Eterno Retorno

Monday, March 14, 2011



Biblioteca Bartleby

Si la Biblioteca de Alejandría pudo presumir albergar todo el saber escrito del mundo antiguo, imaginemos por un momento la Biblioteca Bartleby, que contiene todo aquello que fue escrito pero jamás publicado, una gigantesca acumulación de manuscritos y borradores que jamás vieron la luz, papeles interrumpidos, obras inacabadas. Más dramático es imaginar la biblioteca que contuviera las obras nonatas que ni siquiera llegaron a transformarse en el embrión de un borrador, novelas o cuentos concebidos en la imaginación que ni siquiera alcanzaron a materializarse en palabra escrita. ¿Se imaginan de qué tamaño sería esa biblioteca? Mucho mayor que la de Alejandría. Cierto, es imposible no ceder a la tentación de imaginar que en la Biblioteca Bartleby de los libros nonatos yace una ignota Divina Comedia o un Fausto sin lector. La idea nos da para fantasear un rato.

Fragmentada

La lectura se vuelve cada vez más fragmentaria y fugaz, como si las palabras estuvieran condenadas a ser un simple pie de foto, un auxiliar para poder marcar o identificar lo que las imágenes nos intentan decir. La mentirosísima expresión “una imagen vale más que mil palabras” ejerce con despotismo su tiranía. Escribir un texto demasiado largo se vuelve un crimen en la era de internet. No dudo Los Miserables de Víctor Hugo se pueda leer en un kindle sin que le falte un punto y una coma. Lo que me genera serias dudas es si alguien se ha tomado el tiempo de leer un texto de ese tamaño a través de una pantalla. Aún así, los amantes de Sunset Park siguen leyendo sin saber si representan una de las últimas imágenes del lector tradicional dentro de una novela.

El lenguaje se reduce al mínimo posible, un acribillar compulsivo de monosílabos donde las letras son suplidas por caritas felices y dibujitos diversos que expresan emociones. Cierto, en apariencia el lenguaje escrito es la base de internet, pero el Homo videns sartoriano gana terreno rápidamente. La consigna en la prensa on line es la brevedad extrema en lo que se refiere a texto y la abundancia de videos e imágenes. Una brevedad asociada al “surfeo” compulsivo, al cambio casi inmediato de página, a la total ausencia de profundidad y concentración, triste marca de nuestro tiempo.