Eterno Retorno

Friday, September 07, 2012

“El escritor mexicano es un paria. Socialmente no le ha sido otorgada –o él no ha sabido ganarse- una función digna, y literalmente, la mínima consideración, la crítica auténtica, le es negada. Indiferencia pública, indiferencia literaria”.
¿Quién pronuncia estas palabras? ¿Un olvidado gacetillero del más sórdido underground literario? No mis amigos, las pronuncia el mismísimo Carlos Fuentes, en una entrevista con Elena Poniatowska publicada en 1958 en el suplemento México en la Cultura a raíz de la publicación de La Región más Transparente. Fuentes se refiere al escritor mexicano como un paria justo en la que podríamos considerar la época de oro de nuestra industria editorial, la década en que cada nueva publicación del Fondo de Cultura Económica era un acontecimiento nacional. Ya no hay y creo que no volverá a haber en México hombres de letras que puedan darse el lujo de desempeñar el rol de grandes figuras públicas que jugaron en su momento Alfonso Reyes, Octavio Paz y Carlos Fuentes, con sus respectivas embajadas y la pleitesía absoluta de la elite del poder. En la época de del Apocalipsis de Gutenberg y los analfabetas de iPad, el escritor es más paria que nunca. Paz y Fuentes murieron con condolencias presidenciales y fanfarria pública. Creo que fueron los últimos. ¿Quieren saber lo que es morir como paria? Les pongo el ejemplo del más genial, creativo y original prosista que había en el México contemporáneo, mi tocayo Daniel Sada, el ganador del Premio Herralde, que murió luchando contra la insuficiencia renal causada por su devastadora diabetes, reuniendo centavos por aquí y centavos por acá, en colectas y “vaquitas” que le ayudaban a armar sus colegas. Así muere un escritor mexicano hoy en día.

Thursday, September 06, 2012

He decidido comenzar a escribir un ensayo. Si bien todavía no estoy muy segura del título, pienso hacerle un guiño a Thomas De Quincey y llamarlo El magnicidio como una de las bellas artes, aunque tal vez sobre marcha se me pueda ocurrir un nombre más creativo. Mi tesis parte de que el magnicidio es, por su grado de dificultad y por sus efectos sociopolíticos, la más elevada expresión del arte criminal. Pero más allá de su complejidad y trascendencia, me interesa la simbiosis histórica que se crea entre la víctima y su victimario. El magnicida se inscribe en la biografía de su víctima y se eterniza en ella. Fanatismos e ideologías aparte, creo que el factor de hermanamiento de todos los magnicidas del mundo, es la noche antes del magnicidio. Por improvisado y timorato que sea el magnicida, es obvio que debió existir una planeación del crimen. La noche antes del magnicidio, el futuro magnicida cavila y repasa una y otra vez sus planes. Su noche se parece mucho a la de un condenado a muerte y aunque en este caso el magnicida es el verdugo, sabe que bien que al ser ejecutor se está condenando y que su vida, si es que la conserva se transformará. Por un momento he pensado en titular a mi ensayo El insomnio del magnicida o El magnicida insomne y limitarme a presentar una serie de viñetas sobre los lentos minutos de la noche anterior al crimen. No pienso caer en la ociosa tarea de reconstruir la narración de asesinatos que todo el mundo conoce. Más bien pienso tomarme unas cuantas licencias literarias y leer los pensamientos del asesino en el insomnio anterior al día de su gran crimen.
La inmensa mayoría de los magnicidas, por cierto, son unos mojigatos, unos fanáticos capaces de creerse instrumentos de un destino divino que los obliga a actuar. Todos son devotos de un ente abstracto, - Dios, la patria o una absurda causa política- en nombre del cual eliminan al hombre que consideran obstaculiza o atenta contra ese destino superior. Su enajenación a su deidad, a su nación o a su partido es tal, que no dudan en sacrificarse.

La crisis es silenciosa, lenta y al principio entra caminando de puntitas a nuestra vida y la primera reacción es negarla, minimizarla y decir que se trata de una mala racha. Desearía que las crisis fueran como los cataclismos, que tuvieran la contundencia de un terremoto o de un huracán, instantes de caos y terror a los que sobreviene la calma y la penosa reconstrucción. La recesión en cambio mata lentamente, como una enfermedad degenerativa que todos nos aferramos a no ver y que sin embargo va haciendo fatales progresos cada semana. Una enfermedad vergonzante como la lepra, que los pequeñoburgueses hacemos lo imposible por ocultar.

El de septiembre es un Sol herido de muerte que abandona el campo de batalla arrojando sus últimas caricias de fuego, como el guerrero moribundo intenta dar su estocada final. Septiembre y su rostro de final anticipado, de agonía aún no evidente. El verano agonizante y los días que lentamente se acortan. El otoño dormido es heraldo de cataclismos. Los abismos anunciados acechan pacientes. Septiembre y su vibra de no pasa nada, de aún hace calor y hay cielo azul; sin novedad en el frente y sin aviones suicidas reventando nubes y torres. Septiembre te jura que todo está bajo control, aunque el mundo sea un castillo de lodo desparramándose a tus pies y en el iPod suene una aleatoria rolita de Deep Purple(Mitzi Dupree) que está a punto de alucinarte un poco, mientras meditas la posibilidad de iniciar tu largo peregrinaje de regreso a casa o acudir a una patética junta vespertina que pretende arreglar el mundo. La vida te muerde con hocico rabioso y tú finges no darte cuenta. La vida embarra tu rostro sudado en noches huérfanas de sueños. La vida, o esa cosas que a veces se le parece y pese a todo, te jura tener sentido.

Sunday, September 02, 2012

jipy (fragmentos 1991)

Al igual que muchos morritos paridos por padres adolescentes en la mitad de la década de los 70, la cultura jipyteca te llegó por herencia familiar. Vaya, los Doors y Led Zeppelin te eran tan familiares como Cri-Cri a los cinco años de edad. The Moody Blues fue y es el non plus ultra de tu Madre. Esa ha sido por siempre su banda y rolitas como The Story in your Eyes y la celebérrima Nights in White Satin, fueron el soundtrack de tu infancia. Si las escuchas, te remontan de inmediato a un Monterrey que ya no existe, donde el Río Santa Catarina y la Quinta González eran oasis de magia en el que habitaban caballos, zorros y duendes. Muchos morros de tu generación, paridos por padres un tanto mayores, supieron de la existencia de Jim Morrison hasta 1991, cuando a Oliver Stone se le ocurrió sacar la película que los puso de moda entre los neopachecos, que descubrieron Soul Kitchen al mismo tiempo que Smells Like Teen Spirit. Hay una rola setentera que irremediablemente te pone triste y te remonta a ciertas tardes inmensamente melancólicas de tu feliz infancia. La rola se llama Summer Breeze. A mediados de los 90, los gótico-metaleros Type O Negative armaron una versión particularmente densa que te sumergía en dimensiones fantasmales, pero esa es otra historia que por ahora no ha sucedido.
La subcultura jipyteca te recuerda tu musical infancia. Tendrías unos seis años cuando fuiste a ver la película de SGP Lonley Hearts Club Band. La movie te agradó bastante, pero a tu primo Héctor, que tendría cuatro años de edad, le cambió la existencia y definió su rumbo: a la fecha es un beatlemaniaco incurable, al grado que cada que escuchas Beatles, te es imposible no pensar en él.
Sí, creciste con esa música de vuelos altos que a la fecha te resulta muy familiar, pero tu propio camino se definió en 1983-1984 y la primera influencia fue tu tío Walterio, el hermano menor de tu madre, bajista de la banda de hard rock Ángel de Acero, coleccionista compulsivo de discos, que en 1983 acudió a ver a Queen en el Estadio Universitario de Nuevo León y que surtía sus discos en McAllen apenas veían la luz, si bien muchos ejemplares de su colección los acabó comprando en versión nacional, en la llamada Serie Rocker, con los títulos traducidos al español en donde se podían leer apreciar canciones con nombres como Mamá ahora estamos todos locos, Rockéame como un Huracán O Rompiendo la Ley. En ese cuarto atiborrado de vinilos y posters, escuchaste por primera vez a AC/DC, a Scorpions, a Quiet Riot, a Accept, a Twisted Sister, a Judas Priest y a Van Halen. Desde entonces no lo has superado, aunque hoy, a principios de los 90, se manifieste en su vertiente tharsher-hard corera y punketa.
Lo simpático del asunto, es que bajo el criterio de tus compañeros de la Prepa Dos de la UANL tú eres un jipy. No hay en tu indumentaria algún símbolo de paz, pero bajo su criterio tú eres un jipyozo, como jipy es el tipo que escucha Silvio Rodríguez, Arturo Meza, Minor Threat o el TRI. En realidad, jipy es todo aquel que no sea un ranger o un fresa y tú entras en esa amplísima categoría. No importa si lo tuyo es Carcass o Fernando Delgadillo. Tú eres jipy y por jipy pasas en este mundo. Ximena, que hasta hace unos meses, era una niña fresa, ha entrado en los territorios de lo que se considera jipyteco, con todo y sus botas industriales y sus camisetas de Jim Morrison, Caifanes y Ramones.
Años después, desde la lejanía de tu vida adulta en pleno Siglo XXI, verás caminar frente a tí a morritos catorceñeros y te divertirás viendo el mosaico de subculturas que llevan en su vestimenta. Son flaquitos, de pantalón entubado y podrían pasar por esa cosa que en la primera década del nuevo milenio se llamará emo, pero si los observas bien, me encontrarás con una camiseta de Misfits o de Ramones o de Mago de Oz, aunque eso no está peleado con que lleven una chamarra con un parche de Guns n Roses y otro de Pink Floyd con los ladrillitos de The Wall, a lado de una planta de mota, una cara de Jim Morrison en la mochila y otra de Kurt Cobain o de Angus Young a lado de una virgen guadalupana abrazada por Alex Lora, un Eddie de Iron Maiden y una gorra de los Héroes del Silencio y por ahí si me apuras, en su libreta puedes encontrar la A de anarquía y hasta el simbolito de Crass, aunque en su iPod estén escuchando música de Nikki Clan y Nicho Hinojosa. Y ante sus compañeros de escuela, estos monumentos a la confusión de rebelde melancolía serán irremediablemente clasificados como jipys. En los ancestrales tiempos en que tiene lugar esta historia, no existen los iPods, pues de lo contrario puedes dar por hecho que Ximena y tú poseerían uno. Tampoco existe aún Mago de Oz, pues de otra forma sin duda Ximena sería su fan. Nirvana está grabando su disco Nevermind en ese preciso momento, al mismo tiempo que Metallica graba su black álbum y ambos serán dados a conocer al final del verano y el principio del otoño. Ximena posiblemente se volverá fan recalcitrante de Nirvana al igual que cientos de chicas de su generación, aunque ello no esté peleado con seguir evocando a Jim Morrison y tocar el cielo al subir por la escalera que le ha construido Led Zeppelin. El inicio de los 90 es un periodo híbrido. La juventud baila sobre los escombros del Muro de Berlín y el Viento de Cambio inmortalizado en la melcochona balada de los Scorpions recorre el mundo.
El problema es que bajo los escombros, la juventud sólo encuentra el beso del neoliberalismo a ultranza, un capitalismo cada vez más salvaje, mordelón y descarado. Sin demasiadas ideologías ni sueños para poder embriagarse, en el racimo de uvas de la última década del milenio no hay ira ni confort y queda tan solo una suerte de nihilismo pop. Inmerso en esa ensalada nihilista con místicas reliquias sesenteras, patadas punketas prófugas del 77 y nacientes gruñidos grunchys en un mundo que no sabe exactamente lo que comunica su rostro al mirarse en el espejo...

1991 (FRAGMENTOS)

Otra rola que intentan es Ratis de la banda argentina Defensa y Justicia, una suerte de primitivo proyecto alterno de los Ataque 77 en la época en que eran adolescentes. Pasarán muchos años antes de enterarte de que el nombre Defensa y Justicia es un homenaje a un equipo de futbol barrial de segunda división bonarense del que los Ataque 77 han sido hinchas confesos. La ventaja de Ratis, es que es una rola absolutamente desconocida en México y puede pasar como propia. Basta con sustituir ratis por chotas y todos contentos. Intentan un par de veces tocar La policía te reprime de Disolución Social, himno del punk-hard core regio, pero saben bien que será un sacrilegio tocarla en vivo, pues toda tocada punketa que se dé a respetar tiene a Disolución Social como banda estelar y su ejecución de la rola estará sujeta a odiosas comparaciones. En cambio nada impide que intenten ejecutar Policías corruptos de Masacre 68, la rola que desata el más furioso slam en las tocadas chilangas. De pronto Buenaventura Bakunin propone que la banda toque un popurrí de todas las rolas anti-policía que ha generado la subcultura punketa. La banda podría aparecer como un proyecto conceptual y denominarse Muerte a los Chotas o algo un poco más creativo. Vaya, es un hecho innegable que cada banda del mundo con pretensiones anarcas tiene su rola anti-policial. Odiar a la policía y componerle una rola furiosa es consigna irrenunciable. ¿Qué tal se escucharía interpretar en un solo concierto todos los escupitajos contra la fuerza pública que ha parido el hard core –punk en alrededor del planeta? Desde el célebre Porcos Sanguinarios de los brasileños Ratos de Porao al Puerco Policía de Atoxxxico. El odio al policía parece ser el primerísimo mandamiento en la liturgia hardcoreana. Vaya, solo un género musical así puede parir una banda cuyo nombre es Millions of Dead Cops. Pero la energía de tu contestaría y subversiva banda que aun carece de nombre no pude limitarse a hablar de los policías habiendo tantos actos de autoridad e injusticia que torturan a la humanidad.
Napalm Goyo sugiere o impone que como intro ejecuten la letanía de Multinational corporations, genocide of starving nations que abre como mantra el mítico álbum Scum de Napalm Death sin decir otra cosa ni intentar cambiar ritmos. Buenaventura Bakunin por supuesto, propone incluir una buena dosis de Crass pero el How does it feel, donde Steve Ignorant le echa en cara a doña Margaret Tatcher los mil muertos de las Malvinas en 1982, es muy complicado para ustedes. Ese tipo de discusiones fervientes suelen estallar caguamas de por medio cuando los instrumentos han sido desconectados. Dado que Buenaventura Bakunin se mantiene contra viento y marea en su posición de straight edge, bebe sus botellas de agua mientras los otros tres vacían una caguama tras otra. El Buen dice que si la banda no predica con la palabra practicando un radical veganismo y creando comunas anarquistas, quedarán como simples payasos patéticos berreando ante un atajo de imbéciles drogados que al terminar la tocada seguirán siendo tan esclavos y dependientes del sistema como lo eran antes, sin enfocar toda esa rabia hacia alguna transformación social. Pero resulta que tu banda es un parlamento caótico donde reina la pluralidad y en cuestión de intereses hay de dulce, chile y de manteca.
Mientras Buenaventura toma agua y masca lechugas, Pancho Rohypnol masca pastillas psicotrópicas como sweet tarts. Cuando deja de actuar y simular ataques epilépticos escupiendo espuma como perro rabioso, Rohypnol habla de los dos tópicos por los que la vida merece la pena ser vivida: el sexo y las drogas. Pancho se muere de ganas de probar la heroína, pero nunca en su vida la ha visto. Las jeringas forman parte del mito del punk europeo, pero en las calles regias sólo hay mota, chemo y pastillas, pues la cocaína, - esa neoliberal droga tan de moda en el salinismo- se mueve en círculos de estrellitas de telerisa, narcojudiciales y adinerados personajes que ni por casualidad se mezclan con la perrada punketa. Napalm Goyo, obsesionado por el grind, dice que la banda debe aspirar a tocar tan atascado como sea posible y le sugiere a Pancho que intente aullidos guturales de animal prehistórico, sin embargo Rohypnol parece más inclinado a parecer una suerte de hijo bastardo de Sid Vicious y David Bowie con actitudes de Keith Moon.