus restos son sepultados en el fuerte de Saint George.