Eterno Retorno

Friday, June 11, 2010

Iker cumplió su primer medio año de vida. El lugar común sería afirmar que este tiempo se fue como arena mojada entre las manos, pero la realidad es que estos seis meses parecen ser una distancia abismal cuando recuerdo al cachorrito que llegó a casa aquel helado diciembre. Iker sigue siendo un bebé lactante, cierto, pero desde un tiempo para acá tiene cara y actitud de niñito. La comunicación que establecemos con él es mucho más profunda. Sonríe y se ríe muy a menudo. De hecho siempre amanece sonriendo. El amanecer es para él una hora feliz. Su sonrisa matutina me carga de energía y es sin duda la mejor manera de iniciar el día. Lo triste del caso, es que no vuelvo a verlo hasta bien entrada la noche e invariablemente lo veo dormido.
Tal vez en otra época de la vida hubiera podido convivir más con mi hijo, pero estos han sido seis meses laboralmente intensos, ajetreados al máximo. Por ahora vivo y juego cada día como si fuera una gran final y juego para ganarla. Quemadas todas las naves, no hay otro camino que la victoria. No hay demasiado autocuestionamiento ni reflexión. Solo trabajo, puro y duro; trabajo de inmediatez, con pleno convencimiento. El trabajo es una droga potente, potentísima.
Trabajar en una campaña te permite peinar la ciudad de cabo a rabo. Hay algo que me ha quedado claro: Nunca conocerás todo Tijuana. Quien jure conocerla, miente. En su desafiante topografía, la ciudad esconde más de un secreto. En duelo con la gravedad, desciendes por escarpadas laderas hasta colonias imposibles, salpicadas de historias. Un gimnasio de box lleno de espíritu y miseria; un adolescente sobreviviente de una operación de tumor cerebral que sin cantar mal las rancheras sueña con ser cantante. Negros nidos de almas, luces al final de infinitos túneles urbanos donde alcanzo a ver rostros de esperanza. Será que la paternidad me pone sentimental, pero me puede mucho ver a los niños en las colonias, correteando balones en eternas canchas de lodo. La imagen de un niño correteando un balón en una cancha de terrones y piedra es omnipresente, eterna, universal. Así corrieron Garrincha y Maradona. Así corren miles de niños esta tarde en mil y un barrios imposibles
Estar en una campaña es como ser parte de una novela coral del Siglo XIX. Una obra de más de mil páginas, a lo Guerra y Paz de Tolstoi, Los Miserables de Víctor Hugo o más bien como La Comedia Humana de Balzac. Sí, esto es una obra de Balzac, el mosaico de una sociedad entera. Tijuana como un gran mural de Rivera. Tijuana como inabarcable rompecabezas. Escribo desde el Mariano Matamoros. Cae la noche en el Este de la Ciudad.

Wednesday, June 09, 2010

BIBLIOTECA DE BABEL
Cuando éramos honrados mercenarios
Arturo Pérez Reverte
Editorial Alfaguara

Por Daniel Salinas Basave

Cuando leo textos así, me queda claro que el oficio del periodista puede ser muy similar al del boxeador y la pluma puede hacer las veces de espada o flecha envenenada. Aquí no hay linduras ni complacencias, sino rudeza en su estado más puro y duro. Una rudeza aguda, inteligente, aunque en absoluto sutil. Aquí no hay cachetaditas de guante blanco, sino trancazos de puño cerrado. El colega Pérez-Reverte escribe desde la esquina de un ring periodístico-literario en donde no se salva nadie.
Hace algunos años, mi esposa Carolina me regaló “Con ánimo de ofender”, una compilación de la obra editorial periodística de Arturo Pérez- Reverte. Comprendí entonces las razones por las que los artículos del reportero de Cartagena generaban un bombardeo de ofendidas cartas, escritas por lectores de vestidura rasgada. Pues bien, ahora ha caído en mis manos “Cuando éramos honrados mercenarios”, continuación de aquella obra que a tantas “buenas conciencias” ofendió. Por fortuna, en este nuevo arsenal periodístico la pólvora no se ha mojado, pues el material es tan explosivo como antaño. La vena periodística de este ex corresponsal de guerra sigue siendo ruda, callejera y sin demasiadas contemplaciones a la hora de ofender al prójimo.
Es una grata sorpresa encontrar el alma de un periodista políticamente incorrecto detrás de la pluma de un best seller de la Editorial Alfaguara.
A menudo, los narradores que pueden presumir varios millares de ejemplares vendidos se transforman en pavorreales de feria libresca y ello les genera un montón de compromisos sociales y económicos que deben respetar aún a costa de ablandar o reprimir su pluma. Por fortuna, este no es el caso de Pérez- Reverte
Don Arturo parece no estar en absoluto preocupado por resultar cómodo, agradable o digerible en sus artículos. Sobre aviso no hay engaño. El que se sienta ofendido, que mejor cierre el libro y vaya en busca de algún cariñito meloso de superación personal o un lavado cerebral new age donde nos digan que valemos mucho y el mundo es rosa. En los honrados mercenarios encontramos, antes que otra cosa, una sobredosis de brutal honestidad. Honestidad de puño cerrado, cierto y por eso mismo profundamente humana, de carne y sangre caliente. En esta tinta respira un alma.
Si usted se pregunta por la temática, le diré que aquí hay dulce, chile y manteca. Mucha vida cotidiana, sí y también uno que otro escupitajo contra la hipocresía de lo políticamente correcto. Hay algunos textos de historia, que tanto apasiona a Pérez- Reverte, crítica política e incluso consejos a sus hijos para disfrutar la vida y hacerse de un buen arsenal de cultura general.
La constante de todos estos artículos y sin duda la salsa picante que da sabor a este libro, es la compulsiva irreverencia de su autor.
Sarcasmos, ironías, mordacidad sin límites e insultos bien asestados, caracterizan a cada uno de estos artículos.
Pérez- Reverte no escatima en hablar a cada momento de falta de cojones, en atiborrar los párrafos con el españolísimo “joder” y ametrallar con “hijoeputas” compulsivos. Una irreverencia que nos carga de vida.

Preguntémonos por un instante qué hubiera pasado si alguna autoridad policial mexicana, del nivel que sea, golpea a un ciudadano estadounidense hasta causarle la muerte. ¿Hasta qué niveles llegaría el escándalo internacional? ¿Se imagina usted cuál sería la suerte que correrían los agresores? ¿Qué castigo exigiría Washington? Si de algo podemos estar seguros, es que no se quedarían callados ni se limitarían a un tímido señalamiento. Sin embargo, un ciudadano mexicano, Anastasio Hernández, puede ser asesinado a patadas y descargas eléctricas por la Patrulla Fronteriza sin que suceda nada, absolutamente nada, fuera de los tibios extrañamientos consulares y los reclamos de los organismos ciudadanos defensores de los migrantes, que al final son las únicas voces que claman justicia en medio de un desierto de indiferencia.


El asesinato de Anastasio Hernández nos demuestra con brutal crudeza que en el orden geopolítico internacional hay quienes tienen licencia para matar. De la misma forma que Israel puede con total impunidad asesinar a los tripulantes de un barco con ayuda humanitaria para Gaza, las corporaciones federales de Estados Unidos pueden cometer atropellos a las más elementales garantías humanas sin que haya consecuencias. Anastasio Hernández no era un criminal o un malviviente. Era un ciudadano que tenía más de dos décadas viviendo en Estados Unidos trabajando honradamente en la construcción. Un hombre que tuvo cinco hijos nacidos en el vecino país y que trabajando muy duro, recibiendo un sueldo muy por debajo de lo que ganaría un ciudadano con sus papeles en regla, contribuyó a la economía de Estados Unidos. Pero en el país de Barack Obama, en el país de la libertad y los derechos civiles, en el país que es nuestro socio comercial y con quien llevamos años soñando con un acuerdo migratorio, es tolerado un artero crimen con derroche de saña y brutalidad. Un asesinato cometido por parte de un cuerpo policial federal en contra de un ciudadano honesto, desarmado e indefenso. Lo que le pasó a Anastasio Hernández le puede pasar a cualquiera y acaso las consecuencias serían las mismas: el tibio reclamo diplomático de rutina, una protesta, una amonestación sin consecuencias de tipo penal para los responsables y al final, la impunidad como única ganadora y el olvido como amo y señor.

Monday, June 07, 2010

Debería haber puesto en este blog un letrero en donde se leyera “cerrado por campaña; nos vemos el 5 de julio”, pero por supuesto, pensé que podría darme el tiempo, que siempre existe la posibilidad de unos minutos de desvarío literario a la semana, pero ahora comprendo que no. Por ahora toda mi energía y capacidad de concentración está concentrada en Tijuana en Positivo.
Ahora ni escribo ni leo otra cosa que no sean temas políticos relativos a mi nuevo encargo. Mi vida ha cambiado radicalmente. Escribo ahora mismo desde el camión de campaña y en este preciso momento voy pasando por el Parque La Amistad en Otay. Estoy metido en cuerpo y alma en esta tarea. Murió DIO y yo me enteré en la ruta, sin posibilidad de rendirle el homenaje que se merece la Voz Sagrada del Metal, unos de los máximos soundtracks de mi existencia, un cantante por el que siento un respeto sacramental. El Tuca vuelve por tercera vez a Tigres y yo ni enterado. Inter se coronó en la Champions y Toluca en México y de pisa y corre los vi en el camión. A mi hijo apenas lo veo unos minutos al amanecer y cuando regreso a casa lo encuentro dormido. Lo más bello de todo, es que siempre despierta sonriendo. Su risa en la mañana es mi bienvenida al nuevo día. A medias leo Plataforma de Houellebecq avanzando media página por día mientras en el buró mastico en vigilias y duermevelas El Hacedor de Borges y La Invasión de Piglia. Digamos que me he ido a un viaje donde no hay sábados ni domingos ni momentos de relax. Pero… ¿Saben una cosa? Lo hago por convicción y si estoy aquí, es porque creo en este proyecto y por cierto… vamos por la victoria y no hay quien nos pare.