Eterno Retorno

Friday, December 03, 2010



Mi editorial de Noticiero SINTESIS con mis colegas y amigos Roxana Di Carlo y Fernando Martinez, ha cambiado del martes al viernes. Esta fue la de hoy, dedicada a mi colega? Julian. Libertad ante todo, Libertad, aunque tantos crimenes se cometan en tu nombre.

De pronto, el sueño de todo reportero de investigación se materializa: un reducido grupo de ciudadanos logra desquiciar y poner de rodillas a la elite política y militar del planeta. Su arma de destrucción masiva, es la simple revelación de verdades ocultas. WikiLeaks y Julian Assange han puesto de cabeza al mundo. Como reportero, uno siempre soñará con una hazaña semejante: dar a conocer públicamente una verdad que el poder se empeña en ocultar a toda costa. Sí, visto con una dosis de romanticismo, el tema parece la quijotesca lucha de unos cuantos locos idealistas contra el mayor monstruo político del planeta. Juan Pueblo desnuda la hipocresía del Pentágono y revela los asesinatos de civiles y las torturas cometidas en la absurda Guerra de Irak. Hasta ahí el asunto puede parecer heroico. Washington le ha mentido al mundo, le ha mentido a sus ciudadanos y WikiLeaks lo pone en evidencia. La nueva sorpresa de la caja, es la revelación de cables diplomáticos, en donde México y también Tijuana, tienen menciones honoríficas. Cierto, la revelación desnuda el doble discurso de la política exterior estadounidense, pero aquí cabría hacer algunas observaciones. En la política interna de toda nación o entidad, existe una esfera pública y una esfera privada. Ello también es aplicable a las empresas y a las familias. Todos nosotros tenemos, en mayor o menor medida, un ámbito de temas y situaciones que se tratan en privado y eso es muy natural. ¿Es válido o responsable hacerlo público al costo que sea? En afán de evidenciar la hipocresía de un sistema ¿se vale poner en riesgo vidas humanas o hacer tambalear frágiles relaciones diplomáticas? No es justificable la vil persecución política de la que está siendo víctima Julian Assange, maquillada con un asunto de presunto acoso sexual en Suecia, pero tampoco parece justificable propiciar un conflicto y perjudicar a inocentes por el afán de hacer pública la correspondencia privada. Lo cierto es que con Wikileaks las reglas del juego están cambiando radicalmente. Parece ser que en 2010 el mejor reportero investigador es el hacker y hasta las conversaciones y correos que creemos más estrictamente privados, son susceptibles de salir a la luz. El poder político debe entender que la opacidad y la mentira nos son válidos y que la mejor medicina contra escándalos semejantes, es hacer de la transparencia una permanente vocación.


V

Polvo de otros lodos ancestrales

Algo muy distinto sucedió un lustro antes con Manuel Buendía. En 1983 yo era un niño de 9 años ajeno por completo a los periódicos y aún así llegó hasta mis oídos la noticia de que en la Ciudad de México habían asesinado por la espalda a un periodista. También me enteré que había un puerco tufillo a crimen de estado detrás de la bala que mató al comunicador. No se trata de caer en la odiosa comparación de Buendía con Calleja, pero es innegable el abismo que separa al nivel de cobertura noticiosa que se dio en su momento a sus respectivos asesinatos. Hoy que soy periodista, me ha quedado muy claro que la sencilla razón de esta disparidad abismal son los más de 3 mil kilómetros que separan a la capital del país del último rincón norteño de su geografía, el lugar donde empieza y termina la patria. No hay que darle demasiadas vueltas al asunto. La firma de Manuel Buendía aparecía en medios nacionales. La del Gato en un semanario cuya área de influencia no traspasaba las fronteras de Baja California. Centralistas hasta en la jerarquización de la información, los medios nos hemos encargado de dar mucho más peso a lo que sucede en la Gran Tenochtitlán. Afuera de sus límites todo el país es un enorme Cuautitlán y para nuestros colegas de los medios nacionales, los periodistas de Tijuana somos, en el mejor de los casos, una suerte de exóticos quijotes de la pluma, gacetilleros suicidas que tunden teclas en medio de una orgía de balas, desafiando a oscuros poderes desde una desvencijada redacción perdida en medio del desierto.