Eterno Retorno

Tuesday, October 13, 2009


"Einmal ist keinmal". Lo que solo ocurre una vez es como si no ocurriera nunca. Si el hombre solo puede vivir una vida es como si no viviera en absoluto." "Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces, estamos clavados a la eternidad como Jesucristo a la cruz. La imagen es terrible. En el mundo del Eterno Retorno descansa sobre cada gesto el peso de una insoportable responsabilidad. Ese es el motivo por el cual Nietzsche llamó a la idea del Eterno Retorno la carga más pesada (das schwerste Gewicht). Pero si el Eterno Retorno es la carga más pesada, entonces nuestras vidas pueden aparecer, sobre ese telón de fondo, en toda su maravillosa levedad." Tan Maravillosa como lo fue en su momento la Insoportable Levedad del Ser.


Leer y viajar, dos de los placeres por los que esta vida merece la pena ser vivida, son perfectamente compatibles. Nunca leo tanto ni tan a gusto como cuando voy en un avión o cuando aguardo en la sala de un aeropuerto. Cuando leo en los trayectos de un viaje me sucede lo mismo que al oír una canción de otro tiempo que recuerda cierta época, cierto día o cierta persona. El viaje se eterniza en el libro. Las páginas guardan para siempre la esencia del lugar donde fueron leídas. Podría empezar a escribir una historia de mi lectura. Narrar las circunstancias en que leí cada libro de mi biblioteca. Y es que la lectura de una obra son muchas, muchísimas cosas. La lectura es ante todo un romance o acaso un amor furtivo. Un idilio entre el autor de la obra con ese ente anónimo imprescindible que toma en sus manos el libro y dentro de cuya alma volverá a consumarse infinitamente el milagro literario.


“Toda historia escrita, encuentra su lector. El tercero, el lector, es quien hace la diferencia. Que sean millones o uno solo da exactamente lo mismo”. Los Impacientes.

El milagro literario se consuma de esta manera, pero el fenómeno de la lectura es una obra en sí. El Quijote vuelve a reinventarse una y otra vez en la imaginación de cada uno de sus lectores, dice Borges Y si a eso le agregamos las circunstancias emocionales, geográficas y sociales en que el lector tomó en sus manos dicha obra, la reinvención es infinita. Hay libros que se leen en el momento adecuado. En mi adolescencia, por ejemplo, leí a Hesse con devoción. Algunas veces lo he releído y no ha vuelto a ser lo mismo. Me ha sucedido con otros autores. El efecto de una lectura depende de demasiadas cosas. Un mismo libro puede ser leído por una, dos o mil personas en lugares, épocas, idiomas, circunstancias radicalmente distintas. Sobra decir que su efecto, no será el mismo.


Objetos contrafóbicos


Los libros son mis objetos contrafóbicos. Son algo así como el muñequito de peluche que jamás sueltas de niño. Cuando salgo a algún lugar y no llevo conmigo un libro, tengo accesos de inestabilidad. La posibilidad de enfrentar un largo trayecto, una tediosa espera o un día incierto sin un libro en la mano, me hace sentir como un soldado sin su rifle en un campo de batalla. El spleen siempre está al acecho y la única forma de conjurarlo es con un libro. Mi vida diaria está amenazada constantemente por tiempos muertos en medio de la nada. El libro es siempre la medicina perfecta. De esta manera, desarrollo el hábito de la lectura en los sitios más improbables. Salas de espera en oficinas de funcionarios públicos, taxis, camiones, restaurantes, cantinas, bancas. Pero nada se compara a leer viajando.