Eterno Retorno

Saturday, February 04, 2012



La Feria del Libro de Tijuana ya es treintona


Por Daniel Salinas Basave


La Feria del Libro de Tijuana llega a la treintena en este 2012. Eso significa que en esta ciudad tenemos ya una feria adulta, una feria con la madurez suficiente como para saber - o por lo menos para intuir- lo que le conviene y lo que no. Una feria con tres décadas de vida en las que en teoría tendría que haber asumido la experiencia para poder crecer e innovar. Vaya, a los 30 años una persona ha tenido generalmente el tiempo para fracasar y aprender de sus tropiezos. Tener treinta años es ya una antigüedad para tomar en cuenta. Para darnos una idea, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara cumplió 25 años y la de Monterrey 23. Les llevamos más de un lustro de experiencia y sin embargo da la impresión que en organización, alcance, trascendencia e influencia nos llevan varios años luz. El problema es que la Feria del Libro de Tijuana se recicla, pero no se reinventa. Se repite una y otra vez, pero no sorprende. Es constante, pero no perseverante. En afán de ver el vaso medio lleno, podemos decir que es un mérito que Tijuana siga teniendo, contra viento y marea, su Feria del Libro, mérito que corresponde exclusivamente a los libreros, con mención especial para don Alfonso López Camacho de Librería El Día. El empuje, la capacidad de sacrificio y sobre todo el amor por los libros, ha sido lo que ha hecho posible que la Feria del Libro de Tijuana no naufrague. Mantenerse a flote en una ciudad donde el apoyo oficial a la lectura es nulo es una hazaña quijotesca y aquí el Quijote ha sido don Alfonso. El problema es que mientras la organización del evento dependa únicamente del siempre magro presupuesto del IMAC, de las limosnas de Conaculta y del golpeado gremio de los libreros, la Feria del Libro de Tijuana seguirá siendo un evento menor, una feria provinciana sin mayor trascendencia que se limitará a llevar al estacionamiento de Plaza Río los mismos libros que podemos conseguir en esta ciudad los 365 días del año. Venga una odiosa comparación: la Feria del Libro de Madrid, que lleva celebrándose 70 años ininterrumpidos, es organizada por la Asociación de Empresarios del Comercio del Libro de Madrid y la Asociación de Editores de Madrid, pero colaboran el Ministerio de Cultura, las universidades Complutense, Politécnica y Autónoma de Madrid, la Carlos III, la Rey Juan Carlos, la Universidad de Alcalá, además de los periódicos El País, ABC, El Mundo y La Razón, las embajadas de los países participantes, además del Banco Sabadell y la Fundación Círculo de Lectores entre otras. La Feria del Libro de Monterrey nació en el Itesm y aunque este instituto sigue siendo el organizador y mantiene el control del comité directivo, hay un comité ejecutivo en donde participan empresarios. Mientras el éxito o fracaso de la Feria del Libro de Tijuana siga dependiendo del presupuesto del Instituto Municipal de Arte y Cultura, eternamente recortado por las diferentes administraciones y de los apoyos que puedan llegar de Conaculta, los resultados seguirán siendo mediocremente predecibles. Seguiremos teniendo una feria casera, con las mismas librerías y editoriales de toda la vida y con ventas pobres. Ahora bien: ¿Tijuana no es capaz de organizar grandes eventos? Pregúntenle a Tijuana Innovadora. ¿Cuál fue la clave para organizar un evento que dio de qué hablar a nivel internacional? Altas dosis de creatividad materializadas en presupuesto. Con la visión tradicionalmente mediocre y conformista de los ayuntamientos y la indiferencia de las grandes empresas hacia la cultura, será complicado aspirar a tener un evento cuya resonancia trascienda los límites del estacionamiento de Plaza Río. Con su cortísima visión, los alcaldes de la ciudad no han sido capaces de ver que la Feria del Libro de Tijuana puede ser nuestro mayor escaparate de promoción internacional, el gran evento que nos convierta en punto de referencia, tal como en la esfera industrial y tecnológica nos promovió Tijuana Innovadora. La ciudad de Guadalajara es nota en medios de todo el mundo durante la celebración de la FIL. Muero de envidia cuando leo a periódicos del tamaño de El País de Madrid o Clarín de Buenos Aires dedicando una sección diaria especial para hablar de lo que pasa en la feria tapatía. Enviados especiales y corresponsales de todo el mundo acuden a cubrirla y aunque oficialmente no es un evento para promover o realzar la imagen de la ciudad, lo cierto es que todo el mundo habla de Guadalajara mientras se celebra la FIL. ¿Quién sale ganando? La ciudad por supuesto. Eso es lo que ayuntamientos y empresarios deberían contemplar. ¿Alguna vez se ha publicado una nota de la Feria del Libro de Tijuana fuera de la prensa regional? Yo todavía no leo la primera. Vaya, imagínese que a la Feria del Libro de Tijuana viniera un Premio Nobel, digamos un Mario Vargas Llosa, o si el peruano les cae mal por neoliberal y reaccionario, qué tal un Coetzee o un o un Orhan Pamuk. Vaya, manejar en la agenda de presentaciones a un Paul Auster, un Ricardo Piglia, un Enrique Vila-Matas o un Carlos Fuentes. Sí, puede que estos autores le caigan mal, pero al menos se tiene la seguridad de que serán noticia y atraerán reflectores a Tijuana. ¿Quiere usted un evento a reventar de adolescentes? Vamos pensando en traer a la creadora de Crepúsculo o a la mamá de Harry Potter. Gustos literarios aparte, este par de señoras podrían dar mucho de qué hablar y sin duda nos traerían visitantes de otras ciudades. En fin, el espacio se acaba. En el próximo número de El Informador incluiremos propuestas para hacer crecer la Feria del Libro de Tijuana. Es un compromiso.

Friday, February 03, 2012





De pronto una historia surge así, sin decir agua va y como si tal cosa un cheneque se mete en tu alma, toma control de tus manos y empieza a teclear. Tú simplemente eres el vehículo y las ideas brotan por generación espontánea; libres, naturalitas, con vida propia. Tu parte racional, tu parte apolínea (diría Nietzsche) el Tonal (diría Don Juan Matus), esa cosa que finge pensar y seguir procesos lógicos, está inmersa en una historia con pies y cabeza, con pretendida estructura y sentido. Una historia seria, vamos. Pero tu parte dionisiaca (diría otra vez Nietzsche) o tu Nagual (diría otra vez Juan Matus) una suerte de tercera persona lúdica e irresponsable, se divierte como enana pariendo una historia alterna. No es un Dionisio o un Nagual oscuro y siniestro. Es más bien juguetón, lúdico en extremo y la historia que paren es así, una historia para no tomarse muy en serio. El rol que funge esa historia es de desintoxicación, un traguito de licor dulce para borrar el sabor que te está dejando un licor fuerte. Tu traguito dulce hace un contrapeso fantástico. Escribir esa historia te libera, te relaja y le aporta una dosis de levedad al peso. Así, como si tal cosa, has parido 40 mil palabras juguetonas. Pero sucede que has terminado tu historia seria, tu historia estructurada y entras en una odiosa sala de espera kafkiana en la que sólo debes aguardar noticias fraguadas a 3 mil 200 kilómetros de distancia. Aguardas y te desesperas. Entras en el reino de la intranquilidad y tus sueños te lo hacen saber. Algo que te está jodiendo en las profundidades. Hay demonios picándote con trinches. No intentes ocultarlo: no te sientes bien. De tu leve historia desintoxicante pariste 40 mil palabras pero no has terminado. Por anárquica que sea, es la tuya una historia que pretende tener sentido, pero ahora lo has perdido por completo. El licor dulzón te empalaga. Vuelves a requerir densidad, un retrogusto amargo. Tu estado de ánimo te dicta una historia distinta, una historia de ángeles de autoexterminadores. Una historia con su dosis de sangre nihilista, de plomo mal gastado, pero algo debes hacer con ese licorcito dulce que a medias ha quedado. Terminar a marchas forzadas, aunque el cheneque se haya salido de tu cuerpo y ahora seas tú, con esa carota absurda y esa angustia crónica, quien debe llevar a buen puerto esa nave que recién ha zarpado. Pero en la nave de los locos no hay nada más cagante que un capitán que se pretende cuerdo.



Lo ha dicho Martín Caparrós sobre Tomás Eloy Martínez. Frases mostrencas que yo no hubiera podido decir mejor para expresar lo que siento sobre ese adúltero amorío de motel barato entre periodismo y literatura en el que estoy inmerso.

Donde nadie creía que los lectores fueran a asustarse frente a páginas rebosantes de letras porque en esos días todos –periodistas y lectores– se creían gente inteligente. En medio de esos alardes –de esas facilidades, diría alguna vez–, Tomás Eloy Martínez se buscaba.
Empezó a encontrarse en esa mezcla de historia y ficción en que tanto la ficción como la historia se mejoran. Si el nuevo periodismo –entonces nuevo– consistía en retomar ciertos procedimientos de la narrativa de ficción para contar la no ficción, él se apropió lo más granado del momento. Sus crónicas fueron un raro encuentro entre Borges y García Márquez: sus frases tomaron préstamos del ciego, sus climas del realismo mágico. Y, muy pronto, consiguió lo más difícil de alcanzar: un estilo –una música, ritmos, una textura de la prosa.
Terminó de romper los límites entre ficción y realidad, porque entendió que la realidad puede comunicarse mejor con la dosis necesaria de ficción, y la ficción se enriquece con su parte de realidad –y que esa mezcla desafía al lector, lo obliga a no creer, lo convierte en un cómplice activo.
Ahora, ya desembarazado de la obligación de ser real –esa torpe necesidad de comer, querer, ganarse el sueldo, elegir la camisa–, será puro relato.

Wednesday, February 01, 2012





BLOGS NOT DEAD

En la blogósfera pasamos sin escalas de la embrionaria prehistoria a la senectud. Una década después, los blogs se vistieron con el traje de lo anacrónico. Cuando esto comenzaba allá por 2002-2003, muchos blogueros nos preguntábamos por el futuro de este fenómeno que intuíamos en una etapa primitiva, pero antes de alcanzar su auge los blogs entraron en periodo de caducidad. Tal vez sería romántico y pretencioso hablar de “boom”, pero queda claro que en 2003 o 2004 lo escupido en esta cuna de porquería generaba reacciones ¡y vaya forma de reaccionar! Después los blogs ingresaron al cementerio de lo políticamente correcto, cuando los editorialistas decidieron que era “cool” poseer uno. Ahora los han inmolado en al altar de sacrificios del facebook. Bajo mi criterio nunca serán lo mismo. Tal vez es psicología, idea maniaca, pero a facebook lo sigo viendo como un universo donde rige el manual de urbanidad y buenas maneras, un territorio hipócrita donde uno debe portarse bien y guardar las formas. Vaya, como que en facebook no me siento con la confianza de decir que voy a escupir sobre el cadáver de dios ni propago mensajes nihilistas u odiosos. Me siento como si estuviera en una comida de trabajo, una atmósfera donde debes poner tu mejor sonrisa y ser un perfecto hipócrita. Así soy yo en facebook y ese espacio sólo me sirve para intercambiar fotos y mandar mensajes. Facebook es tan hipócrita, falso y pendejo como la vida real. El blog, al menos este, es brutalmente honesto.

El blog es mi casa, mi habitación, mi más íntimo santuario. Aquí sí soy yo y de una u otra forma siento que si por error caes aquí y te ofende lo que escribo, es tu culpa, pues tú has venido a meterte a esta cuna porquerioza en donde me siento con entera libertad de aburrir, ofender y escupir. En cambio en facebook no me siento con la libertad de ser yo mismo. Lo siento de mal gusto, como ponerme a decir que dios no existe en la cena de Navidad. Los grandes blogs de antaño simplemente murieron. Yo jamás he dejado pasar una semana sin escribir. Lo siento: soy un tipo de amores duraderos, poco dado a la modernización, pero muy dado a la constancia. Sigo como la ola en el acantilado. ¿Alguna vez se ha cansado el mar?

Tuesday, January 31, 2012







El prado de los cuervos al amanecer. Pequeños rituales de la primera luz. Negras alas peinan flores amarillas.

Los antiguos adivinos leían el futuro en el vuelo de las aves. Tal vez por ello hay siempre algo inquietante en el vuelo de un pájaro oscuro. Los cuervos impregnan la mañana de intuiciones. Hay algo profético en sus alas; presagios como sombras en el horizonte. Los cuervos están ahí; centinelas de nuestro destino, depositarios del tornado de ideas que sacude mi cabeza en cada amanecer. Los cuervos, guardianes en su negro nido de almas, heraldos de la oscuridad que camina a la siniestra.

Aves de un enero disfrazado de primavera; de un cielo mentiroso; de una austeridad alegre. Tiempo de aguante y aferre, de piedra picada e ideas volantes. Tiempo de alucinante sobriedad, tiempo de encrucijada y parte aguas. Tiempo de arribar puntual cada mañana al prado ritual de los cuervos, esperando el surgir del Nevermore cantado a coro, por las mil y un voces que infestan mi alma.

Monday, January 30, 2012




No acostumbro plagiar aquí lo escrito por otras personas. Con mis palabras e ideas me basta y sobra, pero este artículo de David Toscana publicado en Milenio me parece demencialmente chingón y refleja absolutamente lo que pienso. Siempre he dicho que si vivo 80 años y de aquí al día de mi muerte no vuelvo a ver una película y no vuelvo a pararme en el cine, no hay problema alguno ni lo extrañaría en lo más mínimo. A mí el cine me vale madre y me tiene sin cuidado. Con mis libros tengo para ser inmensamente feliz. También he dicho que de no ser por mi cada vez más controlada y moderada adicción por el futbol, podría vivir sin tele. No soy un homo videns ni estoy en el inventario de la sociedad teledirigida. La letra siempre superará al video. Cinéfilos, id a chingar a vuestras madres. DSB


Esta semana volví a toparme con alguien que dijo lo que se ha repetido incontables ocasiones: “Una imagen dice más que mil palabras”. Allá los fotógrafos, si quieren creerlo. Allá los que prefieren el cine a la literatura. Allá la televisión, que promueve la idea de que lo que no está filmado no existe.
Pedro Páramo tiene alrededor de 33 mil palabras. En 1967 y 1978 se filmaron sendas películas basadas en esta novela. A veinticuatro cuadros por segundo, entre ambas suman algo así como 320 mil imágenes. La relación es casi de diez a uno y, sin embargo, las palabras de Juan Rulfo dicen infinitamente más que las imágenes de Carlos Velo y José Bolaños.
Lo aseguro aunque no vi esas películas, como tampoco vi otros intentos más recientes por poner Comala en imágenes. Frente a las obras maestras de la literatura, el cine luce tan limitado como un borracho cuando trata de emular a José José con “El triste”.
En cierta ocasión el buen Senel Paz me quiso obligar a ver una película de don Quijote. Ante mi negativa y su insistencia, hice este pacto: “Si la novela comienza con una voz en off que dice ‘En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…’, apagamos el aparato”.
La película, luego de unos créditos que incluían a Camilo José Cela, comenzaba así: “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…”. Y se seguía hasta lo del galgo corredor. Encima, me dio erisipela cuando el dueño de la voz en off decía: “…de los de lanza en perchero…”. Luego me pregunté si el narrador había leído correctamente y fue Camilo José Cela el que no supo transcribir o se creyó más listo que Cervantes. Ah, las vanidades del cine. Dios de la palabra escrita, líbrame de ese mal.
Yo no tenía que ser un brujo para saber que la película empezaría de ese modo. Ocurre que hay cosas, como ese inicio de novela, que sólo la literatura puede decirlas. Al cine no le alcanzaría ni con un millón de imágenes para decir algo parecido.
De Anna Karenina se han filmado al menos una docena de versiones. No sé cómo arranque cada una, pero ninguna podría asumir con imágenes el inicio de la novela de Tolstoi.
Sé que también se han hecho películas de La metamorfosis. ¿En qué convierten al pobre Gregorio Samsa? El bicho hecho de palabras puede conmovernos, pero un robótico y hollywoodense escarabajo al que se le notan los hilos debe ser algo lamentable. Y si el director termina convirtiéndolo en un simple hombre enfermo, quizá tuberculoso, entonces ya no es la obra de Franz Kafka, sino alguna baratura, y mejor habría sido aceptar de antemano la inutilidad del proyecto de cine.
La palabra también supera a la imagen porque no privilegia un sentido. La palabra se ve, se escucha y se puede palpar con las yemas de los dedos.
La palabra supera a la imagen porque la gente que lee cincuenta libros al año va acumulando inteligencia, sabiduría, conocimientos, capacidad crítica, agudeza. En cambio conozco gente que ve trescientas películas al año y se vuelve cada vez más tarada