Eterno Retorno

Sunday, December 12, 2010



El Conejito ha cumplido su primer año de vida con cada vez más frecuentes caminatas de cinco o seis pasitos. Tenemos un hijo Ikeractivo. Un brinco al corazón del fértil Valle del Fuerte para presentar Mitos del Bicentenario ante los sinaloenses y el Premio Estatal de Literatura para mi Réquiem por Gutenberg, son las noticias que tenemos para narrar en esta entrada número 2000 en la historia de Eterno Retorno.
Por obvias razones, nunca olvidaré los días de la segunda semana de diciembre del 2009. Un día antes del nacimiento de Iker, el 7 de diciembre, una tormenta marca Antiguo Testamento desparramó su furia sobre Tijuana. Faltaban unas horas para la llegada del Conejito al mundo y el cielo lo festejó con tremenda parranda de truenos y relámpagos.

El 8 de diciembre Iker dijo presente y nuestra vida tomó un sentido. Hay en nuestra biografía un A.C. y D.C. Antes de Iker y después de Iker. Con el proceso de Ikeractividad en su fase más aguda, este pequeñino ha puesto la primea velita en su Ikeractivo pastel. El tiempo ha sido un río caudaloso que corre a la velocidad de un torrente. Nunca olvidaremos la segunda semana de diciembre de 2009, pero seguro estoy que tampoco se borrará esta segunda semana de diciembre de 2010.

A menudo suelo odiar el celular, pero muy de vez en cuando, ese aparatejo es capaz de recetarte alguna sorpresa de la que te acordarás toda tu vida. Retornaba yo de Los Mochis, Sinaloa, hasta donde el barquito de papel en su errante andar llevó mis huesos. Llevé Mitos del Bicentenario a la capital de la improbabilidad, a Mochicahui, a la Universidad Autónoma Indígena. Me había apenas bajado del avión y me dirigía con algo de prisa a concretar cierta firma urgente, cuando en eso suena mi teléfono. Un 686, número de Mexicali. Imaginé algún pendiente de chamba, pero me topé con la voz de alguien que se me identificaba como representante de juegos y sorteos que pedía le diera todos mis datos personales Por qué no colgué de inmediato, no lo sé. Traía algo de prisa y no estaba para bromas, pero creo haber respondido “¿y eso qué es?”. “Que le queremos notificar que se ha ganado un premio y necesitamos tomarle algunos datos”. Preparaba ya una respuesta ingeniosa para quitarme de encima con algo de gracia el típico fraude telefónico decembrino, cuando la voz en cuestión me dijo, “se ha ganado usted un premio, el Premio Estatal de Literatura en la categoría de ensayo”. La voz del otro lado de la línea era la del que es sin duda el mayor dramaturgo que tiene nuestra entidad, Ángel Norzagaray y tan convincente fue la actuación de la historia de juegos y sorteos, que me costó mucho, pero en verdad mucho cambiar el chip y creer que no era una broma.

Réquiem por Gutenberg nació en un momento difícil. Lo comencé a escribir el 5 de julio, a unas horas de haber perdido la elección, en un verano de cielo nublado y esperanzas pospuestas. Lo terminé el 29 de agosto. A diferencia de Mitos del Bicentenario, Réquiem por Gutenberg fue concebido desde el primer momento como un libro y fue trabajado como una unidad con el propósito específico de inscribirlo. El ensayo me dejó satisfecho y puse en él una buena dosis de fe, pero aún así me generaba ciertas dudas. En toda mi vida he participado en apenas dos certámenes literarios y siempre creí que ganar uno estaba reservado a gente más canchera y con colmillo retorcido en el ring de la cultura. Mentiría si pretendiera mostrar indiferencia. Ganar este premio me ha puesto muy contento, me carga de energía y llena mi inspiración con el combustible necesario para emprender un nuevo proyecto. En tiempos difíciles para la economía, el factor monetario del premio es oro molido, pero con toda honestidad, lo que más me emociona es haber roto el paradigma de no participar en este tipo de certámenes y sobre todo el hecho de poder publicar un segundo libro en tan breve lapso de tiempo.

El segundo barquito de papel está listo para zarpar en busca de lectores y el tercero ya está en el aserradero, con toda la vena creativa por delante.
Recibí esa llamada apenas unos minutos después de haber aterrizado en Tijuana. La última canción que escuché en el avión y que tarareaba mentalmente al llegar al aeropuerto, tiene que ver mucho, o en algo, con esta vida.

Últimamente pienso en los años gastados, el tiempo que se fue por la borda, el tiempo que se diluyó en un vaso de vino, el tiempo que se pudo aprovechar mejor, pero que al final de cuentas disfrutamos inmensamente. Después de todo, al hacer un balance, reparas en que los años de oro son estos, justamente este tiempo, este 2010 que termina.
En fin, esta rolita de Maiden refleja en gran medida mi sentir.

From the coast of gold, across the seven seas,
I'm travelling on, far and wide,
But now it seems, I'm just a stranger to myself,
And all the things I sometimes do, it isn't me but someone else.

I close my eyes, and think of home,
Another city goes by, in the night,
Ain't it funny how it is, you never miss it til it's gone away,
And my heart is lying there and will be til my dying day.

Chorus:
So understand
Don't waste your time always searching for those wasted years,
Face up...make your stand,
And realise you're living in the golden years.

Too much time on my hands, I got you on my mind,
Can't ease this pain, so easily,
When you can't find the words to say, it's hard to make it through another day,
And it makes me wanna cry, and throw my hands up to the sky.

Chorus:
So understand
Don't waste your time always searching for those wasted years,
Face up...make your stand,
And realise you're living in the golden years.


PD- Una grata sorpresa fue participar como invitado en la Novena Feria del Libro de Los Mochis, el secreto mejor guardado de Sinaloa, un evento que a punto de cumplir su primera década, empieza a transformarse en una tradición del Noroeste y un gran escaparate para descubrir nuevas plumas sinaloenses, bajacalifornianas y sonorenses, además de presentar algunos autores con carreras consolidadas. Durante una semana, la Plazuela 27 de septiembre, en el corazón del Valle del Fuerte, se viste de tinta y papel con una entusiasta participación de los mochitecos, que han adoptado su feria y la defienden contra viento y marea, cambios de administraciones y recortes presupuestales, de los cuales la cultura es, en tiempo de crisis, la víctima favorita. Aún así, esta ciudad ha logrado mantener su feria en pie y con ello demostrar que la tierra sinaloense es mucho más que el cliché de una negra leyenda. Los libros están ahí, en el Centro de la Plaza, sonriéndonos desde el estante. Sus portadas miran a nuestros ojos y por telepatía hablan de paraísos perdidos que yacen ocultos en sus páginas, de un pasaporte a mundos fascinantes. Sí, los libros pueden ser, al menos por una semana, los mejores amigos de una ciudad. Pregúntenle a Mochis. DSB