Eterno Retorno

Sunday, October 18, 2009



Publicada en El Informador # 3


La Conquista la hicieron los indígenas; la Independencia los españoles

Por Daniel Salinas Basave

El más rimbombante nacionalismo nos ha impuesto una versión ridículamente poética de la historia. Bajo esta visión oficialista, una nación llamada Anáhuac, poblada por sabias culturas de astrónomos, arquitectos y artesanos, es conquistada y esclavizada por el Imperio Español gracias a la superioridad técnica y militar de su ejército. Después de tres siglos de esclavitud y tiranía, esta nación logra liberarse del yugo español gracias a un heroico movimiento insurgente que acaba con el tirano. Muy bonita historia la oficial, como para envolverse en la bandera y derramar patrióticas lágrimas. Lástima que sea una historia falsa.

La realidad es que al llegar los españoles a costas mexicanas en 1517, no existía en este territorio algo parecido a una nación. Existían muchos pueblos que hablaban lenguas distintas, la mayoría sometidos al dominio del pueblo mexica. Por simple lógica matemática, una expedición de menos de 500 españoles con apenas 16 caballos no hubiera derrotado jamás a un imperio de decenas de miles de bravos guerreros. Con todo y los arcabuces, tan complicados de disparar, las pesadas armaduras y los caballos (que como hemos podido ver no eran tantos) la expedición de Hernán Cortés jamás hubiera tomado la Gran Tenochtitlán. ¿Cómo lo logró entonces? La culpa de todo la tienen los tlaxcaltecas, diría Elena Garro. Hernán Cortés supo aprovechar a su favor los pavores supersticiosos de Moctezuma y sacar partido del odio que a los mexicas profesaban sus pueblos sometidos. Por cada soldado español, hubo diez tlaxcaltecas en la caída de Tenochtitlán en 1521. ¿La conquista la hicieron los indígenas? En cierta forma. Sin tlaxcaltecas, Cortés y los suyos jamás habrían vencido a Cuauhtémoc.

Ahora bien ¿la Independencia la hicieron los españoles? Ciertamente no la hicieron los indígenas. Es verdad que hubo rebeliones étnicas durante el virreinato, siendo la del maya Jacinto Canek en Yucatán la más sonada, aunque ninguna pudo triunfar y ni siquiera hacer tambalear el gobierno peninsular. También es verdad que en sus inicios, la insurgencia tuvo carácter de revuelta popular y el “ejército” de Hidalgo estuvo compuesto por el escalafón más bajo de la pirámide social. Sin embargo, la realidad es que la Independencia de México fue en esencia un movimiento criollo. Imposible concebir las independencias latinoamericanas sin el factor de la invasión napoleónica a España y la decadencia borbona. Los factores geopolíticos de la península fueron la clave del movimiento en América.

Cuando se habla de una guerra de once años, como fue la Independencia de México, lo coherente es creer que los avances y los triunfos del bando ganador fueron graduales y progresivos. Si la Independencia se consumó en 1821, sería muy lógico pensar que para 1820 el bando insurgente tenía dominado casi todo el país y que los realistas estaban a punto de rendirse. Pero el nuestro fue un movimiento independentista sui generis y atípico. La realidad es que para 1820, el movimiento insurgente estaba casi totalmente sofocado y en el Virreinato de la Nueva España se vivían tiempos de paz. De aquellos grandes ejércitos de Morelos y Galeana que fueron capaces de poner en jaque al virrey, tan sólo sobrevivía una reducida guerrilla comandada por Vicente Guerrero aislada en las montañas del Sur, que no representaba peligro alguno para la estabilidad del virreinato, mientras que el futuro primer presidente del país, Guadalupe Victoria, yacía oculto en las profundidades de una cueva en Veracruz donde sobrevivió casi un lustro como un ermitaño. Si nos atenemos al aspecto puramente militar, debemos concluir que cuando la insurgencia fue más fuerte y tuvo reales posibilidades de derrocar al gobierno peninsular, fue en 1812 y 1813, cuando los ejércitos de José María Morelos, Hermenegildo Galeana y Mariano Matamoros, lograron controlar casi todo el Suroeste del país. Cuando Morelos es aprehendido y fusilado en 1815, el ejército virreinal había asestado una herida mortal a la insurgencia. El virrey Félix María Calleja del Rey había pacificado por completo al país. Salvo por esa fugaz y relampagueante expedición encabezada por el navarro Francisco Javier Mina en 1817, lo cierto es que de 1815 a 1820 los realistas no tuvieron mayores dolores de cabeza con los insurgentes, reducidos a aisladas guerras de guerrillas

Con un virreinato casi limpio de focos de insurgencia ¿Cómo fue posible que en menos de diez meses se consumara la caída del gobierno español? Por la simple y sencilla razón de que al ambicioso y visionario jefe del Ejército Realista, Agustín de Iturbide, “se le ocurrió” proclamar la independencia mediante el Plan de Iguala. Los jefes realistas que habían combatido a sangre y fuego a los insurgentes, de pronto se dieron cuenta que para sus intereses, era mejor cortar de una vez por todas la cadena umbilical que los unía a la España del déspota Fernando VII, que había desconocido la Constitución de Cádiz. Iturbide, que había combatido con lujo de crueldad a las tropas de Morelos, de pronto se convertía en el defensor de la Independencia. Bustamante, Santa Anna, Filisola y otros jefes realistas se adherían al Plan de Iguala. Más como un símbolo de legitimidad que como estrategia militar, Iturbide pacta con Vicente Guerrero, jefe del último reducto insurgente original. Aunque no hubo abrazo ni fue en Acatempan, la unión de Iturbide con Guerrero legitimó al Ejército Trigarante, compuesto en su mayoría por soldados realistas. La Independencia la consumaron los que originalmente la habían combatido. Guste o no a la historia oficial, Iturbide, el sanguinario cazador de insurgentes, es en los hechos el único libertador de México. Haciendo un poco de historia comparada, vale la pena señalar que Simón Bolívar, José de San Martín, Artigas, O´Higgins y los principales libertadores de América, también fueron burgueses nacidos en la aristocracia criolla y formados en el ejército español como defensores del Rey. Salvo el caso de Haití, donde una rebelión de esclavos rompió las cadenas francesas, la liberación de América fue concretada por la alta burguesía criolla y en la mayoría de los casos, los indígenas continuaron en las naciones independientes reducidos a las mismas condiciones de miseria y esclavitud disfrazada que padecían en la colonia.


¿Hubiera podido Vicente Guerrero consumar la independencia? ¿Se habría roto tan fácilmente el vínculo con España de no haber cambiado de bando Iturbide? ¿Un Fernando VII más tolerante, liberal y reformista habría podido conservar sus colonias otorgándoles mayor autonomía? La historia de lo que pudo haber sido y lo que estuvo a punto de ser, yace escrita en la imaginación.