Eterno Retorno

Tuesday, November 04, 2008

Hay días que por su coyuntura noticiosa están destinados a quedar grabados en la memoria por el resto de tu vida. Digamos que no son días sumamente especiales en tu universo personal, pero en esta sociedad de bombardeo mediático estás sujeto a ser acribillado por ráfagas de noticias a cada momento y de pronto, en cuestión de minutos, tienes a 20 mil pendejos hablando del mismo tema, simulando ser expertos y estar demasiado enterados. En México todos los adultos nos acordamos de lo que estábamos haciendo la tarde-noche del 23 de marzo de 1994. Sin duda dentro de muchísimos años (si es que vivimos) nos acordaremos de este intenso 4 de noviembre de 2008. ¿Un día para la historia? Definitivamente.

Puedo apostar que esta mañana todos los periódicos de México teníamos ya lista y diseñada la que sería nuestra portada del día siguiente. En cualquier día del año, por aburrido e intrascendente que sea, en todo diario tienes más o menos definido 24 horas antes lo que publicarás como portada. Vaya, generalmente tienes un reportaje de reserva, mismo que vuelve a la banca en caso de que ese día ocurra algo con el “punch” suficiente como para ser tu nota de ocho. En realidad en Tijuana hace mucho que no vivimos un día de 0-0 noticioso, pues desde hace un tiempo que en esta ciudad no juntamos 24 horas sin un crimen de alto impacto. Ayer tan solo hubo nueve ejecuciones (nada nuevo ya) seis de ellos fusilados en una bodega en Otay. Este día, al menos hasta esta hora, van cinco, además de un atentado contra el subprocurador de Justicia (y sobre la Vía Rápida ya oigo la sinfonía nocturna de sirenas desesperadas, pues al parecer hay policías heridos en una balacera, además de un ejecutado adentro del cine Minarete).

Sin embargo, todo hacía pensar que pasara lo que pasara, nuestra portada de mañana ya estaba más que definida. Digamos que no todos los días tu poderoso y ricachón vecino celebra sus elecciones y hasta donde tengo entendido, no es cosa del diario que un negrito llegue a la Casa Blanca. Nomás 219 años pasaron para que algo así ocurriera. Ante semejante escenario, es lógico que desde temprano ya tuviéremos el flamante diseño de nuestra obvia portada: “Es Obama el nuevo Presidente de EU”. Sólo podría tumbar esa cabeza un improbable triunfo de Mc Cain en el que nadie creíamos. Mc Cain entró muerto a esta campaña. Pero oh sorpresa; sucede que no todos los días se muere en este país un secretario de Gobernación. En términos noticiosos, Juan Camilo Mouriño mató a Obama en México.

Hace unos minutos regresé de casa del Cónsul de Estados Unidos en Tijuana Ronald Kramer. El diplomático encabezó una ceremonia con políticos bajacalifornianos en donde ofreció un mensaje tras la jornada electoral de su país. ¿Saben ustedes quién hablaba de Obama en la cena? Nadie en lo absoluto. El tema era Mouriño. En términos periodísticos lo de hoy fue un choque de titanes. Una noticia de alcance mundial largamente esperada y cocinada, murió a manos de una sorpresota de impacto nacional. Por lógica, en México Obama estará condenado a ser nota dos de cualquier periódico que se de a respetar. Mouriño gana el round.
Este día me interesa, sobre todo, como fenómeno periodístico. La primera gran tragedia política mexicana en la era del periodismo cibernético. Quienes den clases en las facultades de Comunicación deberían ponerlo como ejemplo. Hacía un buen rato que no veía dos headlines de este tamaño competir por la atención.


No voy a eructar teorías ni comentarios editoriales. Cuando los grandes noticiones sacuden a millones, brotan bajo las piedras los sabihondos con sus versiones exclusivas y descabelladas. Prepárense para una avalancha de mierda, de hipótesis sobre conspiraciones, últimas palabras, legados ocultos. El Gobierno Federal dirá que fue un accidente. Diez mil imbéciles con complejo de interesantes e informados dirán que fue un atentado, que lo mató Calderón, que fue AMLO, que fue el EPR, el CAF, el Teo, el Muletas, los extraterrestres, los Mapaches de Nueva Italia. Sobrarán también las plañideras, las viudas, las vestiduras rasgadas que hablarán de un joven ejemplar, de una carrera sin tacha, de un héroe que sin duda sería el futuro Presidente de México cuya carrera fue truncada por oscuros intereses. Me da una hueva insoportable pensar en soportar el cacareo que se avecina, las cantidades de superchería que empañarán la realidad.


En lo personal, me quedo con simples reflexiones.


No por estar muerto lo cubriré de alabanzas. Juan Camilo Mouriño siempre me dio mala espina. En realidad, si quieren que sea sincero, me desagradaba sumamente. Hace unos meses estuve frente a él en una conferencia con el gabinete de seguridad en el Centro de Alto Rendimiento de la UABC y mi impresión sobre su persona fue pésima. Un tipo que me generaba desconfianza.

Descarto que Mouriño hubiera sido el próximo presidente. No tuvo ni tendría los nunca los tamaños. Gobernación, de hecho, le quedaba grande.

Mouriño es el muerto mediático, pero me hace más ruido la muerte de Santiago Vasconcelos. Ojo con él, que puede ser la clave.

Y por cierto, en México nadie se muere de casualidad. La aleatoriedad rara vez asesina.

Monday, November 03, 2008

Halloween deriva del inglés All hallow´s eve y los folcloristas lo consideran una especie de carnaval anticipado. Sus raíces se remontan a los siglos VII y VI antes de Cristo cuando los celtas celebraban su Fin de Año precisamente el 31 de octubre.
Los celtas, con motivo del Shamain, creían que los muertos regresaban a la tierra y para celebrar su regreso encendían enormes hogueras y preparaban grandes cantidades de comida. Me gusta existir en un mundo donde el paganismo está vivo. Comercializado, prostituido y todo lo que ustedes quieran, pero somos y seremos siempre unos paganos incurables. Me gustan estas fechas y lo que evocan. Me gusta ver calabazas, calaveras, brujas.


Obama

Por fortuna no soy estadounidense, aunque no puedo decir que sea indiferente y me valga madre lo que pasa en la casa del vecino. No tengo ganas de emitir declaraciones de principios ni caer en politologías rancheras. La red ya está llena de sabelotodos y en este momento se están desparramando decenas de miles de pronósticos, análisis “sesudos”, teorías descabelladas con verdades absolutas sobre lo que sucederá mañana. Me ahorro la mía. Lo único que puedo decir es que de todo corazón deseo, por el bien de mis vecinos, que Obama haga buenos los pronósticos y gane de una vez por todas la presidencia para tratar de hacer olvidar estos ocho infaustos años. Quiero creer que ya nada detiene a Obama y aunque la infinita pendejez gringa todo lo puede, creo que en esta ocasión no les dará por suicidarse tres veces.


Por lo pronto, los dejo con esta reseña que escribí para La Guía. Gracias a mi amigo Hugo Fernández por este pedazo de discazo. ¿Cuál es el disco del 2008? Ufff, no lo se. Nostradamus de Judas, Formation of Damnation de Testament, el Perpetual Flame de Yngwie Malmsteen (¿les conté que fui a ver a Yngwie?) o este Black Ice de AC/DC. Motörhead, Metallica, Tiamat, Chrome Division y hasta Motley Crue me han hecho feliz en este 2008 tan atiborrado de buen Metal.

AD/DC
Black Ice
Columbia

Por Daniel Salinas Basave

Escuchar un disco de AC/DC siempre será como tomarse un vaso de Jack Daniels derechito y sin mezclas. Ojo, no es un vaso de Chivas, Buchanas o cualquier whisky “fresón”. Tampoco admite combinaciones ni rebajas de alguna especie. Es un “whiskocho” rudo, fuerte, pero eso sí, con un gran nivel de añejamiento imposible de igualar por ningún traguito mixto atiborrado de sabores artificiales. Después de ocho años ¿Qué se puede esperar de un disco de AC/DC? Se puede esperar, por fortuna, lo mismo que han hecho desde hace más de 30 años. Rock and Roll en el estado más puro, bruto y rudo. Nada de mezcolanzas ni innovaciones baratas. Aquí no hay de dos sopas y esta horda australiana nos ha dado una deliciosa y potente dosis de pan con lo mismo que nos sabe a gloria. Hay quien dice que la carrera de AC/DC es un enorme disco dividido en muchas entregas a lo largo de tres décadas y al escuchar por vez primera “Black Ice” confirmo una vez más esa teoría. AC/DC es un sello de garantía absoluta, pero no es de esas bandas que les de por experimentar o tratar de sorprender a sus seguidores. Vaya, imagínense lo absurdo que sonaría si esta reseña dijera más o menos esto: “luego de ocho años de ausencia, AC/DC regresa con un disco experimental en donde destaca la presencia de dos dj, sintetizadores, coros femeninos, pasajes atmosféricos, baladas románticas y un par de temas con un sonido a medio camino entre el hip hop y nü metal” ¿Se imaginan leyendo algún día una reseña semejante? Por fortuna, aquí sí se puede pronunciar un categórico “Nunca”, pues ha quedado claro que mientras AC/DC esté vivo, se mantendrá fiel a su papel de sumo sacerdote del rock duro y machacón y este disco es ante todo un gran homenaje al Rock and Roll como culto y estilo de vida.
A diferencia de otras bandas, de AC/DC no se puede afirmar que hayan tenido la clásica crisis de identidad “alternativa” de los 90 (como Metallica comprenderá). Los australianos, como siempre, se han mantenido en lo suyo, absolutamente ajenos al cacareo de la industria musical. De entrada, lo primero que hace “click” al tener en las manos este pedazo de “Hielo Negro” es la portada, inocultable guiño a ese clásico de clásicos llamado “Back in Black”, el álbum de luto tras la muerte de Bon Scott en 1980 luego de haber grabado esa otra obra maestra llamada “Highway to Hell”. ¿Otro regreso de negro? Basta escuchar el riff inicial con el sello de la marca Angus Young en “Rock and Roll Train” y escuchar la voz de Brian Johnson para sentirse de nuevo en territorio conocido. Sí, “Rock and Roll Train”, el primer single, es de esas canciones que nos suena a que ya la hemos escuchado mil veces y sin embargo nos prende cada vez más. Demasiado típicamente “acdciana”, harto familiar.
La segunda pieza del álbum, “Skies On Fire”, es el turno para que la bataca del Phil Rudd diga “presente” con este estilo tan a lo “Flick of the Switch”. “Big Jack” no se parece mucho que digamos a aquel clásico medio blusero llamado “The Jack”, pues esta es energía rockera desatada, con todo el sello de la casa. “Anything Goes” en cambio es un tema con olor a vieja escuela, que recuerda en mucho a la era Bon Scott, con todo y su riff juguetón y que acaso podría ser el gran tema del álbum junto con “Rock and Roll Train”. En “War Machine” el bajeo de Cliff Williams es el comandante con una cabalgata agresiva que da entrada al duelo guitarrero de los hermanos Young mientras que “Smash and Grab” es un rock and roll pegajoso. “Spoiled for a Fight” recupera la agresividad con la voz de Brian Johnson llegando a nivel de grito pelado, mientras que en “Wheels” los riffs de Malcolm y Angus alternan desquiciados. “Decibel” cumple con la cuota blusera que acarrea todo disco de AC/DC, para llegar a Stormy may Day con ese airecito de country rock. “She Likes Rock and Roll” es de esos temas tan típicos en los que Angus parece enloquecer, mientras que “Money Made” es otra de las pegadizas de coro fácil. “Rock and Roll Dream” baja bastante la intensidad con un aire más o menos tristón, si es que la palabra cabe hablando de AC/DC, aunque la energía vuelve en “Rocking all The Way”, para rematar contundente con “Black Ice”.
El resultado final de este “hielo negro” es una declaración de principios rock and rolleros, uno de los trabajos de esencia más pura, que acaso podría ser acusado de sonar absolutamente vieja escuela, aunque por fortuna en este caso no es ese “retro cool” intencional que algunos adolescentes traen tan de moda, sino el alma misma de los masters materializada en una producción endemoniada, limpiecita. ¿De verdad quieren Rock and Roll? ¿Hace falta un latigazo de energía en la vida? Black Ice es la respuesta.