Eterno Retorno

Wednesday, September 01, 2010

El Aleph de Borges habitaba en una casa de la calle Garay en el barrio de Palermo, en Buenos Aires. El mío tenía su domicilio en la calle Río San Juan, en el número 103, en la colonia Miravalle de Monterrey. En las paredes de esa casa, derrumbada un triste día de 1993, habitaba el Todo, materializado en la biblioteca más fascinante que he encontrado en el mundo entero. En la casa de mi Abuelo, Agustín Basave Fernández del Valle, el color de las paredes era un misterio pues todas estaban tapizadas de libros. Sí, aquello era la auténtica Biblioteca de Babel. La casa no existe más y el tesoro de Basave fue legado a su alma mater, la Universidad Autónoma de Nuevo León, pero aquellos libros marcaron un tatuaje en mi alma. Esa biblioteca definió mi vida, pues siendo muy pequeño adquirí una adicción que a la fecha no supero: La Historia, un bosque eterno por donde un día empecé a caminar y de donde a la fecha no he salido. Un mar cuya profundidad parece ser infinita o acaso una arena movediza envolvente donde cada nuevo libro o cada conversación me va sumergiendo más. En cada momento de mi vida ha habido siempre un libro de Historia como fiel compañero de viaje y guardián de buró. Ahora, toca acompañarme de mío. DSB


Narrativa Negra Azabache

Caigo en la cuenta de que muchas de las lecturas comentadas en los últimos años en este blog comparten la característica de explorar lados oscuros y tentar el sueño de nuestros demonios. El gótico tradicional y la novela negra ortodoxa son dos de mis pasiones nocturnas de buró desde la más temprana adolescencia. Tal vez no son las únicas, pero son compañeras de viaje inseparables. En los espacios periodísticos donde desparramo letras cada semana, he aprovechado para hablar de infinidad de novelas oscuras, buscando motivar al lector a apartarse del oportunismo chatarrero para sumergirse profundidades capaces de dejar algún tatuaje en su memoria o en su alma.
Después de todo, ellos también son excavadores de lados oscuros y se han encargado de develar esas caras ocultas omnipresentes en nuestras vidas, esa sombra que nos acompaña y camina a nuestro lado y que surge de repente en esa lectura de madrugada. Esos fieles demonios que han sido inseparables compañeros en el viaje de un periodista para quien la caída de la noche significa siempre una copa de vino y un paseo por esa omnipresente narrativa negra azabache.