Eterno Retorno

Wednesday, August 11, 2010



Los Mitos del Bicentenario

El juego de seducción de la Güera Rodríguez

Por Daniel Salinas Basave

El juego de seducción de la Güera Rodríguez es eterno y dos siglos después sigue conquistando corazones. Insultantemente bella, astuta, rica, aventurera, comprometida con causas insurgentes y, por si fuera poco, deliciosamente libertina. ¿Así o más novelesco el cuadro? Ni falta hace agregar que la Güera hubiera sido perseguida por los fotógrafos de las revistas del corazón y la chismografía si hubiera vivido en esta época. Perfectamente nos la podemos imaginar en enredos faranduleros inmersa en romances clandestinos con políticos. Vaya, difícilmente hay otra mujer que en su currículum amatorio, pueda presumir haber tenido en su cama a dos de los grandes libertadores de América como Simón Bolívar y Agustín de Iturbide. Al caraqueño lo conoció cuando era muy jovencito, apenas un adolescente de 16 años cuando estuvo de paso en la Ciudad de México previo a su viaje a España. Difícil sostener afirmaciones de este tipo, pero más de un historiador ha dicho que la Güera inició al joven Simón en las artes amatorias. El tema queda ahí para las leyendas del corazón. A Agustín de Iturbide lo conoció bien la Güera (también en el sentido bíblico del concepto) y fueron grandes amigos. Claro, en aquella época la dama ya pasaba de los 40 años, pero su belleza seguía siendo legendaria. Varias crónicas coinciden en que el 27 de septiembre de 1821, fecha en que el Ejército Trigarante entró a la Ciudad de México sellando oficialmente la Consumación de la Independencia, Agustín de Iturbide desvió la ruta del desfile sólo para poder pasar bajo el balcón donde la Güera lo esperaba para saludarlo. No es para echar a saco roto la afirmación del célebre geógrafo Alexander Von Humbolt, quien no dudo en sostener que en todos sus viajes alrededor del mundo, nunca vio una mujer tan bella como Güera y miren que nadie viajó más que Von Humbolt en aquella época. Una mujer así irremediablemente seduce biógrafos e historiadores y es tierra fértil para las leyendas. La Güera Rodríguez no es por cierto un personaje mítico, pues bastante bien documentada está su existencia.

Se llamaba María Ignacia Javiera Rafaela Agustina Rodríguez Velasco de Osorio y Barba. Con un nombre tan largo, justo es agradecer que haya pasado a la historia simplemente con el nombre de la Güera. Nacida en 1778 en la Ciudad de México, desde muy pequeña brilló en la alta sociedad de la decadente Nueva España en donde escandalizó por su hermosura, picardía e ingenio. Casada muy joven con José Jerónimo López, la Güera enfrentó en 1802 una primera acusación de adulterio por parte de su marido que la relacionaba con el sacerdote Mariano Beristáin. El “cornudo” esposo intentó la anulación del matrimonio, pero la muerte lo sorprendió en pleno proceso. La Güera era viuda por vez primera, pero la soledad no le duró mucho, pues se casó con el anciano Mariano Briones, un millonario que murió a los pocos meses heredándole su fortuna a la “triste” viudita.

Ahora bien ¿Cuál es el papel real de la Güera Rodríguez en la Independencia? Injusto sería considerarla una heroína insurgente a la altura de una Leona Vicario o Gertrudis Bocanegra, aunque es un hecho que María Ignacia simpatizaba con la causa libertaria y trabó amistad con muchos de los actores políticos fundamentales de aquella turbulenta época. Vaya, sin que se le pueda tomar por una abnegada prócer de la libertad, es un hecho que Güera fue algo más que una adúltera farandulera que supo sacarle provecho político a su belleza y a sus relaciones. Se sabe que conoció al cura Miguel Hidalgo y que fue acusada de herejía en un proceso inquisitorial. En dichas actas se sostiene que “mantuvo trato con el cura renegado, apóstata y excomulgado de Dolores, Miguel Hidalgo y Costilla”. El fiscal fue el inquisidor Juan Sáenz de Mañozca, quien agregó al expediente su “conocida y amoral inclinación al adulterio, a la mancebía y a la bigamia”. Los cargos fueron retirados, para lo cual influyó la acusación que hiciera la Güera al inquisidor de mantener relaciones homosexuales con un monaguillo. Hay quien sostiene que más allá de un simple amorío con Agustín de Iturbide, la Güera tuvo una influencia decisiva en la carrera del futuro emperador. Su actuación en la conjura de La Profesa en 1820, la trascendencia de los documentos que pasaron por sus manos y los enramados políticos que supo tejer a favor de Iturbide, la sitúan como una figura clave en la Consumación de la Independencia.

La Güera sobrevivió tres décadas al día de gloria aquel en que el Ejército Trigarante pasó frente su balcón. Murió siendo ya anciana en 1851, casada en terceras nupcias con Manuel de Elizalde y entregada de tiempo completo a realizar obras de caridad con los franciscanos, un estilo de vida que contrasta con la imagen de la frívola aristócrata que iba de cama en cama tejiendo intrigas políticas. Acaso el juicio de una historia escrita por mojigatos y machistas, ha exagerado el libertinaje de María Ignacia. Finalmente, aunque acusaciones le sobraron, en ningún archivo histórico constan pruebas de quién se acuesta con quién. Tampoco se puede saber, en una justa medida, su nivel de involucramiento y participación en la Independencia, aunque es un hecho que estuvo muy cerca de actores clave. En cualquier caso, la Güera aseguró su inmortalidad en la historia nacional, tal vez no con letras de oro como doña Josefa Ortiz de Domínguez, pero sí con una leyenda que supera a las más célebres novelas románticas.