Eterno Retorno

Thursday, January 22, 2009

Escribir estas notas me genera más terror que aquellas donde se habla de sangre y muerte. Felipe, presidente del empleo, aquí está tu país, aquí esta la ciudad que durante décadas fue el paraíso del empleo a nivel nacional.


Antes de las 7:00 de la mañana, Genaro Hernández acudió a la sede de la Canacintra en busca de ser uno de los primeros en entrar a la Feria del Empleo.
Cuál sería su sorpresa al encontrar que varias decenas de personas ya se le habían adelantado.
Genaro trabajó hasta hace seis meses en una agencia de automóviles en Escondido California, pero en agosto llegó el día en que se convirtió en una víctima más de la crisis.
Acostumbrado a un sueldo decoroso que le era más que suficiente para mantener a sus tres hijos, todos ellos estudiantes, Genaro jamás imaginó el panorama que se le venía encima y pronto se dio cuenta que pese a su condición de residente legal en Estados Unidos, le sería imposible encontrar una oportunidad del otro lado de la frontera.
Hace un par de meses empezó a buscar trabajo en Tijuana, ciudad en donde ha radicado casi toda su vida, pero la suerte no le sonríe, pese a que sus expectativas de salario se han reducido mucho y ha llegado al extremo de conformarse con tener trabajo de lo que sea.
Otro caso es el de Benjamín Zamudio, quien aunque ha escrito algunos libros de antropología y tiene estudios en administración, hoy está dispuesto a jugársela trabajando en donde se pueda, pero ayer a las 13:00 todavía no podía ingresar a la feria y continuaba haciendo fila.

Por Daniel Salinas
dsalinas@frontera.info

Ese monstruo omnipresente llamado crisis, infaltable en todas las conversaciones del 2009, mostró hoy en el bulevar Díaz Ordaz la más dura de sus imágenes.
Cerca de 8 mil desempleados se amontonaron frente a las puertas del edificio de la Canacintra en busca de una de las 800 vacantes que ofrecía la Feria del Empleo.
En anteriores ferias laborales, la cifra promedio era de mil 200 solicitantes y jamás en la historia se había rebasado la barrera de los 3 mil, de acuerdo con cifras de la cámara.
Antes de las 6:00 de la mañana había ya varias decenas de personas frente a las puertas del edificio, pero alrededor del mediodía las filas daban varias vueltas a la cuadra, al grado que la Policía Municipal tuvo que cerrar el pasó vehicular a la calle Azucena, que estaba totalmente atiborrada de solicitantes.
Tijuana ha dejado de ser la gran tierra prometida en donde todo aquel que llegaba encontraba un empleo y el propio presidente de la Canacintra, Mario Escamilla, admitió que nunca en su vida como empresario había visto o imaginado algo semejante.
“La verdad es que lo que estamos viendo allá afuera no tiene precedente, yo jamás lo había visto, esta situación la está viviendo Tijuana por primera vez"..
Fueron 20 empresas las que acudieron a la feria a ofrecer 800 vacantes, pero ni el más pesimista de los pronósticos contemplo semejante avalancha de desempleados, pues en promedio, tomando en cuenta la gente que acudió, por cada diez solicitantes sólo uno podría ocupar la vacante.
Aunque no faltaron los jóvenes recién egresados, típicos visitantes de esta clase de eventos, la verdad es que entre la gente podían verse demasiadas personas de entre 40 y 50 años, vestidos con su mejor traje, en espera de poder atrapar una de las vacantes.La cifra oficial, según el Seguro Social, es que se perdieron 25 empleos en Tijuana en el último año

Balas de plata
Élmer Mendoza
TusQuets


Por Daniel Salinas Basave
dsalinas@frontera.info

He aquí una novela policíaca que respeta uno a uno los cánones y cliches del estilo. Vaya, tanto purismo y ortodoxia con los mandamientos no escritos del género acaba por sorprender. Después de ese experimento rulfiano llamado Cóbraselo caro, el autor que llevó la jerga “culichi” a las grandes editoriales vuelve con Balas de plata a las policiales aguas, en donde nada como el más feliz de los peces. Definitivamente lo de este señor son las páginas rojas de los diarios. Sin grandes innovaciones y sorpresas, Élmer consigue una trama enganchadora, fuerte, llena de dinamismo y aderezada con su humor sinaloense. La iglesia ortodoxa de la novela policial sostiene como primer dogma que debe haber un muerto principal quien fungirá como eje y en torno al cual gira toda la trama y si bien en Balas de plata no hay uno sino muchos muertos, la verdad es que el hilo conductor de la novela gira en torno al cadáver de Bruno Canizalez, el misterioso y apuesto abogado que aparece asesinado con una bala de plata al principio de la novela. Pero ojo, hay un dogma tan o más importante que la existencia del muerto principal, que es el referente al detective, el gran personaje por antonomasia de toda novela negra. Ese trascendente rol, el que interpreta el actor principal de la película, lo juega aquí Edgar “El Zurdo” Mendienta con quien el narrador cumple escrupulosamente todos y cada uno de los cánones marcados para la construcción del detective. Todo detective que se de a respetar es un tipo de mediana edad, afectado por problemas personales, con un mal de amores a cuestas, cierta tendencia al trago y, sobre todo, con una vocación quijotesca a prueba de fuego Mendieta aprueba con creces cada punto del examen. Los mandamientos exigen también que haya por lo menos una mujer, de preferencia bella y enigmática y en Balas de plata lo que sobran son las chicas. Desde la ayudante del detective, hasta la bella suicida y, obvia decirlo, la mujer fatal. Misión cumplida, novela policíaca redonda. Eso sí, es preciso señalar que tanta agilidad narrativa por momentos resulta atropellada y descontrolada, al grado que los diálogos acaban por resultar confusos y bastante caóticos por la estructura continua de los párrafos. En lo personal, si tengo que elegir un libro de Élmer me quedo con Un asesino solitario, la novela debut de este narrador que a mi juicio no ha podido superar todavía, sin que ello desmerezca a Balas de plata. Eso sí, con todo y su ortodoxia y pese a los cánones predecibles, el extra lo aporta Élmer con su característico humor y su infaltable jerga de Culiacán, que son el sello de la casa y hacen que leerlo sea tan sabroso como unos camarones aguachile.

Wednesday, January 21, 2009

Desparrame al atardecer de un miércoles triste

Al final lo único que tienes es lo que has vivido y desde un tiempo para acá me siento como un enfermo desahuciado o un condenado a muerte que debe peinar el Mundo entero y devorar la Biblioteca de Alejandría antes del final. Me entristece saber que al morir habrá miles de ciudades y paisajes que jamás habré contemplado ni recorrido, un sin fin de libros buenísimos que nunca habrán caído en mis manos, mil y un secretos, descubrimientos y personas que habrán pasado de largo frente a mí. La última vez en Buenos Aires recorría obsesivamente cada calle, cada barrio y cada mañana trataba de descubrir un rincón nuevo, pero al final me he ido de ahí sabiendo que hay una infinidad de secretos de esa ciudad eterna que nunca me serán revelados.
Leo más compulsiva y obsesivamente que antes (si es que esa posibilidad cabe) como un fumador empedernido que no puede estar sin un cigarro entre sus dedos, tomo en mis manos uno o dos libros como objetos contrafóbicos, como escudos contra el vacío, puertas de escape de un mundo que me está tragando.



Me he vuelto diurno hasta la obsesión. Tengo una mente que sólo funciona por las mañanas y cada vez digiero menos la desvelada. El grueso de mi trabajo diario, lo que requiere más dosis de concentración y creatividad, trato de concretarlo antes de las 14:00. Por la tarde sólo me queda ánimo para la lectura, la conversación desconcentrada, el happening puro. De hecho, debo confesar que últimamente la caída de la noche me pone algo triste. Lo más cruel del invierno tijuanense, (con todo y su isla veraniega en pleno enero, cortesía del calentamiento global) es tener noche cerrada antes de las 17:30. Por el contrario, me gusta despertar antes del amanecer y sentir cada poro de mi cuerpo exigiendo su dosis diaria de café, la mente en ebullición, las ideas fluyendo en caravana, por momentos anárquicas y desbocadas.




Mi gran patrimonio son los recuerdos y me aterra la idea de irlo perdiendo. Obsesivo como soy de la memoria, pocas cosas me cagan más que sentir las aguas del olvido mojando ese arsenal de anécdotas. A menudo recuerdo una frase o idea con toda nitidez, pero olvido dónde la he leído o escuchado. De pronto mis recuerdos dibujan un rostro, pero el disco duro no da con el archivo donde se guarda la identidad. A veces me sucede también lo contrario; recuerdo una persona y el rol que jugó en mi vida, pero me resulta imposible construirle una cara coherente. En mi día a día, mientras recorro siniestros ministerios por las mañanas, saludo a demasiada gente de la que he olvidado absolutamente todo. Hay quien me dice que esta obsesión de retener recuerdos podría ser considerada, en términos freudianos, como un complejo de etapa anal. Retener, almacenar, crear una enorme biblioteca de recuerdos a la que poco a poco se comen las polillas. De pronto leo lo que escribí en el pasado como si fueran las palabras de otra persona. Ahí están en el cementerio del absurdo y el olvido las 30 mil notas de páginas interiores que se transformaron en papel picado, el Mito de Sísifo de una jornada de la que has olvidado absolutamente todo.

Tuesday, January 20, 2009

La Casa sigue siendo Blanca

Un cielo limpio me permite divisar con claridad la Bahía de Coronado y los edificios del centro sandieguino mientras manejo por la carretera escénica rumbo al trabajo. Son las 7:30 de la mañana, es 20 de enero y hasta la saciedad he escuchado que hoy cambia la historia de nuestros vecinos. Pienso en ello mientras contemplo el horizonte hacia el Norte, pero los Estados Unidos no parecen irradiar un brillo especial.

En el camino a Playas de Tijuana, frente al cañón Los Laureles, veo a la maquinaria trabajar incansable en la construcción del muro fronterizo. Cada mañana puedo apreciar sus avances y hoy, que en teoría se materializa la más alta expresión histórica de la igualdad de razas con la llegada de los oprimidos a la Casa Blanca, no ha sido distinto ni tendría porque serlo. Mañana tampoco pasará nada. El muro que cercena América sigue y seguirá adelante ¿Por qué habría de cancelarlo Obama? Que yo sepa no está en sus planes.

Sigo mi recorrido por la Avenida Internacional y como todas las mañanas, la línea está atascada desquiciando el tránsito del Centro a la Vía Rápida. Más de 28 mil habitantes de Tijuana hacen fila cada mañana para ir a trabajar a San Diego cargando la cruz del cruce fronterizo más lento del mundo, soportando revisiones humillantes a manos de migras déspotas. Agilizar el cruce no parece estar entre las 30 prioridades del nuevo presidente. Sigo mi camino rumbo a la Redacción y avanzo por la Vía Rápida. De reojo contemplo las oficinas del consulado estadounidense y la fila omnipresente que le da vuelta a la cuadra. Los cientos y cientos de ilusos que con el miedo y la humillación en el rostro se arriman cada mañana a pedirle al Tío Sam que por favor los deje pisar su sagrado territorio. A muchos de ellos les darán una patada en culo. Mañana será igual, pasado también.

Alguien me juró que hoy el dólar regresaría a los once pesos y que todos los mercados mundiales sonreirían, que la crisis sería un mal recuerdo y que el planeta entero se regocijaría. La Historia, es cierto, está ilustrada por símbolos y colores, pero lo simbólico raramente transforma los hechos. Con o sin Obama nuestra relación con el vecino no será más cordial ni llevadera ni se basará en una política más humana. La bilateralidad seguirá siendo una ficción, una linda utopía de cancilleres. Por el contrario, ni siquiera descarto ni me parece absolutamente descabellado que nos toque vivir otro 1847. Basta que en el Capitolio se diga que el crimen organizado controla al gobierno de México, que las corporaciones están amafiadas, que el narco es una amenaza para la pureza virginal de nuestros vecinos y venga la intervención militar preventiva. Veo más factible una invasión a la tan cacareada apertura de fronteras para empleos temporales.

Sí, quiero creer que en algo mejorará la economía del vecino, pues me parece casi una misión imposible superar la pendejez de Bush, pero al final de cuentas, con o sin Obama, Estados Unidos seguirá siendo el déspota Imperio. El color nunca ha sido garantía de tolerancia. Condoleezza Rice, en teoría, proviene de un género y una raza históricamente marginadas y ello no la hizo más humana y tolerante. En una frase Condoleezza sintetizó el monólogo autista estadounidense: -"La comunidad internacional es una ilusión".

Y bueno, si de símbolos hablamos, Obama besó y se arrodilló ante los símbolos que históricamente aplastaron a los suyos. Besó la biblia WASP, honró ex presidentes, los Bush incluidos, guardó silencio ante los crímenes de Israel. ¿Por qué habría de creer en un cambio?

Creería que Estados Unidos está sufriendo una real metamorfosis si en lugar de jurar sobre la biblia Obama hubiera jurado sobre el corán (en minúsculas que ambos libros apestan a podrido y no merecen mi respeto) Creería en un cambio si Obama se negara a jurar sobre la biblia y después de afirmar que dios no existe, jurara sobre la razón humana. Pero aparte de un IQ bastante más elevado que el de su antecesor y una evidente cuestión de pigmentación de piel, nada ha cambiado en la Casa Blanca.