Eterno Retorno

Friday, May 15, 2009

La primavera pospuesta con sus cuatro esquinas rotas avanza entre fantasmas y paranoias. El arte de ser decadencia alcanza estos días sus formas más sofisticadas.

En términos mediáticos, ha dejado de haber peste. La enfermedad pasó de moda, dejó de ser la Gran Puta Noticia, el gran tema de conversación. El tapabocas dejó de ser el look de temporada y sin embargo el catarro de los cerdos no parece haberse enterado y hasta donde se no se ha ido a ninguna parte. Ahora los perros y sus garrapatas, que han estado en nuestras calles desde que Tijuana existe, serán los chivos expiatorios de nuestras fobias inducidas y la incurable estupidez de una masa a la que los medios pueden llevar a tirarse de una barranca.

Ver las repugnantes caras de los candidatos a diputados hablándote desde la pantalla, parece hoy en día una broma del peor humor negro, un puñado de sal en una llaga sangrante, un escupitajo en los ojos. Por dignidad, por mínima coherencia, deberían anularse las elecciones. Hoy más que nunca me pregunto: ¿Para qué carajos queremos democracia?

Aún así, es posible seguir sonriendo. Vaya, si me apuras te diré que soy feliz. Sí, te confieso que me duele reconocer que el mundo a donde traeremos a nuestro hijo es básicamente un pedazo de mierda, pero incluso en esta manzana podrida hay islas de amor y eso es lo que nunca la faltará al Conejito.

Claro, en estas estepas sembradas de miseria brota una plaga de infiernos individuales, pero con todas sus miserias a cuestas, este mundo me ha embriagado de satisfacciones y sí, pese a todo volvería a vivir.

Hoy al medio día arrancó la Feria del Libro. Adiós a la atmósfera del Jai Alai, la desolada Revo y la atmósfera del viejo Tijuana. Sin embargo, creo que el estacionamiento de Plaza Río podrá atraer más visitantes.

En ceremonias como estas, los políticos y los seres políticamente correctos aplauden, exaltan y promueven el hábito de la lectura, aunque en realidad les repugne. Leer no es una obligación. Preferiría que estos personajes fueran brutalmente honestos y confesaran sin tapujos que leer les da una hueva insoportable. Hace unos siete años, un ex alcalde de Tijuana se definió honestamente como una persona inculta y reconoció que casi nunca lee. A mi no me quedó más que reconocer su honestidad.

¿De qué me ha servido a mí la lectura? De lo mismo que sirve masturbarse. De puro y vil hedonismo, simple búsqueda de escape y placer. La lectura no es un medio para ser más culto, más sabio o más inteligente. Cada día asimilo con mayor crudeza lo infinitamente ignorante que soy y se que moriré ignorando, sin haber comprendido un ápice del universo que me ha rodeado. La lectura no es un medio, es un fin en si mismo, una de las formas más acabadas del principio del placer. Salvo por aquellas pocas personas a las que quiero sinceramente con las que puedo hablar durante horas sin cansarme, la verdad es que la mayoría de las veces prefiero la compañía de un libro que la de un ser humano.




La pordioserez me rodea y sale al paso en cada rincón, cada vez con mayor frecuencia. Vayas a donde vayas en esta ciudad, encontrarás un adicto que te hablará de Dios antes de pedirte una moneda. Estos seres cambiaron la heroína por una droga mucho peor: Cristo. En la mayoría de los casos, son adictos a ambas. El crucificado y los opiáceos se llevan de maravilla. Pero si bien el tecato cristianizado es la forma más frecuente de pordioserez en Tijuana, la verdad es que este personaje enfrenta una agresiva competencia, pues todo mundo hace hasta lo imposible para sacarte una moneda. Para ser honesto, me intrigan más las formas de pordioserez ataviadas con el disfraz de lo políticamente correcto: donativos para iglesias de dioses ignotos, cooperaciones para organismos filantrópicos expertos en chantajes, depósitos para fundaciones internacionales de apoyo ancianos de cuatro ojos y tres cabezas, alcancías para graduaciones burguesas de octavo de kínder, redondeos en supermercados que les vienen de maravilla en su declaración de impuestos. Si diera un peso a todo aquel que me lo pide, llegaría a fin de mes con las alforjas vacías. Claro, también hay pordioseros de corbata fina que rondan siniestros ministerios mendigando un contrato de obra pública y también limosneros de frases bonitas que salen a la calle a mendigar mi voto; candidatos a diputados creo que les dicen.
El caso es que todo el mundo me pide algo y yo estoy francamente hasta la madre. Es por ello que he puesto en marcha una estrategia, misma que hasta ahora me ha dado buenos resultados. Cuando alguien se te acerca a pedirte una moneda, el 99% de las veces le dices: “ahorita no traigo”. Esa es la respuesta universal más trillada y sólo da lugar a que el pordiosero en cuestión insista. Es por ello que ahora, cada que alguien me viene a pedir una moneda para su iglesia, su fundación, su escuela, su causa perdida o su cura de heroína, yo simplemente le respondo con una pregunta: ¿Y yo por qué?