Eterno Retorno

Tuesday, November 24, 2009


¿Soy un abstemio de Dios?


Al final, vuelvo a la Historia, siempre la Historia, mi vicio irrenunciable


¿Qué sería del Poder sin sus liturgias? ¿Dónde quedaría el caudillsmo sin sus sacramentos? El poder y el poderoso requieren de su liturgia para materializarse, para justificar su existencia, para conjurar su extinción.

Ser apocalíptico no significa “ser absolutamente moderno” (diría Rimbaud). A la raza humana le gusta anticipar su fin. Ver el mundo destruirse es una añeja tentación, un deseo oculto. Después de todo, formar parte de la última generación de seres humanos sobre la Tierra puede considerarse un privilegio. Millones de seres murieron mientras otros millones les sobrevivían. Generaciones de en medio, generaciones sándwich. En cambio, sólo una generación humana tendrá el orgullo de ser la última. Moriremos y nadie nos sobrevivirá. Después de nosotros, la Nada. La cuestión es que muchos siglos antes, hubo culturas que creyeron estar viviendo el fin de los tiempos. Los primeros cristianos, tan esquizofrénicos ellos (¿sólo los primeros?) creían estar viviendo en pleno Apocalipsis de San Juan. El final se acercaba, faltaba poquísimo y ellos estaban preparados . Algo me hace pensar que aquí no pasará nada. El 21 de diciembre de 2012 será un ordinario día de consumismo navideño.


De pronto, al tiempo le dio por correr. Ser adulto significa asimilar la insuficiencia de la vida. Hagas lo que hagas, la vida no te alcanzará. De pronto, me sorprendo al concebir con espantosa claridad todos los libros que nunca leeré, las ciudades por donde jamás caminaré, los mundos e historias que pasarán a mi lado sin siquiera intuirlos. Caminata ciega, ignorante de realidades paralelas; caminata en la ciudad que se derrite en mi cabeza.


Tiempo y aleatoriedad. Karma y destino. Ahora me ha dado por pensar en que alguien escribe nuestra historia muchos años después y nos estudia con un dejo de conmiseración. Absurdos, patéticamente absurdos. Efímeros e insignificantes. Esa es nuestra imagen en ese hipotético libro de historia. Sí, hay alguien que está escribiendo nuestra historia muchos años después. Ello me hace sentir el flagelo del destino. Hagamos lo que hagamos, esta historia ya está escrita. Con todo y el cadáver de Dios a cuestas, pienso en dilemas kármicos, en irrenunciables fatalidades de tragedia griega. Cada paso, por trivial e intrascendente, te llevará a tu destino y marcará el camino al que no puedes renunciar.


En Valle de las Palmas han sembrado una cápsula del tiempo. Será desenterrada en 2034, cuando aquel páramo de silencio sea una ciudad satelital de un millón de habitantes. El tiempo es un asunto que me obsesiona. Sí, me siento devorado por el Cronos de Goya. 25 años. No hay clarividencia ni oráculo y sin embargo, sabemos lo que pasará en 25 años sobre un valle donde hoy sopla el viento y deambulan aves rapaces. Donde hoy hay silencio, habrá caos, un millón de seres condenados al flagelo de ser clase baja en una tierra donde ser mexicano es algo más que una proeza. Ser mexicano es una prueba de resistencia. Imaginé los miles de hogares, los infiernos individuales de barrio proletario conformados por gente que aún no nace. Pero más allá del factor social, lo que me obsesiona es el tiempo. Transformarse en pasado es el gran karma. Imaginé cómo nos verán en 25 años y me sentí inmensamente obsoleto, el colmo del absurdo, cómico o tragicómico. Habríamos ese día 50 o acaso 100 personas. ¿Cuántas viviremos dentro de 25 años? ¿Habremos muerto todos? Siempre llega un día en que todos los integrantes de una gran fotografía de grupo, dejan de existir. Pronto llega el día en que muere el primero y algún día, inevitablemente, se extinguirá el úlitmo.


Al estar parado frente a la bandera, escuchando el Himno Nacional y el Canto a Baja California tuve plena conciencia del inmenso absurdo que significa festejar la Revolución Mexicana en este momento. ¿Justicia social? De por sí, es ya un contrasentido enorme que Acción Nacional festeje el movimiento que legó a México todo lo que en su momento ellos combatieron con furia. ¿O acaso se han convertido en parte de la Revolución institucionalizada también? Sí, podrías decirme que Gómez Morín y González Luna son caudillos culturales emergidos indirectamente de la Revolución Mexicana, pero lo que ese millón de muertos le heredó al país, fue Calles y su maximato, su revolución institucionalizada en partido de estado. Demasiado plomo mal gastado en cuerpos innecesarios. Un día, los espíritus se comunicaron con el chaparrito Madero a través de la Ouija. Le dijeron que su encomienda sería tirar a don Porfirio. El chaparro abrió la jaula, liberó al tigre y la fiera se lo acabó tragando de un bocado. Un millón de muertos para tener a cuestas los sindicatos de Pemex, el IMSS y el SNTE. Esa es nuestra herencia revolucionaria. ¿Por qué carajos la festejamos?