Eterno Retorno

Friday, May 13, 2011


Viendo el vaso medio lleno y poniendo una dosis de optimismo, hay que empezar por aplaudir y celebrar que Tijuana tenga una Feria del Libro madura, una feria que después de tres décadas se ha vuelto ya una tradición de la ciudad. Pese a lo limitadísimo del presupuesto, a los cambios de colores en las administraciones y al panorama a menudo adverso que enfrentan los libreros, cuando llega el mes de Mayo Tijuana celebra su Feria del Libro. Ello se ha conseguido en gran medida por el empeño y la dedicación que le ponen libreros comprometidos como don Alfonso López Camacho de Librería El Día, verdaderos quijotes de la promoción de la lectura a quienes mucho debe esta ciudad. Contra viento y marea, navegando a contracorriente en una época en que el legado de Gutenberg parece estar herido de muerte, con gigantes estadounidenses como Barnes and Noble y Borders convertidos en fantasmas, la Feria del Libro de Tijuana está ahí y dice presente. La mudanza a Plaza Río parece haber sido benéfica y el designar a Federico Campbell como escritor homenajeado es una decisión justa y atinada. También es de aplaudir la constancia en el espacio dedicado a la lectura infantil. Pero claro, no todo es miel sobre hojuelas. La feria es constante, se mantiene, pero no crece, no trasciende y sobre todo no innova. Es una feria doméstica en donde la inmensa mayoría de la oferta son libros que podemos encontrar en esta ciudad los 365 días del año, pues casi todos los expositores son locales. Por su ausencia brilla un Consejo Consultivo Ciudadano de la Feria del Libro como un órgano institucional permanente que vaya más allá de la organización de un evento y trabaje todo un año para hacer de la de Tijuana una feria que pueda ser punto de referencia y atracción nacional e internacional. ¿Se vale soñar? Al final, con o sin grandes apoyos oficiales, con o sin grandes nombres de literatos en el cartel, a una feria del libro la hacen y la mantienen los lectores.