Eterno Retorno

Saturday, February 16, 2008

Lo más bello del amor es que la capacidad de sorpresa nunca acaba. Y vaya que Carolina me ha sorprendido este 14 de febrero con unas botas que el mismísimo Hank Rhon envidiaría. Ahora sí que no me la esperaba. De verdad ha sido una hermosa sorpresa. Vaya sorpresota. En los matrimonios ordinarios lo normal con las esposas suele ser que regalen ropa aburrida a sus maridos, una ropa que caga tanto la madre como cuando de niño te daban una camisa en tu cumpleaños siendo que ambicionabas un juguete. Sí, lo normal para un tipo de mi edad sería vestir camisillas polo de golfista, mocasines de mierda o esos zapatos ridículos de jugador de boliche tan en boga con calcetines de cuadritos y una camisa seria, la típica ropa que usaría cualquier imbécil treintañero políticamente correcto que escucha grupillos alternativos fresas tipo coachella y busca jale en un corporativo. A la chingada. Yo odio la puta ropa formal y si algo amo es que mi mujer me regale el tipo de prendas que van conmigo. Nada mejor para un fanático enloquecido por las prendas de cuero, las chamarras, las botas y las calacas. Las botas que Carol me ha regalado para celebrar nueve años juntos van a hacer historia. This boots are made for walking…and kicking ass by the way.

Por lo demás, acaso deba recalcar que el 14 de febrero nosotros no celebramos el día ñoño de los corazones impuesto por los comerciantes, sino nueve años de vivir juntos. Desde el domingo 14 de febrero de 1999 Carolina y yo unimos nuestras vidas. No planeamos el día. Pudo ser el 15 de febrero o el 66 mil de noviembre. Fue mera casualidad. Ese día nos entregaron nuestro primer depa y ese día fundamos nuestra historia en cama común. Nueve añitos. Casi la tercera parte de mi vida. Por lo demás no tengo nada en contra de que la gente celebre el día del amor. Me gusta ver parejas felices. Si este mundo cogiera más y envidiara menos la pasaríamos mucho mejor.

A veces sueño literatura. Sí, sueño pasajes de libros. La otra vez soñé clarita una página de Juliette de Marqués de Sade y mejor ahí le paramos antes de entrar en detalles. Soñé Shakesepeare y soñé algo del salvadoreño Castellanos Moya y me soñé, como si fuera Galip y persiguiera a Ruya por Estambul.

Primera compra libresca del 2008. Ars Magica de Nerea Riesco. Cabe el riesgo de que sea un churrazo comercial pero el tema de los aquelarres de Logroño siempre me ha fascinado, la portada es seductora y por un evidente error de los esbirros de Slim, lo encontré 80 pesos más barato. Vaya, todos los ejemplares costaban 199 y uno, sin oferta de por medio ni nada, tenía precio de 119, menos el 30% aparte. Claro que la máquina lo marcó en el precio original, pero yo me puse en plan “le llamo a Profeco” y alégale a un regio necio. Total, me salí con la mía.

Es sábado, es de noche, estoy en casa de los padres de Carol, Lapuente debutó con cero a cero con las chivitas, asamos carne, bebo whiskocho y en la sala retumba Camilo Sesto (Salucita Pedro), vivir así es morir de amor. Bajo rolas, leo a Pamuk, me preparo espiritualmente para Maiden, veo la tempestad y no me arrodillo. La razón de la sinrazón.

Friday, February 15, 2008

Pasos de Gutenberg

El Imperio Otomano 1300-1650
Colin Imber
Byblos
Por Daniel Salinas Basave

Turquía está llamando y llama cada vez más fuerte. Si en este momento me preguntaran cuál es la ciudad que más deseo conocer en el mundo, la respuesta es rápida, concreta y sin ápice de duda: Estambul.
En ese espacio mítico entre Europa y Asia, bajo el puente de Gálata, en las aguas del Bósforo y del Cuerno de Oro, se han escrito algunas de las páginas más fascinantes de la humanidad.
Cómo no caer seducido ante el hechizo de Constantinopla, la sede del Imperio Romano de Oriente, capital del Imperio Bizantino, cuna de la Iglesia Ortodoxa.
Cómo no desear entrar a Santa Sofía, máxima catedral de la Iglesia Ortodoxa en la Edad Media, transformada en mezquita a partir de 1453.
Por cierto, si hay una gesta épica sobre la que no me canso de leer, es la toma de Constantinopla por los turcos el 29 de mayo de 1453.
Por lo pronto, en lo que el viaje soñado se concreta, es Orhan Pamuk quien se encarga de pasearme por las calles de Estambul a través de las páginas de su fascinante Libro Negro.
Pero paralelo al hedonismo puro que ha significado la novela del Nóbel turco, me he dado a la tarea de leer una obra que en canchas historiográficas es ambiciosa y exhaustiva como pocas: El Imperio Otomano de Colin Imber.
Desconozco si exista en idioma español una investigación tan profunda y minuciosa sobre el surgimiento, desarrollo, usos y costumbres de un imperio que algún día estuvo entre los más grandes y poderosos del planeta y que en su momento torció el rumbo de Oriente y Occidente.
Vaya, sobran publicaciones sobre Grecia, Roma y Egipto, por hablar de la Edad Antigua y mucho se ha escrito sobre los imperios británico y ruso por hablar de las edades Moderna y Contemporánea, pero el Imperio Otomano ha sido injustamente ignorado.
Se nos olvida que en su momento fue un imperio cuyo territorio abarcaba desde Bagdad hasta las puertas de Viena, que durante siglos fueron amos y señores de ese polvorín social llamado Los Balcanes (palabra turca por cierto) que controlaron Grecia, Albania, Armenia, Bulgaria y que de no haber sido por Lepanto, acaso hubieran puesto la bandera de la media luna en la Europa Occidental.
Mal que bien, desde la toma de Constantinopla en 1453 y hasta el final de la Primera Guerra Mundial en 1918, el Otomano fue un imperio que impuso su absoluta supremacía.
El de Imber es un trabajo de orfebre, de tejedor de minucias, de buceador de profundidades, un relojero total.
Lo único que lamento, es que su libro se limite al surgimiento del imperio al inicio del Siglo XIV y concluya en su esplendor, en 1650. Hubiera sido fascinante llegar a hasta los tiempos de Ataturk, de la Turquía moderna a las puertas de la Comunidad Económica Europea, pero tal vez es demasiado pedir.
Ahora bien, más que una crónica del surgimiento del Imperio Otomano, sus personajes y sus gestas épicas, estamos ante un retrato de su organización política y social.
Imber no deja cabos sueltos, pues analiza lo mismo la conformación de sultanatos, califatos, la organización jerárquica del ejército, la administración de justicia, la dinámica de la sociedad otomana, las costumbres familiares, la forma de regir las provincias, el comercio, sus técnicas de navegación. Los hechos históricos en cambio le merecen apenas menciones. La toma de Constantinopla, de la que yo esperaba un largo capítulo especial, le merece apenas unos párrafos, pero sí hay en cambio decenas de páginas para explicar la organziación política en provincias otomanas.
Aún así, debo admitir que la lectura me deja con varios sin embargos. De entrada, se trata de un trabajo que peca por momentos de un exceso de academicismo. No hay vibra ensayística y ni ápice de licencias narrativas, aunque sí una sólida investigación. Tal vez Turquía me evoca magia y aquí veo exceso de tecnicismo. Pero la verdad, si queremos acercarnos en algo a entender ese misterio llamado Turquía, el de Imber es un texto obligado.

Tuesday, February 12, 2008

BACK TO THE USA

Tío Sam ha vuelto a admitirme en su territorio con los brazos abiertos. Sí señores: Tengo nueva visa. Bueno, más bien dicho nuevas visas, pues matamos dos pajarrakos de un tiro. La visa de turista normal que caducará el 11 de febrero del 2018 y la visa de periodista que de una vez renové por aquello de las coberturas electorales en este año y lo que se pueda ofrecer (total, si me vuelven a invitar a Washington no me enojo). Tres semanas exactamente fue lo que duré confinado a este lado de la frontera y sólo puedo decir que es una sensación realmente desagradable. Por primera vez en toda mi vida estuve legalmente imposibilitado para pasar del otro lado de esa barda que todos los días contemplo. Jamás en mi existencia se me había negado la entrada a la casa vecina y la sensación de estar limitado de esa manera es pestilente. Sí, ya veo a los patrioteros con su camiseta de chivas berreando que con mi México lindo y querido les basta y sobra, pero cuando vives en la frontera y no puedes cruzarla es el equivalente a estar mutilado. Tal vez si viviera en el centro o sur de la República la cosa no sería tan grave, pero se les olvida que antes que en una ciudad vivimos en una región, en una zona fronteriza, una megalópolis que corre desde Los Ángeles a Ensenada. No soy ni he sido nunca un fan del shopping y San Diego jamás me ha seducido, pero he de confesar que apenas tuve mi nuevo documento en la mano, corrí a cruzar la línea para comprar un regalo para Carolina en VS (tenemos razones históricas reales y específicas para celebrar el 14 de febrero que van mucho más allá de la estúpida comercialidad de este día) y una botella de Black Label para brindar por este retorno a la otra mitad. Por lo pronto, la cuenta regresiva rumbo al 19 de febrero está contando.
La Gran Bestia y yo no podíamos estar separados en esta ocasión tan especial. La Doncella de Hierro no podía salir a tocar en Los Ángeles sin la presencia de su hijo más fiel.