Eterno Retorno

Friday, November 05, 2010


Ideas prófugas y fugaces como luciérnagas, encendiéndose y apagándose en tu cabeza. Mil y un luciérnagas cruzando con sus destellos tu mente; un torrente de ideas que volarán frente a ti, como una bandada de pájaros salvajes e insurrectos que nunca meterás en la jaula de tu escritura.

Atípicas madrugadas de cielo limpio. La condición Santa Ana te permite hacer un inventario de las estrellas. En el reino de la humedad donde habitamos, la costumbre hecha ley es que la niebla baja a ras de huesos y se infiltra en tus poros. Aquí no puedes ver en dos metros a la redonda y no hay cristales sin empañar. Por eso, una madrugada así, donde hasta la silueta de las islas hace pasarela en el horizonte y San Diego es una franja de nítidas luces al final de la noche, es un diamante en el carbón. Y sí, cada cierto tiempo, sobre todo de madrugada, suelo sorprenderme de habitar en una frontera, en el límite de todo, en el borde mismo. La tierra y el mar. Norteamérica y Latinoamérica. Líneas y cicatrices; lado oscuro y luminoso. Un lado y el otro, siempre el otro, allende, más allá. El otro lado del mundo y el otro lado de la cama. El otro lado de tu mente. ¿Dónde está tu propia frontera interior? No te hagas el anarquista y el sin patria. Tú también tienes tus migras psicológicos, tu aduana que supervisa el cruce entre un estado de ánimo y otro.

Mito de Sísifo, Castillo de Kafka, Autopista del Sur…absurdo total. ¿Qué imágenes revolotean en tu mente cuando ves la línea cada mañana? Sí, imaginas a una suerte de académico extraterrestre estudiándonos, diseccionando con microscopio nuestra estupidez, sacando conclusiones contundentes sobre nuestra vocación por el sinsentido. La roca de Sísifo no resulta tan absurda como nuestros carros perpetuamente encendidos, sobrecalentados, desparramando nuestro salario en gasolina adulterada. Los personajes de la Música del Azar de Auster colocan ladrillo tras ladrillo para construir una barda en medio del vacío, una barda que no delimita ni marca nada. En la Autopista del Sur de Cortázar, miles de automovilistas atrapados en una vialidad afuera de París acaban conformando la comunidad del embotellamiento. En la frontera más transitada del mundo, esa comunidad se forma cada madrugada. Una comunidad de más de 40 mil almas que mal duermen en territorio mexicano y cada amanecer emprenden el camino rumbo al sueño americano, con su omnipresente visa de turista, con su nada que declarar, con su miedo al mal día del migra

Pobre gente (o pobres gentes) fue la primera novela de Dostoievski. No la he leído pero a cada momento me topo de frente con sus personajes. La pobreza no suele negarse a sí misma. La pobreza es un rostro, una actitud, una condición del alma. You don’t walk so proud, you don’t talk so loud. La pobreza es ante todo un lenguaje, un código de conducta. Si midiéramos el capital en recursos disponibles en efectivo, puedo concluir que este día soy tan pobre como los cientos de mujeres mexicanas que me rodean y que luchan, a su manera, por superar esa condición. Sí, acaso puedas poner un peso más en la alcancía y asegurar la comida de la semana. Sí, acaso puedas poner un piso de cemento en tu casa, acceder a un servicio, pero es imposible superar la crianza de odio, los micro infiernos individuales en que irremediablemente se convierten sus hogares. Alcoholismo y chingazos, desesperanza y frustración. Miedos complejos, Sus rostros los reflejan.

En un pasaje del libro Viaje a Ixtlán de Carlos Castaneda, Don Juan Matus aconseja a su discípulo tener a su Muerte como consejera. La Muerte es una compañera fiel que en todo momento camina a nuestro lado izquierdo y está ahí, como guardiana omnipresente todos los días de nuestra efímera vida hasta el momento inevitable en que nos toca el hombro.