Eterno Retorno

Tuesday, April 05, 2011




Aquel Domingo de Pascua, 4 de abril de 2010, ha quedado marcado como un tatuaje en la vida y en los recuerdos de todos los mexicalenses y de todos los bajacalifornianos, un antes y después en la historia de la ciudad del Sol y los esfuerzos. Pasarán muchos años y sin duda todo cachanilla seguirá recordando lo que estaba haciendo ese domingo al medio día y lo que sintió cuando la tierra tembló con furia inusitada. Cierto, por ser periodo vacacional muchas personas estaban fuera de la ciudad, pero sin duda recuerdan cuando con angustia se enteraron a la distancia que la capital de Baja California había sido sacudida por uno de los temblores más fuertes de la historia del País aunque la opinión pública nacional, centralista por definición, no supo o no quiso dimensionarlo en toda su magnitud. Vaya ¿Cuántos terremotos de 7.2 grados ha habido en la historia de México? Lo cierto es que la cobertura de la prensa nacional fue miserable. Tal vez porque el terremoto, por fortuna, no tuvo un costo alto en vidas humanas que al final de cuentas es lo más importante, el tema no fue dimensionado en toda su trascendencia, dejando en un segundo plano los daños materiales. Aún así, justo es reconocer que el espíritu solidario afloró ante la tragedia y dejando a un lado el tradicional teléfono descompuesto, los colores políticos y la burocrática lentitud, los tres niveles de gobierno, los empresarios y sobre todo la ciudadanía, reaccionaron con dinamismo y compromiso y al menos por unas cuantas semanas hablaron el mismo idioma. Lo cierto es que Mexicali no es el mismo desde aquel 4 de abril

Sunday, April 03, 2011


De pipa y guante viste La Catrina y su rostro, en perpetua risotada, brilla ante el Sol desparramado sobre el Sueño de una Tarde de Domingo en La Alameda. La acompaña Frida, comadre y confidente de amorío y borrachera. La acompaña también Lupe Posada, con cara de padrino y mentor. Junto a ellos el siempre hierático Juárez y Panchito Madero, agitando su sombrero al aire, mientras Don Porfirio, patriarcal y angélico, los contempla desde el purgatorio de los dictadores eternos. Paraguas en mano, un infantil Diego Rivera con muchos kilos menos, sonríe a su creación cual deidad caprichosa, satisfecho de ser amo y señor de los 400 personajes de su mural. Para narrarle al mundo entero sus pasionales efemérides de sangre, plomo y traiciones, México pinta su historia en los muros y los caudillos viven su fiesta de inmortalidad hermanados con el ladrillo de las torres y edificios, mientras el crepúsculo cae sobre cinco siglos, marcados como tatuaje en el rostro de un pueblo y La Alameda se embriaga de nostalgia y deseos. DSB