Eterno Retorno

Saturday, January 08, 2011



El mundo que leyó el Washington Post en 1973 no se parece mucho que digamos al que recibió en 2010 las filtraciones de WikiLeaks. Watergate fue un terremoto político. WikiLeaks es un reality show.

El gran público de WikiLeaks está demasiado acostumbrado al escándalo mediático y necesita de él para entretenerse. La cultura del paparatzi, de la mentira descubierta, del ciudadano sorprendido in fraganti en medio de hechos bochornosos, satura los medios informativos hasta la indigestión. La cuestión es que para el gran público no parece haber diferencias significativas entre la infidelidad matrimonial de un político, la noche de juerga de un futbolista o una masacre de civiles en Medio Oriente. Lo que disfruta inmensamente es el escándalo en sí, pero sin demasiada capacidad de sorpresa o indignación por sus consecuencias o implicaciones. Coger con una prostituta de lujo costó el cargo al gobernador del Estado de Nueva York, aunque nadie pareció cuestionar demasiado de qué manera afectaba ese escándalo de cama a la vida de los neoyorkinos.

Si Julian Assange quiere trascender, lo mejor que puede pasarle es transformarse en mártir. Encarcelado por su ridículo escándalo sexual sueco, Assange gana más adeptos que estando libre. Si por alguna razón el australiano fuera asesinado, se transformaría en héroe de los tiempos modernos. Si, como pretende la mojigatería republicana marca Sara Pallin, Assange es encarcelado en Estados Unidos y sometido a pena capital, entonces habrían creado un mito del Siglo XXI. El mensaje que la represión de Assange daría al mundo, es que dentro de su cofre de secretos informativos hay verdaderas bombas cuya revelación quiere ser impedida a toda costa y que el corrupto imperio hará hasta lo imposible por silenciar a su delator. El problema es que si se trata de apostar, todo hace indicar que el sistema acabará por absorber a Assange y WikiLeaks se convertirá en un accesorio más de esa rentable contracultura, tan rebelde y “chick”, como una camiseta del Che Guevara en marca de diseñador. Sí, acaso veremos a miles de jóvenes en el mundo con imágenes de “Free Assange” y no veo lejano el día en que el australiano, con su libro-bomba bajo el brazo y su película hollywoodense en cartelera, emprenda una gira mundial de conferencias con boletos VIP a precios insultantes, souvenirs y firma de autógrafos. Después de todo, el nombramiento que le dio la revista Rolling Stone como Rockstrar del Año puede acabar por ser algo más que una ironía. En el gran reality show de la edad contemporánea, donde los actores llevan tatuada la marca espectáculo, fugacidad e intrascendencia, todo absurdo puede ser posible. En el fondo, la imagen de los esbirros encapuchados de un tirano secuestrando una imprenta a la media noche y la figura de un contestatario columnista encarcelado o asesinado por la dictadura, acaban por parecer un homenaje al periodismo. El tirano en cuestión concede a ese papel con tinta la personalidad de un arma y le teme. El tirano padece noches de insomnio porque considera que ese papel tiene la capacidad de cambiar el mundo. Al quemarlo le está rindiendo un homenaje. El papel con tinta del Siglo XXI, multiplicado por millones y hasta el infinito en la pantalla, se esparce por el mundo en cuestión de minutos, pero el tirano no parece perder el sueño. Sabe bien que el público escandalizado olvidará pronto y pedirá a gritos el siguiente espectáculo, que puede ser el video de una sesión de tortura a cargo de sicarios del narco o la fotografía infraganti de un actor homosexual con su amante. Al final, en el gran reality show del Apocalipsis, hasta los cuatro jinetes acaban transformados en comediantes.

Friday, January 07, 2011




Hace algunos años, el escritor Luis Humberto Crosthwaite me invitó a una limpia de su biblioteca. Luis Humberto tenía saturados al máximo sus libreros y decidió deshacerse de unos cuantos ejemplares. De aquella purga yo salí beneficiado con más de 20 libros entre mis brazos que Luis Humberto amablemente me regaló, algunos en verdad muy buenos. Aquella vez pensé que lo hecho por el narrador de Playas de Tijuana sería algo que jamás me sucedería a mí. ¿Deshacerme de un libro yo? Ni pensarlo. Los libros son objetos sagrados y cada uno ocupa un espacio insustituible en mi biblioteca. Bueno, eso ocurrió hace seis o siete años. Hoy estoy a punto de hacer lo mismo que un día hizo Luis Humberto. El problema se llama espacio. Mi biblioteca está a reventar y en los libreros, he de confesarlo, hay varias decenas de ejemplares que no leeré nunca. Sí, es triste, hay libros que han habitado en nuestro hogar durante años y que están condenados a vivir en soledad, en el frígido y virginal desamparo de no poder consumar nunca el milagro literario que se produce al ser leídos. Debe ser muy triste que a un libro mío le pasara eso, pero son riesgos que se corren y asumo que alguna vez alguien lo decidirá. Por mi parte, creo que ha llegado el momento de regalar o donar algunos ejemplares que ocupan un valioso rincón en mi librero.

TROMPO

Escribo desde un pupitre escolar refundido en alguna esquina del Museo del Trompo. Escribo desde las entrañas mismas del un gran Axolote tijuanense, un descomunal anfibio que si bien se ha desarrollado considerablemente, sigue siendo un ser incompleto. Desde que empecé a reportear en Tijuana, hace ya más de una década, escuchaba hablar del Museo del Trompo. Actos, colectas, polémicas y discusiones en torno a un proyecto siempre embrionario. Pero Tijuana está llena de embriones y primeras piedras y tal vez el centro de convenciones haya intentado nacer más veces que el Trompo. El lugar que veo esta mañana es real, cierto, pero aún tiene cara de promesa, de capítulo de la historia de lo que puede ser pero no es aún. Del techo cuelga un planeta de cartón sobre el que hay un árbol gigantesco. Al verlo pensé que se trataba del asteroide de El Principito y si bien la figura del baobat casi coincide con los dibujos de Saint Exupery, lo cierto es que el planetita de Le Petit Prince no tenía continentes parecidos a África y América por donde pululan arañas, estrellas marinas y donde me parece descubrir un antílope impala. Suenan rolas de los 80 en versiones bossanovescas soft (easylover) para amenizar el Día de Reyes. La rosca y el chocolate están de más en un estómago que ha soportado ya demasiados pecados decembrinos. El Día de Reyes es la última cola de un ciclón de fiestas y posadas, el último grito contra la impuesta austeridad de enero. A mi alrededor hay también personajes de la Independencia y la Revolución en colores psicodélicos. Desde aquí descubro a Aquiles Serdán y a Victoriano Huerta, a Mariano Abasolo y a Don Porfirio. ¿Traeré aquí a Iker algún día? ¿Se divertirá? Desde un tiempo para acá, los niños y el mundo infantil existen en mi vida y en cualquier situación trato de imaginar cómo reaccionaría Iker.

Thursday, January 06, 2011



La lectura que le da la bienvenida al 2011 es Verano de Coetzee. ¿Por qué estoy leyendo al sudafricano? Por violar mis propios principios de rechazo a críticos y encuestas. Verano fue designado, por una sólida y calificada encuesta realizada por el diario El País y Babelia, como el mejor libro del 2010. En la lista de los diez mejores destaca Blanco Nocturno de Ricardo Piglia (de lo mejor que yo leí en el año y que como todo lo de Piglia es alucinante) Dublinesca de Vila-Matas (pariente hormonal de mi Réquiem por Gutenberg) El sueño del Celta de Vargas Llosa (que de entrada me está poniendo cara de decepción) y un poemario de José Emilio Pacheco que no he leído y al que le llueven flores. Aunque por tradición religiosa siempre mando al carajo las encuestas y los top 10, ahí va Daniel de borrego curioso a buscar a Coetzee y vaya sorpresa, pues debo admitir que hasta ahora el sudafricano le está dando la razón a los críticos. Digo, no se si sea el libro del año y si sea mejor que Piglia, pero la verdad es que Verano es muy buen libro y como experimento narrativo me parece original e innovador.

Los escritores son (¿somos?) tipos terriblemente ensimismados, egocéntricos incurables. Todos los escritores acaban escribiendo su autobiografía y eso es exactamente lo que está haciendo Coetzee. Lo interesante es que en esta autobiográfica ficción, un hipotético biógrafo realiza una investigación sobre el recientemente fallecido escritor John Coetzee y entrevista a algunas de las mujeres que lo conocieron en la juventud. De hecho, salvo por unas breves notas, el libro se concentra en las entrevistas. En la ficción, el narrador de la autobiografía no es Coetzee, sino sus mujeres, aunque en realidad Coetzee está bien vivo y él se encargó de poner voz a sus amantes, lo cual podría parecer el colmo del egocentrismo, de no ser porque el narrador se atreve a sostener, en boca de una de las entrevistadas, lo malo que es en la cama, algo que a muchos hombres nos costaría reconocer. No he llegado a la última página, pero ya puedo afirmar que Verano es bueno.

Pero si de delirios autobiográficos hablamos, qué me dicen de Auster, mi non plus ultra americano. En los últimos tres días del 2010, a un costado del Cristo Kitch, releí Ciudad de Cristal, primero de la Trilogía de Nueva York y volví a reparar en lo profundamente austeriana que es mi vida o mi concepto de ella.

El lunes pasado, en una entrevista de radio, mi colega Esparza Carlo me preguntó cuáles son los libros que han marcado mi vida. Siempre me cuesta responder, porque eso depende de la época en que fueron leídos. Respondí que de niño me fascinaban Asterix, los caballeros medievales, los piratas y los vikingos (a estos últimos no los superé nunca y el Martillo de Thor tatuado en mi hombro y colgando de mi omnipresente collar es la prueba de ello) Que un día del verano de 1986, a los doce años, empecé a leer Demian de Herman Hesse y mi vida cambió (aunque hoy me parezcan libros de adolescentes) que en la prepa-universidad fui por igual devoto de Milan Kundera y Carlos Castaneda, que jamás dejé de leer novela de la Revolución y considero al postrevolucionario José Revueltas la más feroz, cruda y alucinante prosa que ha nacido en México, si bien mi Maestro tallerista, el único que me ha enseñado algo en lo que a desparramar letras se refiere, se llama Rafael Ramírez Heredia. Que Mario Bellatín (que por una semana previa al 9/11 fue mi maestro) tiene libros que me fascinan y libros que aborrezco. Dije que si tuviera que nombrar un escritor-deidad, nombraría sin duda a Borges y su Aleph, pero si hay una novela que por diversas razones (no todas ellas literarias) ha sido una suerte de obsesión en mi vida, es Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sábato, cuyos escenarios en Buenos Aires he recorrido como frenético buscador de no sé qué fantasmas. Que considero a Roberto Bolaño lo más sobrevalorado e inflado del mundo (el rey va desnudo con los harapos de una prosa del montón y nadie se ha dado cuenta), pero si tuviera que nombrar los escritores vivos de mi edad adulta que son compañeros casi omnipresentes, nombraría sin duda a Ricardo Piglia y a Paul Auster. Nunca me han fallado. No deja de ser paradójico que sea un estadounidense uno las faroles literarios de mi vida (Poe es otro), pero mi vida está llena de momentos austerianos. Aleatoriedad e historia de lo que pudo haber sido son conceptos que me obsesionan. La infinita, constante y cercana posibilidad de ser otra persona, de transformarte en aquello que jamás podrías ser (¿qué tan gruesas son las barreras psicológicas, económicas y sociales que me apartan de convertirme en un indigente?) Bueno, en realidad no dije todo eso. Creo que mencioné lo de Hesse en la adolescencia, lo de Kundera, lo de Borges y Sábato y también dije que el día que me muera, habrá un libro cerca de mí.

Por cierto, ya está en mis manos, aún cerrada, Sunset Park, la nueva novela de Paul Auster. Toco el libro y siento la vibra y la energía que fluye a través de las grandes novelas, de esa tinta mágica que amenaza con transformarse en tatuaje. Perdón, pero quien esto escribe es un austeriano incurable.

Por cierto, casi olvido lo entretenido que estoy leyendo una historia de AC/DC

Wednesday, January 05, 2011




Puedes musicalizar la escena con Wasted Sunsets de Deep Purple o El camino del exceso (Espíritu del Vino) de los Héroes del Silencio o, si lo prefieres, contemplas la copa en silencio e intentas descifrar lo que aparece ahí. ¿Ves lo mismo que yo veo? No sé si alucino, pero ahí, en la copa de vino hay una cara. Carolina incluso descubre varios rostros en los lados. ¿Una copa poblada por espíritus? Hay una cara que domina la escena y está al frente. Nos mira con ojos muy negros. Es la suya una mirada profunda y me queda claro que tiene barba.
La foto fue tomada en el penúltimo atardecer del 2010, a un costado del Cristo Kitch que mira al Pacífico. La foto es, en esencia, una broma ociosa. Quise buscar una imagen cursi que reflejara un poema rimbombante que me hace reír muchísimo (watching the sunset, with a glass of wine) y los fantasmas dijeron presente en una tarde donde podías sentir la magia flotando en el aire. Faces in the window, es una célebre rolita de DIO del álbum DreamEvil. ¿Faces in the glass? Las caras en la ventana eran una recurrente pesadilla infantil. Caras estáticas, petrificadas por el horror mirándote en la oscuridad, pero no recuerdo haber mirado antes una cara en una copa.

Tuesday, January 04, 2011



Cuando el narco tomó por asalto las librerías
Por Daniel Salinas Basave

En la actualidad, todo capo del narco que se de a respetar ya no sólo se conformará con tener sus corridos y sus videos en youtube, sino que deberá presumir tener su biografía con enorme foto en la portada expuesta en la mesa de novedades editoriales de Sanborns y firmada por algún personaje como Ricardo Ravelo, Anabel Hernández o Diego Osorno. Saber si el capo en cuestión se tomará el tiempo de leer su libro es harina de otro costal. La verdad es que salvo por el brasileño Marcola, que presume haber leído más de 3 mil libros entre los que La Divina Comedia tiene mención honorífica (la idea de un narco que lee a Dante me parece fascinante, pero eso será motivo de otra columna) la realidad es que los señorones de los carteles mexicanos no destacan por ser agudos lectores. Vaya, no sé si el Chapo Guzmán se tome el tiempo y el trabajo de leer el gordito libro de Anabel, que sin duda no se acaba en una sentada, aunque seguramente lo mandó comprar y acaso se ría un poco al encontrar inexactitudes y leyendas sobre su persona. Los narcos, a diferencia del garcíamarqueano coronel, sí tienen quien les escriba y no me refiero solamente a los miles de aspirantes a chalinos dispuestos a componer y cantar un corrido por una módica cantidad, sino a todos esos reporteros que desean cubrirse de gloria con libros cuyo periodo de vida será de un semestre.
Los libros de oportunidad han existido siempre y la regla no escrita es que su periodo de vida es tan efímero como el de esos insectos que mueren al acabar el verano. Vaya usted a un Sanborns o la misma librería Gandhi y cuente cuántos libros sobre Ciudad Juárez, los zetas, el Chapo, Osiel Cárdenas, el secuestro o las mujeres de la mafia encuentra en la mesa principal. Hace unos días, en una revistería de aeropuerto, conté 23 narco-libros en una mesa donde no había espacio para nada más. El tema de moda es el amo y señor. Conste que me refiero únicamente a “reveladores” libros de no ficción paridos por sesudos investigadores y no incluyo en la clasificación a todas esas narco-novelitas paridas por poetas chilangos de La Condesa que sueñan con parecer Elmer Mendoza e intentan recrear con sus contraculturales plumas el lenguaje de Badiraguato. Alguna vez mi paisano Gabriel Zaid se refirió en forma crítica a los “demasiados libros”. Pues bien, hoy hay demasiados libros de narco, una saturación que ya raya en lo indigesto.
Insisto, lo de bombardear las librerías con “fast food” es una añeja tradición. En 1994, cuando yo era un estudiante de 20 años, trabajé en la Librería Castillo de Plaza San Agustín, en Monterrey y la mesa principal estaba atiborrada de “reveladores” libros sobre el asesinato de Colosio y el EZLN. Todos prometían documentos secretos sobre oscuras conspiraciones en las más altas cúpulas de poder, complots sanguinarios, Aburtos múltiples y redes extranjeras de espionaje en la Selva Lacandona. Después del 94 no he vuelto a ver uno solo de esos libros en un aparador ni he sabido de alguno que se reedite. Algunas veces los he visto perdidos por ahí en remates de libros usados, pero hasta donde se no conmocionan a nadie ni generan crisis de insomnio. En aquel entonces el asesinato del Cardenal Posadas Ocampo estaba fresquito y ya había por ahí unos tres o cuatro libros que tenían en su portada al Chapo y a los Arellano. De las cascadas de tinta que generó el caso Colosio, lo más rescatable me parece, por mucho, Un asesino solitario, novela de Elmer Mendoza que a la fecha sigue siendo reeditada por la editorial TusQuets. Lo demás fue paja y verborrea, como esos libritos cocinados en microondas por Luis Pazos.
A ver, deténgase usted un momento frente a la mesa de novedades de la librería de aeropuerto y pregúntese cuántos de esos libros se seguirán editando y leyendo dentro de diez años. ¿Habrá alguno de ellos que pase la prueba del tiempo? Yo sospecho que no y si usted quiere, en esta columna le firmo la apuesta.
Ahora bien, podríamos pensar que el destino de todo libro-reportaje sea pasar de moda pronto y de una u otra forma los editores se han resignado a ello, apostándole a vender unos cuantos miles de ejemplares mientras el escándalo está en pasarela, sabiendo que muy pronto se convertirán en la cena de polillas y ratones. No sólo el narco o los escándalos políticos generan libros de microondas en este país. Hasta donde tengo entendido, ese reality show llamado Paulette ya ha generado, por lo menos, un par de libros y puedo asegurarle que en lo que se tardaron en escribirlos y editarlos, varios niños fueron asesinados a golpes por sus padres en este país sin merecer siquiera una nota de cuatro párrafos en los periódicos. Vaya, hasta el ridículo caso Paco Stanley generó sus tres o cuatro libros en 1999. Tienes razón Zaid: demasiados libros.
Pero claro, no todos los textos de no ficción son productos de microondas ni están condenados a ser aves de paso. Un tipo que se llamaba Truman Capote se dio a la tarea de escribir un libro sobre el asesinato de una familia en el poblado de Holcomb en Kansas en 1959. Cierto, fue un crimen brutal, pero le apuesto que desde 1959 varias decenas de miles de personas han sido asesinadas en forma sádica en los Estados Unidos y nada tendría de especial una familia de granjeros. ¿Por qué los Clutter se volvieron inmortales y por qué A sangre fría es un libro que casi medio siglo después se sigue editando? ¿Será porque está escrito con pluma maestra? En cualquier caso, Capote se autoproclamó padre del género non fiction. Los gringos son dados a proclamar paternidades, pero nueve años, antes un argentino llamado Rodolfo Walsh escribió Operación Masacre, un fenomenal reportaje que nos narra lo sucedido la noche del 9 de junio de 1956, cuando un grupo de militares argentinos se sublevaron contra el gobierno autodenominado de la "Revolución Libertadora". El cuartelazo naufraga y en pocas horas se ha convertido en un fracaso total. Pero esa noche, so pretexto de aplicar a rajatabla la ley marcial, el gobierno comete aberrantes atropellos. Lo que Walsh nos narra, es la detención y fusilamiento de doce hombres acusados de estar involucrados en la rebelión, cuando en realidad sólo tres de ellos eran militantes peronistas activos mientras que el resto fueron detenidos por estar en el sitio equivocado. Actualmente, el libro va en la trigésimo sexta edición. ¿Podrá alguno de esos libros microondas de Sanborns sobrevivir más de medio siglo y llegar a 36 ediciones? Si quiere otro gran ejemplo, ahí está Plata quemada de Ricardo Piglia, que narra el asalto a un banco de la Provincia de Buenos Aires cometido en la década de los 60 y que está tan magistralmente construido, que puedo afirmar sin temor a exagerar que está entre los 20 mejores libros de todos los géneros que he leído en mi vida entera
Que los reporteros hagan magia y estiren sus poquísimos ratos libres para escribir textos que trasciendan al papel periódico sigue siendo un mérito pero no es ninguna novedad. Lo que sería una novedad es que en lugar de obsesionarse por vender grandes revelaciones que al final resultan ser de bisutería, apostaran por escribir bien y le entraran sin miedo a los malabarismos narrativos, a los juegos entre la segunda y la primera persona, que bucearan profundo en la psicología de sus personajes y que su aparente distancia reporteril, se permita metamorfear en licencias casi poéticas. Bueno, es una recomendación.
Tal vez estoy siendo injusto al medir a todos los libros microondas con la misma vara. Justo es reconocer que Gumaro de Dios, el Caníbal de Alejandro Almazán es uno de los libros de no ficción mejor escritos en este país. Una verdadera excepción. El libro Los demonios del edén de Lydia Cacho tiene todos los elementos para transformarse en un clásico y resistir la prueba del tiempo, además de haber sido un libro auténticamente revelador que tuvo efectos contundentes. Aunque no lo he leído, sospecho que el libro de Carmen Aristegui sobre Marcial Maciel es algo más que un texto maruchán y quiero creer que el libro de la colega Anabel Hernández, a quien me tocó atender y apoyar en Tijuana allá por 2007, sea algo más que un escandalito de ocasión. Pero si quieren que sea brutalmente honesto, yo paso de la mesa de novedades y de los narco-libros. Hay más libros que vida y la verdad no puedo dedicarles mi tiempo. Fui feliz leyendo Blanco nocturno de Piglia, estoy feliz en este momento con Verano de Coetzee y espero con ansias desesperadas tener en mis manos Sunset Park de Paul Auster y para ser sincero, me llaman más la atención las noticias bomba de lo que ocurrió hace un par de siglos, que las noticias de lo que hicieron los narcos en la esquina de mi calle.

Monday, January 03, 2011




Oscuridades de enero. La primera lluvia del 2011 llega con el atardecer. Helada, terca y chingaquedito. Más invernal que el invierno. Luces encendidas a las cinco de la tarde. Enero con su rostro de cruz, con su cuerpo de colina cuesta arriba, de eterno desmañanado. ¿Ha empezado la década ahora? Según yo había empezado con el 2010, pero hay criterios cronológicos que nunca entenderé del todo. Enero pesa. Es de piedra mojada y caricia fría. Enero está aquí, con sus forzados renacimientos a cuestas, con sus promesas de enmienda y austeridad, con esa actitud tan de culpable resaca. Por ahora sólo pido a la deidad que quiera escucharme, que Iker, siempre tan sano y cargado de buenas defensas, no se me vaya enfermar con esta mierda de clima. Al final de cuentas, reparas en que la vida es esencialmente sencilla y dentro mis deseos y propósitos todo se reduce a uno, y es que nuestro hijo esté sano y contento. Lo demás viene por añadidura. Por lo pronto, un a dosis de primavera empieza a urgirme en este momento.

Como no queriendo mucho la cosa este blog cumplió ocho años de mantenerse ininterrumpidamente en la red. Nació en diciembre de 2002 y desde entonces a la fecha no he parado de tundir teclas y desparramar desvaríos a diestra y siniestra. Ocho años parecen ser un abismo infranqueable en el mundo de la tecnología. Hace ocho años los blogs aún no habían saltado al mundo de lo políticamente correcto y a las vacas sagradas de páginas y cementerios editoriales de grandes diarios les faltaba algún tiempo para descubrirlos. Hay quien dice que los blogs ya pasaron. Su ascenso y caída fueron meteóricos. Hoy, en un mundo de twitteros compulsivos y personajes que viven por y para su facebook, los blogs parecen formar parte de lo ancestral. Hay quienes me han dicho que esto es anacrónico, que ya no tiene sentido, que “los blogs pasaron de moda”. Vivieron su fiebre primaveral de dulce anarquismo allá por el 2003 y 2004 y luego pasaron a dormir el sueño de los nostálgicos.

La vieja guardia bloguera simplemente naufragó o murió de aburrimiento. Aquellos blogs incendiarios que desataban feroces polémicas se fueron a dormir. Para algunos, la existencia de facebooks y similares acabó de sepultar a la blogósfera y mantener en pie un blog que nadie lee en pleno 2011 no tiene sentido alguno. Lo que tal vez ignoran, es que yo nunca he sido un tipo a la moda. Eterno Retorno puede no tener un solo lector y eso es algo que no me afecta. Si tiene cero lectores o tiene uno o tiene dos, es un asunto del que no voy a enterarme. No tengo ni he tenido nunca un contador y salvo por un breve periodo, he carecido de sección de comentarios. Este es y ha sido siempre un blog autista que no requiere de aplausos para existir y por eso mismo, seguirá existiendo enfrascado en su monólogo interno.

Tengo un facebook, por supuesto, pero eso nada tiene que ver con el blog. El facebook es un simple álbum de familia que tiene una finalidad específica y una razón de ser práctica, que es compartir con familiares y amigos fotografías de nuestro hijo, si bien en últimas fechas me ha sido muy útil para promover actividades relacionadas con mi libro.

El blog en cambio no tiene finalidad específica ni razón de ser. Existe porque sí, por la misma razón por la que desde 1984 empecé a escribir un diario con una caligrafía incomprensible que nadie nunca leería. ¿Por qué lo escribía? Por las mismas razones que te tomas una copa de vino. Porque te gusta y sientes necesidad de ello. Por eso escribo este blog y por eso lo voy a seguir escribiendo mientras tenga ganas y sienta la necesidad de hacerlo.

Por cierto, en ocho años jamás he borrado ni un punto ni una coma de este blog. Todo lo que he desparramado aquí se mantiene tal como fue escrito, con todo y sus errores y sus fatales consecuencias. He escrito algunas cosas que hoy considero erróneas y de las que podría arrepentirme. He publicado afirmaciones contundentes y extremas sobre cosas que nunca haría y que al final acabé haciendo. Suponiendo que un improbable lector tuviera la paciencia, la ociosidad y las suficientes ganas de joder para sumergirse en los archivos de Eterno Retorno, podría echarme en cara una que otra frase muerde- lengua y a mí no me restaría más que admitirlo con toda franqueza y humildad con mi lengua partida en dos. No por eso voy a borrarlas o editarlas. El camino de la existencia es así. En su momento creí y pensé algunas cosas que a fuerza de lecciones de vida eché por tierra. En cualquier caso, son las menos. Básicamente, sigo siendo el mismo tipo y no tengo demasiados desacuerdos con aquel ocioso que empezó un blog en una tarde de invierno.

Sunday, January 02, 2011




Este es el Cristo del que he escrito, el que a unos metros de nosotros se despidió del 2010 entre hechizantes atardeceres poblados de fantasmas. Días extraños los que han transcurrido, islotes en la altamar de la vida cotidiana, rituales de un nuevo comienzo, ceremonia del renacer. Vaivén de los ciclos, Retorno, Eterno Retorno. Movimiento perpetuo de almas e ideas.