Eterno Retorno

Thursday, March 05, 2009

De esa ficción onírica llamada “el otro lado”, sólo me queda la contemplación del avance gradual y constante del muro fronterizo. Cada mañana constato como los trabajadores siguen adelante con la obra que acabará de cercenar las dos américas (¿habrá trabajadores ilegales construyendo el muro?). El otro lado se vuelve a para mí una barda oxidada, un helicóptero omnipresente y el avistamiento lejano de los edificios del centro sandieguino en los días de cielos claros. Mi visa yace durmiendo el sueño de los justos en un escondite. En todo lo que va del 2009, únicamente he cruzado una vez la frontera y lo hice para cambiar un regalo de Navidad. En los conciertos metaleros de este año (que han sido muy poquitos) me han puesto falta. Tampoco he acudido a renovar mis yacimientos de Jack Daniels. Un dólar que coquetea con los 16 pesos no es buen negocio para quien gana su sueldo en moneda mexicana. Y pensar que el arrancar el Siglo XXI el dolaruko estaba por debajo de los diez. Pronto, aquellas tardes cerveceras en el Gaslamp quedarán como anécdotas del esplendor perdido. El ritual de los conciertos marcaba que uno llegaba al centro de San Diego a media tarde para hacer una visita al Rock Bottom, que bajo mi criterio es el mejor bar del vecino condado. En ese sitio, ubicado en pleno Gaslamp, fabrican una adictiva cerveza artesanal. Cada vaso te cuesta 6.50 dólares y antes de cada tocada uno se tomaba, cuando menos, unos cuatro. Con el tipo de cambio actual, cada vaso te viene costando arriba de 100 mexicanos pesitos. O sea, que la pedita pre concierto te viene costando, por lo menos, arriba de 400 pesos, cantidad con la que pagarías 16 cervezas en el Dandy del Sur y más de 30 en algún hoyo de la Zona Norte. La fluctuación del tipo de cambio cervecero está fracturando la macroeconomía fronteriza. Tristes son las historias de la crisis. Hay lujos a los que uno debe renunciar. En 1982 yo cursaba segundo de primaria y recuerdo a tantos regios decir que el mall de Mc Allen se había transformado en un museo a donde uno iba a ver piezas que no podía ni tocar por obra y gracia de López Portillo y su pandilla. Deja Vu recesivo. Eso sí, advierto que aunque el dólar llegue a cotizarse en 30 pesos, no pienso perderme a Kreator y Exodus en mayo. En este mundo, hay causas de fuerza mayor que pueden derrotar a cualquier recesión.


Esta mala salud de hierro a veces juega malas pasadas. De pronto, la oficina se transformó en una sucursal de Los Santorales, pues alguno de esos bichos que suelen deambular en la ponzoñosa frontera entre el Invierno y la Primavera tuvo a mal atacar a varios de los que aquí trabajamos. El bicho en cuestión no quiso entender razones y no hubo tequila, té, redoxón o aderogil que lo hiciera reflexionar. Por fortuna, parece que vamos cuesta arriba. Por supuesto, hace falta mucho, muchísimo más que eso para ponerme fuera de combate. Puedo presumir y afirmar que jamás en mi vida he faltado al trabajo por enfermedad. No ha habido catarro, cruda o dolor de estómago capaz de ausentarme de un día laboral.

Hace más de diez años que no tengo que teclear un currículum, pero si tuviera que hacerlo, me ahorraría esa perorata “de mi meta es realizarme profesionalmente en un ámbito competitivo” y de más pendejadas y me limitaría a señalar cosas que a un empleador le serían de mayor utilidad. La primera sería que en diez años jamás falté al trabajo. Nunca hubo conmigo esa baquetonada de se reporto “enfermito” ni maté abuelas a diestra y siniestra. La única incapacidad que el IMSS me ha dado en toda mi vida se remonta a 1997 y fue por una fractura en un juego de futbol, en los tiempos en que trabajaba en El Norte de Monterrey. Estuve fuera de combate solo unos cuantos días y después fui a trabajar con muletas. Un segundo dato de utilidad, sería que conmigo no sucede eso de “se le pegaron las mexicanísimas sábanas”. En casa no hay reloj despertador. Es un artefacto del que puedo prescindir, pues pase lo que pase, irremediablemente despierto cuando aún está oscuro. Luego entonces, no tengo problemas de impuntualidad.