Eterno Retorno

Friday, November 20, 2009


LOS MITOS DEL BICENTENARIO

Escoceses contra yorkinos

Por Daniel Salinas Basave

La escuadra y el compás aún generan pavores entre la conserva radical y siguen alimentando teorías de conspiraciones oscurantistas. Crecí escuchando versiones muy católicas de la historia de México, visiones propias de sinarquistas en donde había complots masónicos atrás de cada movimiento libertador, legiones de infernales “comecuras” cuya consigna era destruir la tradición guadalupana e hispanista de nuestra noble patria. Según ellos, atrás de insurgentes, federalistas, liberales y juaristas, estaba siempre la negra y ambiciosa mano de un tío Sam masón y anticlerical, empeñado en pisotear nuestros valores. El tema es tierra fértil para la mitología y en honor a la verdad, cuesta trabajo poder abordarlo con total objetividad. Un católico sinarquista, nos dirá que los conspiradores masónicos movieron los hilos del Siglo XIX mexicano y echaron a perder al país, alejándolo de su madre española para acercarlo a la ambición traicionera de los Estados Unidos y su Doctrina Monroe. Un liberal progresista, en cambio, nos dirá que las logias masónicas fueron artífices de la modernización institucional de la República, iluminando las católicas tinieblas españolas con el espíritu racional y libertario de la Ilustración. Con kilos de superchería y fanatismo de por medio, algo de verdad hay en estas dos interpretaciones de la historia. Si bien no me creo al píe de la letra los cuentos de siniestros planes yorkinos orquestados en los jacobinos sótanos de la Casa Blanca, hay un hecho que es innegable: Las logias masónicas jugaron un rol fundamental en la formación del embrión republicano en 1824. Imposible entender los primeros años de México como nación independiente sin tomar en cuenta la influencia de los masones.

Por obvias razones de espacio, no es el papel de esta columna bucear en los orígenes históricos de la masonería en el mundo. Habrá quien se remonte a los escribas egipcios, aunque la idea común es atribuir la paternidad a los gremios constructores de catedrales góticas en la Europa del Siglo XIV. Hay toneladas de literatura sobre el tema. Aquí la idea es tratar de abordar con elementales dosis de imparcialidad, la influencia de los ritos escocés y yorkino en el recién independizado México.

Confieso una creciente obsesión por profundizar en el estudio de las primeras dos décadas de vida de la República. En los años inmediatamente posteriores a 1821 se construyeron los cimientos políticos de la Nación Mexicana y fue precisamente en ese periodo cuando la masonería consolidó su influencia. Acaso no sea exagerado ni rimbombante afirmar que los devotos del Gran Arquitecto del Universo, trazaron el plano arquitectónico de nuestro sistema político. Aunque hay lugar a dudas, diversas fuentes están de acuerdo en que la masonería llegó a la Nueva España a finales del Siglo XVIII de la mano de los practicantes del Rito Escocés. Discípulos ideológicos de Jeremy Benthan y el español Gaspar Melchor de Jovellanos, los escoceses importaron la ilustración francesa a la Nueva España y en sus bibliotecas estuvieron los libros prohibidos de Voltaire, Rousseau y Diderot. Defensores de monarquías constitucionales, los escoceses fueron padrinos de las Cortes de Cádiz en España y mentores ideológicos de los primeros movimientos independentistas en América. Imposible concebir la independencia en los virreinatos de Sudamérica sin la decisiva influencia de la Logia Lautaro, a la que pertenecieron Francisco de Miranda, José de San Martín, Bernardo O´ Higgins y el mismo Simón Bolívar. Tan importantes como los caminos del Bajío fueron las calles de Londres en la geografía de la Independencia de México, pues fue en Gran Bretaña donde la masonería escocesa “cocinó” ideológicamente los movimientos de liberación de las colonias españolas en América.

El primer gran cisma masónico de la historia mexicana se da a raíz de la promulgación de la Constitución de 1824. Nicolás Bravo, primer vicepresidente de la historia del país, era el gran maestre de la Logia Escocesa en México, culto hasta entonces dominante. En ese fundamental año de 1824 en que nació la Constitución Federal y Guadalupe Victoria juró como primer presidente del País, llegó a México un personaje que tendría una influencia decisiva en el frágil equilibrio político de la naciente república: Joel R. Poinsett, ministro plenipotenciario de los Estados Unidos, o para efectos prácticos el primer embajador estadounidense en México, maestre de la Gran Logia de Filadelfia e importador del Rito del York al país. La masonería yorkina atrajo a los sectores más radicales de la insurgencia. Antimonárquicos, americanistas y federalistas por vocación, los simpatizantes de York impulsaron la creación del Rito Nacional Mexicano o Sociedad del Águila Negra. Esta logia de corte ultranacionalista y antiespañola, pronto chocó con los escoceses. El conflicto estalló en 1827 cuando los escoceses, al mando del vicepresidente Nicolás Bravo, promulgaron el Plan de Montaño, en el que en afán de contener el avance yorkino, exigían la expulsión de Poinsett del país y la abolición de toda clase de reuniones secretas. Nicolás Bravo es derrotado y exiliado a Guayaquil, lo que significó un golpe severo al Rito Escocés. El triunfante Rito de York, radicalizó sus políticas anti hispanas y en afán de asestar un golpe mortal al Rito Escocés y extirpar del país cualquier intento monárquico o centralista, impulsaron el polémico y perjudicial decreto de expulsión de los españoles de México. También apoyaron la candidatura de Vicente Guerrero a la Presidencia de la República. Para entonces, la guerra entre yorkinos y escoceses se había recrudecido al máximo y lo que al principio fueron simples diferencias ideológicas, acabaría en un irreconciliable enfrentamiento que hizo mucho daño al naciente país. Las crónicas de la época hablan de complicadas redes de espionaje entre logias, guerra sucia, delaciones, asesinatos y toda clase de descalificaciones que rayaban en lo grotesco. Aunque los escoceses lograron concretar el derrocamiento y muerte de Vicente Guerrero, al final de cuentas el Rito Yorkino prevaleció y logró imponerse, convirtiéndose en padres de las Leyes de Reforma y la Constitución de 1857, al cabo de tres décadas de cuartelazos, invasiones extranjeras, caos e incertidumbre. A la recién nacida República le costó mucho trabajo aprender a caminar y sus caídas cobraron altas facturas que a la fecha seguimos pagando. A la distancia, recordamos la primera mitad del Siglo XIX como la perpetua lucha entre federalistas y centralistas, liberales y conservadores, pero poco se habla ya de los días en que dos ritos masónicos enfrentados a muerte, disputaron con uñas y dientes el control sobre el embrión de un país que no acababa de nacer.

Thursday, November 19, 2009


DIARIOS DEL FIN DEL MUNDO


2012. Para unos, será un año catastrófico y cabalístico. Para los integrantes de Recolectivo es sólo un pretexto para lanzar su primer proyecto editorial: Diarios del fin del mundo.

Sus autores trabajaron en veinte cuentos cortos bajo la misma premisa: narrar el fin del mundo desde diferentes perspectivas y estilos.
El resultado salió a la luz en noviembre de 2009, te invitamos a conocerlo.
Sitio oficial del libro.
Autores Participantes:

Luis
Beto
Julio César
Chilangelina
Maga
Guffo
Pedro
Héctor
Borregata
Kabeza
Agustín
Miriam
Manuel
Semidios
Salaverga
Caníbal
César
Rox
Falso Profeta
Daniel

Tuesday, November 17, 2009


Con reloj y calendario en mano, contemplamos el cielo otoñal a ver si por el horizonte aparece una cigüeña. Hace un par de semanas hubiera jurado que para este día el Señor Conejito Iker Santiago ya estaría cómodamente instalado en su moisesito, pues todo hacía pensar en un madruguete. Sin embargo, luego de unas cuantas fintas y desconocidas, el Señor decidió quedarse a esperar un poco más y al parecer ya no le corre tanta prisa como a principios del mes. El mundo y sus padres pueden esperar y consumirse en la impaciencia. La frontera entre lo prematuro y el tiempo cumplido ha sido atravesada. Ahora sí hemos entrado oficialmente a zona de gol y a partir de este momento puede ocurrir en cualquier día, en cualquier hora. Hay nervios, expectativa, un tornado de sentimientos difíciles de explicar. Ya escucho a la cigüeña volando en círculos sobre el techo de nuestra casa y en el minuto menos esperado, la veré parada en el balcón.

Monday, November 16, 2009


Amanecer en Avenida Internacional. Acelerador a fondo y mirada siempre al frente. ¿El muro? Mmm, pensándolo bien jamás entra en mi campo visual. En la Internacional la única prioridad es evitar, en la medida de lo posible, atropellar a alguien.

Al final de la avenida aguarda Tello. En los tiempos en que un semáforo se interponía frente a la entrada a la Vía Rápida, Tello fue un próspero microempresario, pez en las turbulentas aguas donde yacían cientos de carros detenidos que compraban sus periódicos. Tello es el voceador más famoso de Tijuana y por mucho el más creativo.

“Compre su periódico con Tello. Los chistes son gratis”, puede leerse en una cartulina.

Uno de los enigmas que encierra cada mañana, es tratar de adivinar con qué sombrero saldrá a trabajar. Mi favorito es uno de langosta con enormes tenazas. Puro estilo Puerto Nuevo. También tiene uno de alce y otro de bufón. El problema para el voceador es que en la Avenida Internacional ya no hay semáforo. El caos vial no pasó a la historia, pero los carros ya no nos detenemos por completo y Tello se la ve algo complicada para poder ofrecer su periódico. Aún así, ni el ánimo ni la creatividad caen. Con chistes actualizados y sombreros en permanente renovación, Tello apuesta a que los carros puedan a medias orillarse a la derecha, pero la operación trae consigo un riesgo y volverse a incorporar a la avenida es asunto de suicidas. Pese a todo, el voceador y su sombrero de langosta siguen ahí.

El de Tello, como el mío, es un oficio en proceso de irremediable extinción. La prensa impresa muere. Voceadores y reporteros son animales acorralados cuyo ecosistema es cada vez más hostil. Si bien la desaparición del semáforo acarreó varios clavos al ataúd, lo cierto es que en los últimos años Tello ya había ido perdiendo clientes. Todos esos apurados tijuanenses de estrés en el rostro y nextel en la mano, corren a sus oficinas para prender sus computadoras y enterarse en las ediciones electrónicas de los ejecutados de la mañana, la caída del peso frente al dólar y los nuevos impuestos aprobados por nuestros diputados.

Las portadas mostradas en lo alto por el brazo de Tello son cada día más desoladoras. El gore de la criminalidad alcanza niveles tarantinescos y las políticas fiscales son de un absurdo medieval.

A unos pasos de donde trabaja Tello, suele congregarse cada mañana un ejército de ruina humana. La Avenida Internacional puede presumir la mayor concentración por metro cuadrado de heroinómanos, crystaleros y similares. Las calles aledañas, infestadas por derruidas vecindades en donde se vende droga a granel, los amplios camellones centrales y la cercanía del río encementado, hacen de esa zona de Tijuana el ecosistema ideal para sus desechos humanos, las ratas de nuestras cañerías sociales. Aunque sus vidas son a menudo efímeras, esa fauna es renovable. Los años han pasado y ellos permanecen ahí, en su santuario-cementerio.

La imagen impresiona a los visitantes. Ver a mujeres y hombres inyectarse heroína en un camellón frente a miles de automovilistas no es la mejor de las postales, pero la estampa es omnipresente, cruda y sin lugar a interpretaciones. Los locales hemos dejado de prestarle importancia. Lo único que francamente nos preocupa es evitar arrollarlos cuando se arrojan drogados sobre la defensa de los carros.

Algún alma caritativa suele darles de desayunar en las mañanas y ellos llegan puntuales a la cita. A la siete de la mañana, una cada vez más larga fila de miserables se forma a un costado de la Avenida Internacional, a unos metros de donde Tello vende su periódico. De pronto, están todos ahí, las creaturas de nuestro sótano, las ratas de la ciudad, con sus muletas y sus extremidades llagadas, con sus esperanzas agonizantes, con la Muerte anunciándose en el rostro. Algunos, la mayoría, son heroinómanos, raterillos de poquísima monta cuyo único objetivo en la vida es conseguir los 50 pesos para su próxima cura. A lado del camino, a unos metros de nosotros, contemplan, o acaso ignoran, el fluir de miles y miles de automovilistas, con nuestras prisas, nuestros compromisos y nuestras vidas a cuestas. El juego del tener que hacer, del creer que hay mañana, del aparentar que construimos. Para ellos, el sentido de la existencia acaba en una dosis de opiáceo adulterado, rebajado al máximo, disuelto en agua puerca de charcos dentro de una jeringa que recorre brazos, piernas y cuellos llagados, carcomidos por tanto paraíso artificial de aguja oxidada, esperando la Muerte pegados a esa barda que los separa del Imperio. Otros, los menos, no son adictos o al menos no todavía. Son migrantes recién deportados, escupidos y vomitados por la buena conciencia imperial. Otros, son ilusos recién llegados de su periplo sureño, costales de sueños condenados, recién bajados de un camión. Errabundos, fantasmales, corazones de miseria arrastrados a las calles de esta ciudad por el tornado inclemente del destino.