Eterno Retorno

Wednesday, August 19, 2009

Un 18 de agosto, creo que de 1978, conocí el mar. Algo debo festejar este día con un chapuzón en el Pacífico.


Afuera de la Biblioteca Municipal hay tenderetes de libros baratos, casi a precio de regalo. La mayoría son ejemplares chatarra absolutamente prescindibles que abarrotaban los supermercados en los años setenta. Ahí me topé con un ejemplar titulado 1999 ¿El fin de la humanidad?
Desde niño he tenido el vicio de recorrer librerías y clavarme incluso en las contraportadas de aquellos libros que jamás compraría. Ese libro de 1999 solía verlo con cierto dejo de angustia e incredulidad allá por 1984 u 85, cuando yo era un niño de quinto de primaria. ¿De verdad se acabaría el mundo para esas fechas? 1999 era aún tan lejano, tan inalcanzable y hoy por vez primera empieza a resultarme un pasado remoto. 1999 fue el año en que nos casamos y venimos a vivir a Tijuana. La década más rápida de mi vida sin duda alguna.
Nada peor que escribir un libro apocalíptico y ponerle fecha al Armaggedon, pues corres el riesgo de verte terriblemente ridículo en unos cuantos años. Pienso ahora en la cantidad de libros que anticipan el fin de la humanidad en el 2012. ¿Se verán tan ridículos cuando algún improbable lector los encuentre refundidos en una biblioteca allá por 2032? Aún así, hoy sobran charlatanes que se dicen expertos en astrología maya. Antes deseaba con cierto fervor poder ser testigo del fin del mundo. Vengan los Jinetes del Apocalipsis, tengo ganas de saludarlos y tomarme una cerveza con ustedes, pero ahora quiero que nuestra vida se alargue un poco más. Vaya, en diciembre de 2012 el Conejito Iker Santiago estará cumpliendo apenas dos añitos y la verdad es que por jodido que esté el pedazo de mundo mierda al que lo traeremos, no me gustaría que se le acabara tan pronto.


Más palabras prófugas e insurrectas de viejos cuadernos

Siempre me seducen las dualidades, esas encarnaciones de dios y demonio, el drama de Jekyll y Hide. Después de todo, el Abraxas de Hesse tiene parte de la paternidad de mi ateísmo.


En el periodismo pasé muy pronto de ser un novato a ser un veterano. No hubo punto intermedio ni escala.


¿Hay un placer mayor a la lectura? Sí, la relectura.



Mantener un blog es para mí una reacción casi natural. Y me hace mucho bien. Es el equilibrio necesario que permite que tantas dosis de periodismo, no derrumben mi cordura en pedazos.



(Madame Edwarda) Ella encarna el exceso de Dios; es Dios revelado muerto. Claros vestigios de una feroz carnicería son sus andrajos divinos. Al final, el narrador despierta de un sueño profundo. Ante los dos cuerpos que yacen sin Dios en el interior de un taxi, queda la ironía...Sólo la ironía-




El Universo entonces vuelve a ser infinitamente extraño, un todo edificado con los fragmentos de un alfabeto incomprensible. La cordura patinando despreocupada sobre una delgada capa de hielo a punto de romperse, bajo la cual aguardan los avernos.Lejos de la falsa paz, separada por un abismo de la cadena de significados, respuestas y verdades absolutas, la razón es una cáscara de nuez que yace a la deriva flotando en un océano en tormenta. Solo entonces puedo pedirle consejos a La Muerte, cuyo aliento puedo sentir diluirse sobre mi cuello. DSB




El crimen, el deicidio, es lo que favorece la comunicación. Con Dios muerto, los hombres pueden comunicarse a través del recuerdo del asesinato que cometieron. La muerte de Dios, hemos de convenir, hizo factible la alianza entre los hombres, obligándolos a mirarse como seres absolutamente desgarrados que se comunican en la complicidad del homicidio. Situar la vida a la altura de lo imposible es a lo que aspira la experiencia espiritual ateológica. Tan necesario es el sistema, como imprescindible su parodia. (Este es Bataille)


Tiene pavor de imaginar las palabras no calculadas y de pronto, es como si su lengua se volviera insurrecta y actuara con sus propias reglas. Después de las palabras venían los actos y después, a veces mucho después, llegaban las consecuencias.Pero hasta la culpabilidad parace estar amodorrada esta mañana. Es como si el taladro que siente en la cabeza fuera capaz de extirparle todo razonamiento.



Me gusta la furtividad de nuestra playa. Me fascina esa tímida bohemia que esconde en su rostro. Lo mejor de nuestra playa es que ella no es plenamente consciente de su belleza. Por eso mismo no cabe en ella la petulancia o la mueca ensayada.



Malebolge es la palabra con la que Dante llamó al remolino del Infierno en la Divina Comedia. Un hervidero caótico y amorfo en donde los gritos de los condenados se confunden con las risotadas de los demonios.