Eterno Retorno

Sunday, May 08, 2011


Del diario de Amber Aravena...El consejo de redacción de la revista Gato de Azotea me había propuesto elaborar un reportaje sobre la cartografía literaria de Vargas Llosa. Con su Premio Nobel en la mano, el peruano estaba en los cuernos de la moda y casi cualquier cosa que se escribiera sobre él garantizaba varios miles de lectores. La idea del reportaje era algo ordinaria a decir verdad. Viajar a Arequipa buscando viejitos que pudieran platicarnos algo en torno a la infancia del novelista y anécdotas de su familia. Por supuesto, el reportaje incluía una visita al colegio Leoncio Prado de Lima para recrear el entorno en que se gestó La ciudad y los perros y un paseo por las calles del transformado Miraflores. Con una dosis de imaginación y otro poquito de tenacidad pude haber creado una crónica memorable, pero en cualquier caso predecible. Sin haberlo escrito todavía, sentía que ya estaba leyendo mi reportaje, rico en lugares comunes. Claro, podía dar con algún tipo que me platicara un detalle desconocido y sorprendente de la infancia de Vargas Llosa, algo que contradijera de golpe y porrazo su confesional Pez en el agua, pero de la forma que fuera el asunto no podía llegar demasiado lejos. En cuestiones periodísticas, mi primera regla es que la primera persona fascinada con el reportaje debo ser yo y la idea de ese reportaje no me fascinaba. Entonces, una mañana cualquiera me reuní con mi editor Mauricio Moscoso y así, a bocajarro y sin preámbulos, le dije que en lugar de escribir un reportaje sobre Vargas Llosa, escribiría mejor el reportaje que Vargas Llosa hubiera deseado escribir.

El “Chivo” Rafael Leonidas Trujillo acabará por parecerte soso y ordinario si lo comparas con Alfio Wolf, le dije Moscoso. Si Vargas Llosa descubriera a Wolf, sin duda escribiría una novela sobre él. Ni el Patriarca de García Márquez ni el Supremo de Roa Bastós cargan a cuestas una leyenda negra tan extravagante, le expliqué. Por supuesto, Mauricio Moscoso, un sabelotodo a quien nunca puedo tomar malparado, conocía la existencia de Alfio Wolf y algo sabía de su leyenda.

La idea, le expliqué, era retratar al monstruo en su ecosistema, dibujar su retrato y mostrar como un ser como semejante leyenda negra a cuestas, cierta o falsa, podía aspirar a convertirse en gobernador de una provincia. No era solo la historia de un político relacionado con la mafia, algo que era la regla y no la excepción en Latinoamérica. Era la suya una historia de extravagancia, de mesianismo, una suerte de caudillaje exótico, siniestro y surrealista.

- Imagínense tan solo el artículo y pónganse en los zapatos de nuestros lectores: Sí, muy bonita la cartografía literaria del Premio Nobel, Arequipa y sus crepúsculos, la saga de los Llosa, el padre tiránico, el colegio militar, el adolescente rebelde que huye en amasiato con su tía. El pez en las aguas del periodismo narrativo. Le puede interesar a nuestros lectores, cierto, pero dudo que les sorprenda. Ahora imagínense la historia de un devorador de cuellos de jirafas y testículos de tigre, que colecciona mujeres bellas, fieras híbridas e historias negras; un caudillo grotesco y surrealista que gobierna la ciudad fronteriza más visitada del mundo, la que colinda con el estado más rico de la Unión Americana.-