Eterno Retorno

Thursday, September 24, 2009


El tema de la semana con mis colegas de http://www.recolectivo.com/ es El lado oscuro. Eterno Retorno está lleno de lados oscurísimos que salen a la luz en esta cuna de porquería. Me armé este remix con retazos de pasadas oscuridades. Chutáoslo.


Infiernos individuales (siete pedazos prófugos del lado oscuro)


I

El Infierno es individual. Es un sitio privadísimo diseñado a la medida de cada quien. No concibo la idea del Infierno como un enorme colectivo en donde las masas comparten su condena. El Infierno, acorde con la ola privatizadora, ha dejado de ser un sitio público. Ahora cada quien tiene su Infierno de la misma forma que tiene su afore, su Curp y sus pesadillas. El hombre moderno está condenado a chapotear en Infiernos particulares imposibles de compartir.


II

¿Qué carajos pasa por la mente de un hombre segundos antes de arrancarse la cabeza? ¿Quiénes son los demonios que habitan ese lado tan oscuro de su alma y le hablan al oído? Una mañana soleada de mayo, mientras andas de aquí para allá disfrutando a tu manera de la vida, un hombre se prepara para decapitarse. No fue un suicidio light, de esos de emo deprimido o de morrita despechada que se hacen una cortadita ridícula en el brazo mientras toman valium en la tina y esperan que venga su mamá a salvarlos. Este hombre se arrancó la cabeza de tajo. Las fotos que tomó mi colega Omar Martínez (y que ningún periódico serio publicará nunca) son escalofriantes. Imagino una película de terror, algo demoníaco, una motivación satánica. ¿Qué torturaba a este hombre? ¿De qué infierno individual quiso escapar? Kurt Wallander, ven a Tijuana e investiga lo que pasó por la cabeza de Florencio antes de ser arrancada. Agentes de la Policía Municipal y del Ministerio Publico, informaron que según las primeras averiguaciones, el difunto, quien fue identificado como Florencio Ibarra Vázquez, de 30 años, amarró una soga de poliéster a un poste de electricidad.El otro extremo se lo amarró a su cuello, se subió a su automóvil y aceleró, provocando que la soga le cortara la cabeza en el acto.




III

Siempre me han seducido las dualidades, esas encarnaciones de dios y demonio, el drama de Jekyll y Hide. Después de todo, el Abraxas de Hesse tiene la paternidad de mi ateísmo. En su post del miércoles, Luís ha puesto los dados sobre la mesa: un libro, en apariencia tan de espíritu adolescente, destapó mi lado oscuro. Recuerdo el verano de 1986, después del Mundial, en la Isla del Padre, a donde viajamos mi tío José Manuel y yo. Mi lectura de viaje fue el Demian de Hesse. Mi madre me lo había regalado días antes (si mal no recuerdo me lo compró en Soriana San Pedro) Recuerdo el rostro que le puse a Fanz Krommer, recuerdo el rostro que le dibujé a Demian y a su enigmática madre (no recuerdo el de Sinclair) Finalmente llegué al momento de la revelación: El dios se llama Abraxas. Yo tenía 12 años. Desde entonces el concepto de la dualidad ha vivido en mí. Desde mi adolescencia no he vuelto a clavarme en Hesse, pero lo reconozco y lo reconoceré siempre como uno de los formadores de mi pensamiento.


IV

Ficino ha revivido en mí el dilema de la dualidad. Su obra ensayística, escrita en el Siglo XV, habla de esa a veces imperceptible frontera que separa la imaginación sublime de la imaginación perversa. Los dos cuerpos de Venus, el etéreo y el carnal. Reproduzco algunos párrafos textuales. “¿En qué momento Eros se desdobla? ¿En qué condiciones precisas se desfigura y se transforma? Su desfiguración ¿no es acaso condición indispensable de su ser más profundo? ¿Que Eros no es al mismo tiempo espiritual y carnal, sublime y perverso, divino y demoníaco- sí, el Demonio, el Daemon platónico- no es más que el legítimo intermediario entre Dios y los hombres? Entre la elevación de las cosas divinas y la degeneración bestial está el hombre libre, lúcido y consciente, un hombre de carne y hueso”- Dilemas existenciales de Marsilio Ficino (1433- 1499)

V

La carnalidad sublime definió el ideal del Renacimiento. ¿Pero cuándo llega el momento en que esa carne celestial abandona el reino de lo divino para entrar al de lo obsceno? Ahí tenemos, frente a nosotros, al mismísimo Mesías pornográfico. En su ensayo “Con el diablo en el cuerpo” hace notar Esther Cohen que en algunas obras de prestigiados pintores del periodo renacentista, Cristo muestra su desnudez sin ambages de ninguna especie: su miembro cubierto aparece, en algunos casos, explícitamente erecto o, como la Crucifixión de Lucas Cranach (1503) emulado como el ondear majestuoso de los paños que cubren sus genitales. La edición de “Con el diablo en el cuerpo” (editorial Taurus) incluye una reproducción de esta pintura renacentista y efectivamente, basta mirar este cuadro con un poco de imaginación para descubrir que el paño de Cristo en el viento, tiene la forma de un gigantesco falo.
VI

Entre vigilias y duermevelas, el sueño de una razón amodorrada se dedica a parir monstruos. Es en esos momentos de la madrugada cuando me imagino a mi mismo como la más siniestra figura de Goya. Mi cabeza sobre la almohada circundada por demonios y pájaros nocturnos, negros heraldos prófugos del pincel maldito del sordo. El Universo entonces vuelve a ser infinitamente extraño, un todo edificado con los fragmentos de un alfabeto incomprensible. La cordura patinando despreocupada sobre una delgada capa de hielo a punto de romperse, bajo la cual aguardan los avernos. Lejos de la falsa paz, separada por un abismo de la cadena de significados, respuestas y verdades absolutas, la razón es una cáscara de nuez que yace a la deriva flotando en un océano en tormenta. Sólo entonces puedo pedirle consejos a La Muerte, cuyo aliento puedo sentir diluirse sobre mi cuello.


VII


Si alguna vez llego a estar implicado en un crimen, los agentes del ministerio público, las buenas conciencias y los descerebrados reporteros amarillistas, van a hacerse más de una puñeta mental para explicar mi conducta. Imagino a un detective hurgando en mi biblioteca y sacando sus conclusiones: “El asesino tiene kilos de música satánica, discos con portadas macabras, cientos de libros extraños sobre oscuras filosofías, mitologías nórdicas e historias de terror. Desde los diez años de edad lleva un diario escrito con incomprensible caligrafía en raros cuadernos y desde hace siete años mantiene un blog en donde da rienda suelta a su locura. Una vez a la semana vomita textos enfermizos en un sitio colectivo en donde participan otros seres tan dementes como él. Para acabarla, tiene cuatro tatuajes, uno de ellos hecho por su madre. Conclusión: Un ser habitado por demonios, con un profundo lado oscuro, un criminal en potencia que debe ser encerrado”.
Sí, en apariencia mi lado oscuro es abrupto como un bosque. Pero basta con que mires a los ojos de un compañero de trabajo, de ese empleado nocturno de la farmacia, del taxista que trajo del aeropuerto, de la gorda secretaria al otro lado del mostrador. Míralos y trata de encontrar sus demonios. Todos ellos, hasta el más ordinario e insípido de los seres, tienen un lado oscurísimo, un profundo infierno individual al que nunca tendrás acceso. Alguien, alguna vez, ha fantaseado con matarte y en su mente te ha infringido la más cruel tortura. Alguien, que acaso ha estado sentado a dos metros de ti, te ha sumergido en los más pestilentes pantanos de su imaginación y no te lo dirá nunca. Somos volcanes amodorrados, repletos de negra, lava que yace en las profundidades. Una lava ardiente que nos aferramos a negar, a mantener oculta, pero que un día cualquiera puede hacer erupción quemando todo a su paso.

Wednesday, September 23, 2009

Irrupción relámpago. Un auténtico Blitzkrieg. 22 horas en la Gran Tenochtitlán. El viaje más corto que he realizado a la monstruosa capital que alguna vez fue mi casa. Fue, en toda la expresión de la palabra, un viaje de trabajo y sólo de trabajo. Desayuné a las 7:30 de la mañana en el hotel. Mi siguiente bocado entró a mi estómago a las 23:00 a bordo del avión, a donde subí barriendo. Sin embargo, en días así de intensos olvidas comer y el hambre duerme el sueño de los justos. En esos días eres 101% ente laboral.

Fascinante e infernal es la ciudad que alguna vez me adoptó y en la que en algún momento de mi vida llegué a desear vivir para siempre. El México de finales de los 80 y principios de los 90 fue la ciudad a la medida de mi adolescencia. Era la casa que necesitaba en ese entonces. Hoy sólo me resta sentirme afortunado por no vivir más ahí.

Mi colega Roxana Di Carlo me ha hecho llegar un libro que fue la compañía perfecta para el avión: Réquiem para un Ángel de Jorge F. Hernández. Alguna vez he confesado mi adicción hacia los libros que tienen a una urbe como personaje principal. En este réquiem el único personaje es la gran ciudad. Una metáfora inmensa plagada de tentáculos. El libro se lee más como poema que como novela. Mi bitácora simplista lo definiría como un tributo u homenaje a La región más transparente. La referencia a la obra de Carlos Fuentes es tan obvia, que sería aberrante hablar de plagio. Vaya, hasta Ixca Cienfuegos aparece de repente. México inspira y aporta materia prima para alucinarla, metaforizarla y devastarla en ráfagas de tinta siempre enamorada. Carente de trama y plagado de símbolos, Réquiem para un Ángel ha sido capaz de engancharme. Influido por el signo de ese libro fue que aterricé en el DF y si bien no tuve un par de minutos para alguna bucólica contemplación o una imperdonable y reglamentaria exploración en alguna de sus múltiples librerías, México volvió a revelarse ante mí en toda su furiosa y decadente intensidad.

En esta ocasión, el viaje fue un paseo por los centros neurálgicos del poder: Los Pinos, el Senado, San Lázaro. El poder en México DF es una presencia monstruosa, aplastante, un auténtico Leviatán de Hobbes. La estética del poder en la capital es machacante. Demasiados trajes y corbatas, exceso de federales, sardos, choferes, guaruras, correveidiles de todas las jerarquías, “guachomas” insolentes, asistontos juveniles de insoportable chilanguería. Visto de esta manera, el poder en Tijuana me parece sobrio, diría hasta dietético. Sí, la estética del poder en Tijuana padece un exceso de blindaje y R-15, pero ni en su peor pesadilla alcanza las dimensiones bestiales del DF. En Tenochtitlán el poder es la materialización del estado de miedo, del estado depredador, del estado chupasangre. El poder es las garras del monstruo pero es también, y sobre todo, el parásito titánico, la desproporcionada garrapata macrocéfala.

Afuera de San Lázaro, las protestas y los bloqueos, letanía perenne, perorata estorbosa. La protesta ciudadana elevada al más consumado ritual del tedio, del aburrimiento cotidiano, la estéril cacofonía de la redundancia. Que vivo en una nación cuyo centro de poder está enfermo me queda más claro que nunca. Por desgracia, el ente que se opone a un sistema viciado en proceso de podredumbre es una bacteria mucho más dañina. Si amlo es mi única alternativa a este sistema, entonces prefiero pudrirme con él. Si revolución significa amlo, entonces prefiero la dictadura. Los que se han autoproclamado abanderados de la izquierda en México son los gusanos que se aferran a la carne muerta del cadáver. Herederos perfeccionados de los peores vicios del nacionalismo revolucionario, son hoy en día la única piedra dentro del blindado zapato que alberga un píe leproso.

En el Cabildo de Tijuana muchos asistentes duermen, pero todos guardan silencio. Educación elemental, reminiscencia solemne de un respeto a quienes, se supone, tratan temas torales para la comunidad. En el Senado y en el Congreso la situación es harto distinta; muchos duermen también, pero los que están despiertos jamás guardan silencio. En medio de los discursos de sus colegas, los legisladores comadrean, comen, hablan por celular, entran y salen sin el menor recato. Al senador que está hablando en esa tribuna-altar, bendita con la sangre de Belisario Domínguez, nadie lo escucha. Los camarógrafos del canal legislativo que nadie ve, toman la imagen ausentes y distraídos sin variar jamás la toma. El resto de los senadores hablan entre sí en voz alta. Nadie, absolutamente nadie escucha al orador y ni siquiera fingen hacerlo. Afuera los amlistas protestan a grito pelado. Desgarran sus gargantas pero sólo ellos se escuchan. Adentro sólo se oye un ruido molesto y monocorde, un zumbar pesadillezco, un mugido desafinado. La barrera de policías federales que impiden su ingreso, mira a los manifestantes con sopor y desgano, como si enfrentarlos fuera la más aburrida y burocrática de sus tareas cotidianas. Nadie escucha el estéril discurso mal leído por el legislador. Nadie escucha la perorata estridente de los manifestantes. Nadie escucha ni pone atención, porque sabemos que nada de eso importa un carajo. Nuestro sistema político, con sus actores y detractores, con sus políticos y sus seudorevolucionarios, es una carpa de teatro barato, una gigantesca representación, una ficción malograda, una farsa de pésimo gusto. Una patada a los huevos para acabar pronto.

Ahí está nuestra democracia parlamentaria, la gran tribuna donde se debate el futuro de la nación, donde yacen seres más corrientes que comunes, arribistas sin gracia, compadres de compadres, tipejos que ni siquiera saben hablar ni leer, cuyos privilegios chupan nuestras últimas gotas de sangre. A la mierda el poder legislativo, a la mierda la democracia parlamentaria. Eliminemos el congreso. Si un día amanecemos y ese bunker ha sido tragado por la tierra con sus 500 legisladores y sus 300 mil achichincles adentro, nada malo pasaría en ese país. México y los mexicanos seguiríamos caminando como lo hemos hecho, a pesar de ellos y contra ellos.