Eterno Retorno

Thursday, January 22, 2009

Balas de plata
Élmer Mendoza
TusQuets


Por Daniel Salinas Basave
dsalinas@frontera.info

He aquí una novela policíaca que respeta uno a uno los cánones y cliches del estilo. Vaya, tanto purismo y ortodoxia con los mandamientos no escritos del género acaba por sorprender. Después de ese experimento rulfiano llamado Cóbraselo caro, el autor que llevó la jerga “culichi” a las grandes editoriales vuelve con Balas de plata a las policiales aguas, en donde nada como el más feliz de los peces. Definitivamente lo de este señor son las páginas rojas de los diarios. Sin grandes innovaciones y sorpresas, Élmer consigue una trama enganchadora, fuerte, llena de dinamismo y aderezada con su humor sinaloense. La iglesia ortodoxa de la novela policial sostiene como primer dogma que debe haber un muerto principal quien fungirá como eje y en torno al cual gira toda la trama y si bien en Balas de plata no hay uno sino muchos muertos, la verdad es que el hilo conductor de la novela gira en torno al cadáver de Bruno Canizalez, el misterioso y apuesto abogado que aparece asesinado con una bala de plata al principio de la novela. Pero ojo, hay un dogma tan o más importante que la existencia del muerto principal, que es el referente al detective, el gran personaje por antonomasia de toda novela negra. Ese trascendente rol, el que interpreta el actor principal de la película, lo juega aquí Edgar “El Zurdo” Mendienta con quien el narrador cumple escrupulosamente todos y cada uno de los cánones marcados para la construcción del detective. Todo detective que se de a respetar es un tipo de mediana edad, afectado por problemas personales, con un mal de amores a cuestas, cierta tendencia al trago y, sobre todo, con una vocación quijotesca a prueba de fuego Mendieta aprueba con creces cada punto del examen. Los mandamientos exigen también que haya por lo menos una mujer, de preferencia bella y enigmática y en Balas de plata lo que sobran son las chicas. Desde la ayudante del detective, hasta la bella suicida y, obvia decirlo, la mujer fatal. Misión cumplida, novela policíaca redonda. Eso sí, es preciso señalar que tanta agilidad narrativa por momentos resulta atropellada y descontrolada, al grado que los diálogos acaban por resultar confusos y bastante caóticos por la estructura continua de los párrafos. En lo personal, si tengo que elegir un libro de Élmer me quedo con Un asesino solitario, la novela debut de este narrador que a mi juicio no ha podido superar todavía, sin que ello desmerezca a Balas de plata. Eso sí, con todo y su ortodoxia y pese a los cánones predecibles, el extra lo aporta Élmer con su característico humor y su infaltable jerga de Culiacán, que son el sello de la casa y hacen que leerlo sea tan sabroso como unos camarones aguachile.