Eterno Retorno

Saturday, October 29, 2011


SIGAMOS HACIENDO DE ESTE BLOG UN SANTUARIO METALERO. ESTA LA HE ESCRITO PARA LA GUIA DE MI AMIGO HUGO FERNANDEZ.

CHUTAOSLA

MASTODON THE HUNTER


Por Daniel Salinas Basave


En un intercambio de regalos en la Navidad del ya lejano 2004, mi amigo Juan Carlos Ortiz me regaló el entonces nuevo disco de una banda de Atlanta llamada Mastodon que estaba empezando a dar de qué hablar. En la contra-portada de aquel ya mítico Leviathan, podía leerse una contundente y lapidaria frase tomada de la reseña de la revista inglesa Kerrang: “Goodbye Metallica, Hail Mastodon”. La frase me pareció un tanto pretenciosa y grandilocuente para hablar de una bandita que ejecutaba un Stonner-metal muy potente con un sonido garagero por momentos sucio en un disco conceptual sobre Moby Dick. Cierto, encontré una banda derrochando potencia, con algunas nuevas ideas, pero parecía quedarle un poco grande el estatus de nueva abanderada de la música pesada que algunos querían colgarle. Lo que quedaba claro, es que aquella banda no sería una más del montón. Tras el furioso Blood Mountain y el complejísimo Crack The Skye (reseñado aquí en La Guía en abril de 2009) nos llega por fin su quinto trabajo, The Hunter, uno de los álbumes más anunciados y esperados en los terruños del rock. La primera declaración de intenciones de la banda viene desde antes de la primera escucha. El Mastodonte ha cambiado a su ilustrador de portadas y a su director de arte. El diseño del nombre de la banda es muy diferente y su ilustración más limpia. También tiene un nuevo productor, Mike Elizondo, cuyo currículum dice que ha trabajado con Alanis Morissette y Fiona Apple, pero no con Slayer o Pantera. The Hunter es también el primer álbum no conceptual de Mastodon. Desde ahí podemos ir intuyendo que algo ha cambiado. El problema es que la primera escucha con audífonos puestos me deja con más preguntas que respuestas. Tal vez la primera impresión general del disco, es que derrocha y contagia vibra setentera. Si bien los riffs sabbathianos ya se hacían sentir desde su anterior trabajo, hoy hasta la vocalización remite a los primeros Sabbath, si bien tiene también una esencia muy zeppeliana y, aunque alguno pueda considerarlo una blasfemia, me atrevo a decir que hasta pinkfloydiana. El Mastodonte sacó de la caja empolvada sus viejos vinilos de los setenta y construyó un disco que contiene descaradísimos guiños a cierta psicodelia progre o hasta al rock astral, aunque sin ser un álbum tan denso y complejo como el anterior. Canciones mucho más cortas, hasta cierto punto digeribles y amigables con las estaciones de radio, sin que ello implique rozar ni de lejos el pecado de la comercialidad. Vaya, The Hunter tiene 13 canciones que rondan los cuatro minutos de duración, mientras el anterior disco tenía sólo siete canciones, ligadas una con otra, de ocho minutos de duración en promedio. Si bien la apertura con el primer riff de Black Tongue nos remite al típico sonido mastodoniano, el epílogo con la ultra progresiva The Sparrow con su cierre de ojos a King Crimson, nos confirma que el Mastodonte ha cruzado una frontera. Máxime cuando a lo largo del disco nos cruzamos con pachequísima Blasteroid, cuyo comienzo coquetea con el Floyd de Syd Barret. En campaña publicitaria de The Hunter generó expectativas altísimas y hubo quien habló de un fenómeno estilo Black álbum de Metallica. Toda comparación es odiosa. Más que un álbum definitivo, un álbum emblema o piedra angular, The Hunter me parece un álbum frontera, un trabajo que cruza un umbral y funge como una suerte de ritual de pasaje. En cualquier caso, tengo la intuición de que esta álbum aun me depara algunas sorpresas. DSB

Thursday, October 27, 2011








En los evangelios Judas siempre será recordado como el traidor. Pero en la Biblia del rock, Judas pasa a la historia como el apóstol más fiel al ritual del Hevay Metal, el que no negó tres veces a su dios antes del canto del gallo alternativo de los noventa, el que mantuvo en alto la bandera metalera más allá de ridículas moditas marca Coachella. Este otoño el fiel apóstol metalero ha celebrado su última cena y su epitafio se escribió en Chula Vista la noche del 19 de octubre con una liturgia heavy que fue más allá de una electrizante descarga decibélica. La última cena de Judas fue compartida por los veteranos irlandeses de Thin Lizzy y el virtuoso redneck de Zack Wylde y su banda Black Label Society, cuya densa guitarra recuerda a Ozzy lo mucho que ha perdido. Por lo que a Judas respecta, ofreció el set list más equilibrado y democrático de toda su historia. Un recorrido de 21 canciones que no omitió ningún álbum. Desde el adolescente Rockarolla y el Sad Wings of Destiny, álbum fundacional del Heavy Metal puro, hasta el Angel of Retribution o el profético Nostradamus. Desde la apertura con Rapid Fire y la declaración de principios de Metal Gods; el canto de resurrección de Judas is Rising, el virtuosismo de Victim of Changes, la Furia de Painkiller, la nostalgia de Diamonds and Rust y la noche californiana despidiéndose para siempre de Rob Halford y Glenn Tipton oficiando desde un altar- Harley para miles de devotos metaleros. Un concierto con su buena dosis de producción, pirotecnia y parafernalia, con lenguas de fuego, cambios de luces, con un Halford que cambió de chamarras tanto como Madonna cambia de trajes y que demostró que sus 60 años no están peleados con sus vocales agudas. Grata revelación escuchar al joven Faulkner, apellido de gloria literaria y sustituto emergente de KK Downing, que no desmereció como acompañante de Tipton. Ian Hill fiel a su papel de bajista de bajísimo perfil y Scott Travis motivando a la gente a gritar en el encoré. El beso de Judas se consumó con Living After Midnight y al caminar afuera del auditorio ya íbamos sintiendo nostalgia por la banda que se ha despedido. Extrañaremos tanto a Judas. DSB

Tuesday, October 25, 2011










En el Evangelio según Judas, se ha escrito que el Padre celebraría en otoño su última cena con los tijuanenses y sandieguinos, antes de retirarse a bordo de una Harley a vivir por la eternidad en la biblia del rock duro. La de Judas Priest en San Diego fue una despedida en grande, con un concierto que dosificó casi cuatro décadas de historia. Desde el rockandrollero y simplón Rockarolla de 1974, hasta el progresivo y complejo Nostradamus de 2008, Judas desparramó una dosis del más puro Heavy Metal en el anfiteatro del Chula Vista. Con el clásico del hard rock irlandés Thin Lizzy como aperitivo de arranque y la virtuosa pesadez de Black Label Society como antecesor en el escenario, Judas dijo adiós a las grandes giras. La banda aún grabará un álbum, pero posiblemente no volvamos a verlos sobre un escenario. Fuego, metal, cuero, el rugir de la Harley, los agudos de Rob Halford desafiando el paso del tiempo y la lira de Glen Tipton cabalgando de Rapid Fire a Metal Gods con su estribillo acústico en la bella Diamonds and Rust. Por supuesto, hubo espacio para la furia descarnada en Painkiller y el megaclásico Breaking the Law con algunos cortes atípicos como Blood Red Skies. Justo es decir que el jovencito guitarrista Ritchie Faulkner supo caminar en las botas del legendario KK Downing, quien recientemente abandonó la banda, mientras Scott Travis en la bataca y Ian Hill en el bajo derrocharon contundencia con bajo perfil, mientras Halford cambiaba su gabardina de cuero por chamarra de mezclilla antes de ataviarse en la capa plateada de Nostradamus en Prophecy y cantar Hell Bent For Leather a bordo de la Harley. Toda la parafernalia del Padre Judas presente en su última cena mientras sus discípulos comulgaban con los potentes riffs y los agudos gritos que nunca más volveremos a escuchar en vivo.


Por cierto, todas las fotos las he tomado yo. Nunca pude tomar tantas en un concierto.

Sunday, October 23, 2011




El licor de la utopía

Por Daniel Salinas Basave

Los indignados beben el licor de la utopía y le escupen al sistema mientras esperan algo de la vida bajo sus carpas, aunque no sepan exactamente qué esperar. O acaso, como en la canción de los Sex Pistols, no saben lo que quieren, pero saben cómo conseguirlo. ¿Sabrán? No creo. Es muy lógico indignarse en estos tiempos. Yo me siento indignado y posiblemente usted también, pero ni usted ni yo protestamos, o al menos no de esa manera. Seguimos adelante con nuestras vidas, llevando a cuestas la carga del sistema como una cruz estorbosa, como un irrenunciable lastre hereditario y de reojo volteamos a ver a esos jóvenes que duermen la mona en los camellones mientras cantan canciones y pintan pancartas. Definitivo: es más fácil jugar a ser un indignado cuando se es adolescente. Cierto, no la tienen nada fácil: su futuro parece de antemano cancelado o hipotecado y la palabra “nini” flota como única alternativa en el horizonte. Sí, el escenario luce patas arriba para los muchachos, pero tampoco tienen nada que perder. Quiero creer que la gran mayoría pueden darse el lujo (que ni usted ni yo podemos) de acampar durante semanas para gritarle a los cuatro vientos lo injusto que es el mundo y no dejarán a una familia sin comer, (o al menos eso espero, pues lo contrario sería el colmo de la irresponsabilidad). La versión tijuanense de los indignados ha sido en verdad cómica. Como no saben exactamente por qué protestar y no tienen muy claro qué es lo que les indigna, han decidido meter de todo un poco en el menú. Total, protestar no empobrece. Así las cosas, los indignados de Tijuana protestaron lo mismo contra decisión de la Suprema Corte que protege la vida desde la concepción, que contra el aumento a las tarifas del transporte. Por supuesto y como era de esperarse, protestaron contra los militares (pues es tan “romántico”, tan “cool” y tan “poético” estar contra los soldados y contra Calderón) y ya entrados en gastos y animados por tantas y tan variadas protestas en donde hay de dulce, chile y manteca, expresaron su rechazo al Zócalo 11 de Julio (¿sabrán de los intereses de Xicoténcatl y su pandilla de corruptos merolicos anti-Zócalo?) Esa maestra de la vida llamada Historia, nos dice que la inmensa mayoría de los movimientos con carga emocional e idílica como los indignados tienden a fracasar. La “Comuna de París” de 1870, los distintos 68, la alharaca globalifóbica surgida a partir de Seattle son ejemplos de ello. Su principal error es carecer de objetivos claros y metas concretas. Los jóvenes saben que están inconformes, que algo marcha muy mal en el mundo, que hay un sistema a todas luces injusto, pero no dirigen su energía rebelde hacia un blanco concreto. Se limitan a hacerle saber a la sociedad lo enojados que están y lo incomprendidos que se sienten. Los indignados tijuanenses resultan insoportablemente ilusos y es obvio que no van a llegar a nada. Quienes impulsan este tipo de protestas-idilio, suelen ser por definición jóvenes de clase media que son felices escuchando Manú Chao y Rage Againste the Machine y lo mismo protestan contra las corridas de toros, que contra una cumbre de la OMC. Paradójicamente, los sectores más desfavorecidos de la pirámide social, los que viven donde no hay pavimento, ni servicios ni ley, jamás los veremos protestar contra el sistema financiero mundial, el capitalismo o la globalización. Su situación es aún más patética, pues si bien pueden pasar meses acampando afuera del Centro de Gobierno, jamás protestan de manera espontánea o consciente, pues son acarreados por lidersuchos corruptos que les pasan lista y les cobran cuotas y además sus poco genuinas manifestaciones sólo buscan resolver necesidades inmediatas, sin cuestionar jamás la esencia de un sistema. Aunque sea de antemano una causa perdida, me parece más digno que un joven haga algo por expresar públicamente su indignación contra el sistema, a verlos humillarse haciendo fila afuera de un antro ante un cadenero prepotente, o esperar horas por el autógrafo de un artista basura o soñar con convertirse en héroes de narcocorrido mientras beben un clamato. Yo también me siento indignado, pero a mí no me indigna el Zócalo 11 de Julio o los retenes militares. A mí me indigna sobre todo el sistema fiscal, los monopolios insultantes, la obesa clase política, los sindicatos charriles. Me indigna vivir en un país donde un mal actor como Enrique Peña Nieto va a ser presidente sólo porque Televisa así lo ha decidido y me indigna vivir en un país donde una basura humana como Jorge Kahwagi es diputado y se gasta nuestro dinero en nombre de un negocio que jura ser un partido político. Y aunque se da por hecho que los adultos ya no protestamos porque estamos absorbidos e hipnotizados por el sistema, la verdad es que yo mantengo mis pequeñas grandes rebeliones cotidianas para mostrar mi indignación y no colaborar con un sistema que, al igual que los indignados, considero viciado e injusto. Tal vez en la próxima columna compartiré mi recetario personal de indignación.