Eterno Retorno

Thursday, May 07, 2009

Aunque una extraña iluminación me ha acompañado en las decisiones más importantes de mi existencia, la verdad es que hay días, como hoy, en que daría lo que fuera por un buen consejo.

Tener un amigo dueño de la serenidad, la visión y la imparcialidad para poder darte un buen consejo, es un don que apreciaría de sobremanera en estos momentos.

Vaya, con todo mi escepticismo hegeliano a cuestas, creo que no estaría de más echar las cartas, preguntarle a los astros, consultar mi destino en un oráculo. Tras diez años sin novedad en el frente, tal parece que en el 2009 me estoy transformando en el juguete favorito de la aleatoriedad.

Decir sí o no, seguir caminos o torcer rumbos. La gran diferencia, cuando un hijo viene en camino, es que el deseo de seguridad y estabilidad se impone a los arrebatos vocacionales y a la sed de aventura.

Por vocación yo soy delantero, no defensa. Yo soy escopeta, no pato. Yo cuestiono, no alabo. Y sobre todo, yo firmo lo que escribo y lo que escribo apesta a brutal honestidad. Nada de eso sucede actualmente y sin embargo, pienso que lo único importante, lo único que tiene verdadero sentido en este mundo, es garantizar una feliz infancia a nuestro hijo.

Si el trabajo más estable, seguro y bien remunerado fuera cargando costales, preparando hamburguesas o contando tuercas en un taller mecánico, no dudaría en aceptarlo.

Tiene alguien en las alforjas un sabio consejo para ofrecerme?

Crónicas metaleras: Maiden, Queensrÿche y Kreator

Decir que una película fue capaz de prenderme más que un concierto me hubiera parecido, en cualquier caso, una aberración. Soy radicalmente anticinéfilo y las pocas, poquísimas ocasiones que entro a una sala de cine, las más de las veces acabo dormido. Sin embargo, la semana antepasada disfruté de un concierto y una película en un lapso menor a 24 horas y puedo decir que en esta ocasión la película me emocionó mucho más. El jueves 23 de abril acudí con mi amigo Juan Carlos Ortiz a ver el concierto de Queensrÿche en House of Blues de San Diego, con boleto patrocinado por mi antigua casa editorial. Una velada en la que no gasté un centavo partido por la mitad ni bebí una gota de cerveza. Un buen concierto, a secas, pero frío, por no decir congelado. Pocas veces un concierto me había encendido tan poco. Es la segunda vez que veo a Queensrÿche en mi vida y ahora me pareció una banda, si cabe, más introspectiva, clavada en su tecla, encerrada en su burbuja. Por si fuera poco, el rollo patriotero americano que se cargan con su nuevo disco American soldier, al que dedicaron más de una hora, no contribuyó con mi estado de ánimo.
Chutaos la mínima reseña de un concierto frío que publicó mi antigua casa editorial.

Por Daniel Salinas Basave

Procedente de Seattle, un soldado americano llamado Queensrÿche llegó a San Diego la noche del jueves para presentar su nuevo armamento y declararse listo para el combate.
Ante una nutrida concurrencia en el House of Blues, Queensrÿche recetó el quinto concierto de su gira “American Soldier”, su onceavo álbum de estudio en 28 años de carrera.
A las 20:30 el sexteto pisó el escenario para partir plaza y dejar claro que en tecnicismo musical y acoplamiento relojero, no hay muchas bandas que puedan hacerles sombra y si bien jamás incurren en barroquismos solitarios a lo Yngwie Malmsteen, dejaron en evidencia, por si alguien lo dudaba, que son músicos estudiosos, de esos que pasan días enteros en el cuarto de ensayo
Lo suyo fue una velada rica en pulcritud sónica y estructura compositiva, si bien sobre ella pesa el calificativo de fría, pues cierto es que a los del estado de Washington les falta esa pasional sangre caliente que suele inundar los recitales metaleros.
Concentrados al máximo en la ejecución de sus instrumentos, los Queensrÿche tienen más actitud de banda “progre” obsesionada por el perfeccionismo, que de horda metalera dedicada a conectar con su público y prenderlo
El concierto, que se extendió por dos horas y cuarto, constó de tres partes: La primera, donde el sexteto descargó algunos temas antiguos, como Walk in the Shadow o I Dream in Infrared; la segunda, y más larga de todas, la dedicó la banda a tocar casi íntegro su nuevo álbum American Soldier, con toda la parafernalia militar que el tema del disco exige.
La tercera parte, sin duda la más festejada, fue dedicada a los grandes clásicos de la banda, teniendo como punto fuerte Empire, Jet City Women y Take Hold the Flame.
Por su ausencia brillaron Revolution Calling y The Lady Wore in Black.
Mención aparte la actitud en extremo nacionalista de la banda, que con su nuevo álbum ofrece un tributo a las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos y al igual que sus colegas de Iced Earth y Manowar, rinde pleitesía a las glorias del imperio del águila de cabeza blanca.


Al día siguiente, viernes 24 por la noche, acudí con mi amigo Neto Álvarez y su coalición cervecera a ver la película documental de Iron Maiden “Flight 666”. ¿Hacía cuánto no me emocionaba tanto el cine? Tal vez nunca en la vida. Previa escala en el Zebra donde mi iPod tomó posesión del sonido e impuso Maiden en la Plaza Fiesta y con chelas de contrabando en el cine, vimos el documental del que en cierta forma nos sentimos parte. La película, filmada y narrada por el canadiense Sam Dunn, narra la aventura del Somewhere Back in Time Tour de 2008 al que nosotros acudimos. De hecho sale el concierto al que acudimos el 19 de febrero en Los Ángeles donde vimos y saludamos a Sam mientras filmaba en el estacionamiento del Foro de Inglewood donde nosotros bebíamos unas Samuel Adams antes de entrar a ver a la Doncella. No miento ni exagero si digo que en el interior del cine había ambiente de concierto. Carajo, la raza cantaba las rolas frente a la pantalla. La Doncella le daba la vuelta al Planeta con Bruce como piloto y entre rolas nos ofrecía un tour cultural por los países visitados, México incluido.
Entre la audiencia que fue a Cinépolis habíamos lo mismo treintañeros, que morritos de 12 o 13 años. Me impresiona la cantidad de adolescentes que siguen a las bandas clásicas de Metal y me emociona ver los sentimientos que la Doncella de Hierro despierta en cada lugar del Mundo que visita. Maiden es la mejor banda de este mundo y punto. En mi caso no admito discusión. Sin publicidad alguna, ignorados por la radio basura y las pestilentes revistas de música alternativa o indie, Maiden pisa fuerte en donde se para. Sigan con su plástico desechable, mastúrbense con su coachella, con esos pendejetes que se hacen llamar indie o alternativo y roban las planas de papel higiénico de la spin o la rolling stone. Púdranse prensa del rock, el Metal jamás ha necesitado de ustedes.

La Kreación del Kreator

Pero no todos los conciertos son tan fríos y sobrios como el de Queensrÿche. El viernes 1 de mayo, Día del Trabajo y con paranoia por influenza de por medio, acudí a disfrutar una velada trashera de antología. El Kreator del Cielo y de la Tierra con Exodus, dos bestias sagradas del Metal Extremo. Aunque oficialmente en San Diego Sí hay casos de influenza y en Tijuana, según la poco creíble versión de la Secretaría de Salud, No los hay, la verdad es que del otro lado de la frontera se respira otro aire. No vi un solo tapabocas en el trolley ni vi un solo restaurante cerrado en el Gaslamp. En San Diego simplemente no pasa nada. Previo y reglamentario stop en el Rock Bottom, mismo que mi amigo Octavio García suele disfrutar más que el propio concierto, entramos al House of Blues cuando los austriacos Belphegor vomitaban su black metal asesino, sucio y demoledor. Por ahí de las 21:00, o un poco antes, salió Exodus y “a lo que te truje chencho”, arrancaron con Bonded by Blood sin mayores preámbulos. Por aquello del sudor y los escupitajos ahora no me clavé a slam, pogo ni rituales parecidos y confieso que me costó trabajo mantenerme quieto en la terraza, viendo los toros desde la barrera mientras tocaban esa oda a la violencia mosher llamada Lesson in Violence. Toxic Waltz, Children of the Wortless God, War is my Shepard, Piranha y ese agasajo de escuchar en vivo al señor Gary Holt dando su lección de guitarra violenta estaban poniendo en punto de ebullición la noche.



El Kreator salió poco antes de las 22:00 y para abrir boca descargó la recién salida del infierno Hordes of Chaos. El primer soberano chingazo de la noche fue Extreme Agression. De las rolas de discos más recientes, me quedo con Enemy of God, (un tema que habla de mí) y Violent Revolution, pero por supuesto, la apoteosis llegó con People of the Lie, Coma of Souls, Pleasure to Hill, Terrible Certainty.


Los conciertos de Kreator, al igual que los de Mötorhead, son rituales, predecibles, apegados a un libreto invariable y por eso mismo inmensamente disfrutables. Si Lemmy y su pandilla cierran en todos los casos con Ace of Spades y Overkill, la pandilla de Mille Petroza cierra con Flag of Hate y Tormentor. Ya me la se. Is time to raise the flag of….HATE. Tres veces debes gritar antes de que la rola irrumpa y la liguen sin corte con ese bombardeo nuclear de dos minutos llamado Tormentor que concluye con Mille alzando la guitarra al cielo.

Kreator fue la primera banda europea que vi en vida. Fue un 6 de junio de 1991 en la arena López Mateos de Tlalnepantla. En aquel verano alucinante y feliz, yo tenía 17 años, estudiaba segundo de prepa y un eclipse casi total se observó en la Ciudad de México. Recuerdo el concierto de Kreator en Tlane como uno de los mejores que he visto en mi existencia entera junto con los de Rush. Los años pasaron y ese concierto fue tomando aura de leyenda. Ir a Tlane era una aventura. Casi siempre iba solo, pues ni un amigo se aventuraba a sumergirse a esos infiernos, corazón de las tinieblas metaleras. Aquella vez Leprosy y Makina abrieron al Kreator que andaba en plena gira del Coma of Souls. En el lejano 91 poder ver una banda europea de Metal no era cosa de todos los días y aunque meses después llegaron los holandeses Pestilence (con un jovencísimo Cannibal Corpse de abridor) y los británicos Carcass (la segunda banda más célebre de Liverpool después de un cuarteto ligeramente más famoso), el concierto de Kreator quedó marcado como un hito, un trancazo que marcó un antes y después. Tuvieron que pasar casi 18 años para que volviera a escuchar en vivo a estos germanos.

Dejo a manera de testamento la letra de esta gran rola que parece un himno a la paranoia pestilente que invade nuestro país.

Terrible Certainty

Die! Slowly you're dying
From this contagious disease
Once you're infected there's no hope of a cure
Your passing is a sure thing
Your thoughts are empty and hopeless
Nothing is left for you now
Having to live with this terrible certainty
Praying is all you can doIt's vicious and crippling and slowly your life will end
But how long will it take to save us from the plague
With fatal convulsions the plague is reaching for us
God knows! What will it take to save us from the plague
Contracted by blood
The virus can be in us all
You're one of it's victims, but then thousands more
And they won't be the last
So many civilisations before
The mighty, the proud and the brave
The poor, the rich - IndiscriminateSoon they'll all end in the grave

Wednesday, May 06, 2009

Irremediablemente, Tigres se hunde en las profundidades de su infierno individual. Mi estado de ánimo y mi fe también. Para quienes ven esto desde afuera, ser aficionado a un equipo es uno de los mayores absurdos humanos. Muchas veces me lo he preguntado y he tratado de racionalizarlo, pero la razón no cabe cuando están en juego estas pasiones, por absurdas que ellas sean. Vivo enganchado al Tigre desde hace casi 25 años. Seguir los partidos de este equipo y sufrir con sus derrotas (mucho más frecuentes que sus triunfos) forma parte de mi vida cotidiana y no está en mis manos evitarlo. Tigres agoniza sin remedio a la vista. No veo cómo carajos pueda salvarse de la quema. Vaya, ni siquiera tengo fe en que podamos salvarnos por méritos propios y por increíble que parezca, antes que a un triunfo contra Morelia, le apuesto a un improbable destello de honestidad en los equipos de televisa y una derrota necaxista ante su hermano.

Recuerdo el primer gol de los Tigres que grité en vivo, sentado en el Estadio Universitario. Fue una tarde de agosto en que acudí a la cancha con mi padrino José Manuel y mi primo Héctor. Partido Tigres vs Tampico Madero. El gol lo anotó Tomás Boy, un penal contra Hugo Pineda. 2-1 marcador final. Recuerdo la despedida de Tomás Boy de la Selección, una noche de marzo de 1987. Tigres vs Selección Mexicana. Tomás Boy jugó un tiempo con cada camiseta. Yo estuve ahí. Por fortuna pude ver en vivo varios buenos golazos del mítico 8 de los Tigres. Recuerdo un Señor Gol que Tomás le clavó a la U de G una tarde de octubre de 1986, en un 4-1 que me supo a gloria. Por supuesto, no olvido su despedida definitiva, su retiro del futbol profesional, en junio de 1988, un Tigres vs Pumas con 2-1 final favorable. Recuerdo que en aquel entonces, mi padrino José Manuel me decía: “En pocos años Tomás va a ser el técnico de los Tigres”. Han pasado 21 años de su retiro y aún lo estoy esperando. El próximo sábado, Tomás, entrenador del Morelia, se encargará de fungir como nuestro sepulturero. La vida es absurdamente cruel.

Tigres representa para mí el futbol masoquismo, el insensato y flagelante amor adictivo. Ver jugar a los Tigres no es para mí, casi nunca, un placer, sino un ritual de sufrimiento. Pero hay un espacio futbolístico donde no hay sentimientos de por medio y la contemplación es deleite y embriaguez pura. Hay un futbol hedonista donde no importa quién gane. Si acaso mi amigo Ortega aún cuestiona si el futbol es un arte y no bastó esa pieza renacentista que fue el 4-4 de Liverpool y Chelsea, sólo me resta preguntar: ¿Viste el 2-6 del Barcelona a los pijos de la Castellana? Carajo, hay partidos tan fascinantes, que antes del silbatazo final tienes ya plena conciencia de que los recordarás por el resto de tu vida y ese derby ibérico fue uno de ellos.

Y bueno, hoy al medio día vivimos otro de esos últimos eternos minutos capaces de cambiar la historia. Barcelona, el equipo que lleva 100 goles en la liga, el que rompió seis veces las redes del Bernabeu, parecía maniatado por los otros pijos, los nuevos ricos británicos de Stamford Bridge. En 180 minutos la máquina azulgrana de hacer goles no pudo clavarle uno solo a Chelsea. El candado impuesto por ese master táctico llamado Gus Hiddink parecía un acertijo indescifrable sin llave maestra que lo abriera. Pero hay magia en los últimos minutos y de un Lugar de la Mancha vino el manchego Iniesta para hacer llorar a Londres.

La final de la Champions es en sí misma un orgasmo, pero la de este año es especial, pues no recuerdo un último miércoles del mayo con dos equipos en un nivel tan superlativamente celestial como la Armada Roja y los Culés. Que Barcelona y Manchester son en este momento, y por mucho, los mejores equipos del planeta, nadie lo pone en duda ni en tela de juicio. Lo fascinante es que ambos llegan en el cenit de su nivel, al tope de lo tope de sus capacidades. Dos titanes en plenitud se harán pedazos en la Ciudad Eterna y yo me reservo mis pronósticos.