Eterno Retorno

Saturday, April 19, 2014

Fue en aquel entonces cuando ocurrió mi acto más trascendente y digno de ser recordado en más de 30 años de carrera periodística: el momento en que me senté frente a mi máquina para transcribir la noticia del asesinato de John F. Kennedy. Cuando se habla de anécdotas para contarle a los nietos esa sin duda la única que puedo narrarles con alguna pizca de orgullo. Claro, lo único que hice fue transcribir y ordenar, pues los cables llegaban como chorizos, sin párrafos, acentos o signos de puntuación. Yo era un copista, no un redactor y sin embargo a la fecha guardo en mi cajón el ejemplar de aquel 23 de noviembre de 1963 con la noticia que yo recibí y teclee. “Los periodistas escribimos la Historia, así con mayúsculas, y por eso los periodistas somos y hacemos Historia”, me dijo Pepe Undiano, el veterano reportero que tenía el privilegio de cubrir al presidente Adolfo López Mateos y cuyas notas, por ende, iban siempre en la portada. El problema es que la Historia ocurría siempre muy lejos de aquí. En México ya no había Historia. Se había acabado con la Revolución. A falta de Historia nos quedaban tan solo los siempre eternos discursos del presidente en turno que Undiano se encargaba de transcribir. Acaso las últimas cosas importantes que se publicaron en los periódicos mexicanos fueron el asesinato de Obregón o la expropiación petrolera, porque con el Escuadrón 201 nunca pasó un carajo y de la guerra cristera nadie quiso hablar. La única gran foto de nuestros tiempos fue la del Ángel de la Independencia derrumbado por el terremoto. Lo demás era paja y más paja y por eso las únicas secciones que leía la gente eran la deportiva y la policiaca pues al menos ahí había goles y crímenes distintos cada fin de semana para entretener a nuestros lectores. De hecho, la verdadera gallina de los huevos de oro del conglomerado periodístico donde trabajaba era un tabloide deportivo que tiraba millones de ejemplares en todo el país y otro tabloide policiaco adornado siempre con fotografías espeluznantes de accidentes viales y crímenes pasionales. Yo trabajaba en el periódico serio de la empresa, el formal, el que casi nadie leía y cuya portada era invariablemente alguna frase rimbombante del presidente o del candidato oficial.