Eterno Retorno

Thursday, November 26, 2009




LOS MITOS DEL BICENTENARIO



Cuando Baja California se enteró de la Independencia


Por Daniel Salinas Basave


Nadie pone en duda que Miguel Hidalgo gritó muy fuerte la mañana del 16 de septiembre de 1810. Tan contundente fue su mítico y tergiversado grito, que 199 años después sigue haciendo eco en todas las plazas públicas de México en medio de un ambiente de fiesta y jolgorio popular. Sin embargo, las cuerdas vocales del cura Hidalgo no resultaron ser tan potentes como para hacerse escuchar en los confines del Virreinato de la Nueva España, acá en las lejanísimas Californias, donde al menos durante 1810, ni siquiera se enteraron de la existencia de un movimiento libertador. Mientras los “joséalfredianos” caminos de Guanajuato se teñían de sangre y “el Pípila” prendía fuego a la puerta de la Alhóndiga de Granaditas , en este lejanísimo y despoblado rincón del reino vivíamos en calma chicha, ajenos al fervor libertario y al terror realista que infestaba los pueblos del Bajío. Aunque jurisdiccionalmente esta región también formaba parte de la Nueva España, el movimiento de Hidalgo y Allende fue tan lejano y ajeno como hoy podría ser la guerra civil en República Democrática del Congo. Cuestión de imaginar las telecomunicaciones de la época y lo abismales e infranqueables que resultaban esos 3 mil kilómetros que nos separan de la capital. Si por una suerte de jugarreta humorística del eterno retorno a un cura visionario se le ocurre sublevarse contra el gobierno en 2010, sin duda tendremos cobertura en vivo y enlaces permanentes por internet. Vaya, en 2010 la Alhóndiga de Granaditas se hubiera convertido en un “reallity show”, un circo mediático interactivo como fue la Guerra de Irak. Pero hace dos siglos, los habitantes de las Californias aún gozaban de la calma para sentarse a contemplar bellos atardeceres en el Pacífico sin enterarse si a alguien se le había ocurrido proclamar la independencia de este virreinato. La historia oficial de libro de texto ignora olímpicamente las repercusiones de la Independencia en los confines del virreinato. Sin novedad en el frente, diría el parte de guerra, simplemente un aburrido “nada”, como anotó Luis XVI en su diario íntimo el 14 de julio de 1789. Cierto, los insurgentes tuvieron plena conciencia de la importancia de la difusión mediática de su movimiento y por ello fundaron el primer periódico libertario, “El Despertador Americano”, nacido en Guadalajara en 1810. El problema es que al parecer su departamento de circulación tuvo algunos problemas para poder colocar ejemplares en la Baja California. Por fortuna, hay historiadores que se han dado a la labor de investigar de qué manera repercutió el movimiento en las Californias y agradezco muchísimo que mi buen amigo Patricio Bayardo Gómez me haya hecho llegar dos valiosos textos:” El movimiento de Independencia en la lejana Baja California” de David Piñera Ramírez y “Repercusiones de la Guerra de Independencia en Baja California”, de Jorge Martínez Zepeda, editados ambos por el Instituto de Cultura de Baja California. Obras oportunísimas y esclarecedoras que inscriben a la región dentro de la geopolítica insurgente. Si bien la ruta de la Independencia estuvo lejos de pasar por Baja California, es mentira que no haya habido eco alguno por estos rumbos. Hubo sí, una historia de lo que pudo haber sido. Nos narra Piñera que estando en Guadalajara en diciembre de 1810, Hidalgo otorgó José María González Hermosillo la ardua y nada envidiable encomienda de extender la rebelión en el vasto noroeste del país. Obediente soldado, González Hermosillo fue reclutando gente en Tepic y Magdalena, hasta que en Rosario, Sinaloa le salieron al paso las fuerzas virreinales a quienes presentó batalla y derrotó. La fortuna lo abandonó en Santiago Piaxtla, cerca de Mazatlán, donde fue derrotado por el intendente Alejo García Conde, quien lo obligó a retroceder. ¿Habría cambiado la historia local de haber seguido su ruta González Hermosillo? Lo cierto es que de acuerdo a Piñera, no todo fue calma e indiferencia en Baja California, pues cuando los misioneros de la región por fin se enteraron del movimiento insurgente, no faltó quien ofreciera lanzas a las autoridades “para defensa de la religión y la patria”. Interesantísima me parece la investigación de Piñera en torno a los piratas insurgentes, bergantines de corsarios ingleses y franceses que sembraron el terror en las costas del Pacífico. En el pasado número del Informador, hablábamos en este espacio de la influencia de escoceses y yorkinos en el recién nacido México, pero omitimos referirnos a las auténticas “logias flotantes”, de las que habla Piñera, corsarios masones encabezados por el inglés Peter Corney y el francés Hipólito Bouchard, que en nombre de la independencia llegaron a la Alta California en 1818 donde cometieron saqueos. Vaya, hasta el mítico Lord Cochrane, singular prócer de la independencia chilena, envío hasta costas bajacalifornianas la fragatas Independencia y el bergantín Araucano, tripulados por chilenos y británicos que sembraron el terror en San José del Cabo y Todos los Santos en 1822, todo porque supuestamente, Baja California se negaba a jurar la Independencia, lo que finalmente ocurrió, por cierto bajo presión. Jorge Martínez Zepeda se da a la tarea de bucear en archivos documentales para reflejar la forma en que las noticias de la insurgencia repercutieron en la vida californiana. Entre otros interesantes hallazgos, Martínez Zepeda da con un parte de Francisco María de Ruiz, comandante del presidio de San Diego, quien daba noticia sobre la presencia de un extraño buque detrás de las Islas Coronado. Martínez Zepeda contradice las versiones en torno al retraso con que las noticias del centro llegaban a Baja California, pues descubrió en la correspondencia del gobernador de la Baja California José Argüello, que el 20 de noviembre de 1821 ya tenía noticia de las juras de Independencia y habla de la inicial oposición de los misioneros a jurar la separación de España. La comandancia de la Frontera de Baja California, ubicada en la misión de San Vicente del Ferrer, fue el escenario en el que el jefe militar José Manuel Ruíz encabezó el acto oficial de jura de Independencia el 16 de mayo de 1822, un día para la historia en la región. El espacio se acaba y hay tanto por narrar, que lo único que esta columna puede hacer es recomendar la lectura de las investigaciones de David Piñera Ramírez y Jorge Martínez Zepeda, pues al leerlos queda claro que en cuestión de insurgencia, hubo mucho más que un “sin novedad en el frente” en Baja California.