Eterno Retorno

Tuesday, October 22, 2013

LA TENTACIÓN DEL SECESIONISMO BAJACALIFORNIANO--- Por Daniel Salinas Basave

Esta manía de querer crear repúblicas norteñas como respuesta a nuestra frustración e impotencia frente a la ceguera de la Gran Tenochtitlán, no es nada nueva. Cada que los tlatoanis capitalinos se sacan de lo más profundo de su manga un decreto centralista que nos perjudica, brota en nuestros norteños corazones la comprensible tentación del secesionismo. Aunque estamos furiosos y deseos no nos faltan de mandar al diablo a este inequitativo pacto federal, en el fondo sabemos que no es una idea seria e intuimos que para crear una república independiente se necesita algo más que 10 mil firmas en Facebook. Ya en serio, vamos a poner las cartas sobre la mesa: ¿cuál es el primer paso para crear una República Bajacaliforniana? ¿Levantar firmas en Facebook acaso? ¿Convocar a un plebiscito o una consulta pública donde habrá 85% de abstencionismo como sucedió con el “municipio” de San Quintín? ¿Que el gobernador entrante Francisco Vega acepte convertirse en presidente, primer ministro o emperador del nuevo estado nacional? ¿Iniciar una guerra de independencia tomando a sangre y fuego las aduanas, campos militares y dependencias federales? Ya en serio ¿Cómo vamos a hacerle? En el fondo, tú y yo sabemos que eso no es viable, que es una alucinación; un buen deseo, sí, pero finalmente irreal. Caray, no hemos sido capaces siquiera de mantener con éxito un nuevo municipio, o si no vean al pobre Rosarito, que cinco ayuntamientos después no tiene un centavo partido por la mitad en tesorería y yace en las garras de sus caciquitos y señores feudales, dependiendo de las limosnas del gobierno estatal. ¿Cuál sería nuestra moneda bajacaliforniana? ¿Cuál sería nuestra forma de gobierno? ¿Cuál sería nuestra conformación territorial? El imperfecto embrión del pacto federal mexicano, nació como un zapato a la fuerza en la Constitución de 1824. Quisimos apostar por un amorfo Frankenstein federalista copiado de la Constitución estadounidense de 1789 y la Constitución española de Cádiz de 1812. Una constitución muy liberal la de 1824, tanto, que sólo toleraba la religión católica. Nuestro feto federal tardó muchos años en aprender a caminar y en el intento acabó mutilado. De hecho, creo que a la fecha no sabe caminar correctamente. Con una tradición centralista de tres siglos, en donde la sumisión absoluta al monarca español era la norma, el federalismo se convirtió muy pronto en “feuderalismo”. Mi paisano Fray Servando Teresa de Mier se lo advirtió a tiempo a Ramos Arizpe y a Lorenzo de Zavala, promotores del Frankenstein federal. En los primeros años de vida independiente, nuestra república pudo acabar desmembrada como un cuerpo leproso y perderse en mil y un republiquitas como le sucedió a Centroamérica, que vio naufragar el sueño unificador de Francisco Morazán. Yucatán se separó e incorporó dos veces, tuvo su bandera y su constitución (de hecho fue en la Constitución Yucateca donde nació el Juicio de Amparo). Chiapas llegó a formar parte de Guatemala; Tabasco tuvo tres intentos separatistas; Texas fue república nueve años e incluso dentro del territorio texano existió la efímera República de Fredonia, mientras que Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila crearon la República del Río Bravo en 1840, como respuesta a la constitución centralista de las Siete Leyes. La historia del secesionismo en México es muy larga. Vaya, sin ir más lejos, una facción de la revuelta magonista de 1911 llegó a plantear la creación de la República de Madero e izar una bandera secesionista que apenas duró unos días en el territorio de la Baja California.Por supuesto, no hay punto alguno de comparación entre el pretendido secesionismo mexicano, con las profundas raíces históricas y socioculturales de los nacionalismos vasco y catalán en España. Mucho menos con el separatismo balcánico que desembró una artificial Yugoslavia formada por naciones antagónicas con lenguas y religiones distintas (serbios ortodoxos y eslavos; croatas católicos y occidentalizados; bosnios con mayoría musulmana etc). Es obvio que no se puede hablar de un nacionalismo bajacaliforniano. No hay elementos de raza, religión o lengua que nos hagan distintos del resto de los mexicanos, si bien tenemos valores, costumbres y estilos de vida que contrastan con el centro. Lo interesante es que el sentimiento existe y se manifiesta en ese inigualable canal de expresión que son las redes sociales. Sin embargo, creo que en lugar de estar promoviendo la formación de republiquitas imposibles que nunca van a existir, tomemos otro tipo de medidas más aterrizadas y viables. De entrada, creo que si una ganancia se ha obtenido de esta gran guerra anti homologación del IVA, es que le hemos enseñado el músculo bajacaliforniano a Los Pinos y a San Lázaro. Empresarios como Karim Chalita, Ariosto Manrique, Juan Manuel Hernández Niebla entre otros, están haciendo lo correcto, lo que corresponde a un ciudadano mexicano libre y consciente de sus derechos: exigirlos frente a quien toma decisiones, acampando en la Secretaría de Hacienda y San Lázaro. Al final, es muy posible que perdamos la batalla contra la homologación del IVA y que la basura humana marca Chris López se salga con la suya, pero al final nos queda la dignidad y la consciencia de que ejerciendo la presión adecuada, se pueden lograr algunos cambios. Esa es una gran enseñanza y una gran lección para el futuro; mostrar unidad como ciudadanos bajacalifornianos, tener memoria, no dejar que el olvido y la conformidad lo impregnen todo.