Eterno Retorno

Friday, July 04, 2008

Acabó la Eurocopa, acabó la Libertadores y ahora hay un campo existencial en donde queda un campo de desolación. Cierto, no es todo y ni siquiera es lo más importante, pero dentro de los reinos del hedonismo, la posibilidad de disfrutar un buen partido de futbol hace más deliciosa la vida. Por fortuna todo el año es posible dar con un buen libro o escuchar un gran disco, pero no siempre se puede disfrutar de un gran juego. Vienen semanas sin futbol y después llegarán meses de futbol mediocre e intrascendente, el típico de arranque de liga. De pronto caí en la cuenta de que he visto demasiado futbol. He pasado demasiados años de mi existencia con la mirada fija en un balón que rueda por la hierba entre un mar de piernas.
Además de mi irracional enfermedad por los Tigres de la UANL, un equipo cuya directiva aborrezco y cuyos jugadores considero unos huevones y que pese a todo sigo apoyando, padezco una enfermedad por el juego en sí. Puedo entretenerme dos horas viendo un juego en una cancha de barrio o siguiendo por la tele un encuentro de dos equipos absolutamente desconocidos. Una y mil veces he postergado, cancelado y evadido compromisos y deberes universitarios, familiares y laborales con tal de no perderme un partido. He gastado dinerales en boletos de reventa, viajado cientos de kilómetros en un camión para ver un partido. Hemos estado a dos grados bajo cero en el estadio del Sparta Praga, soportando gases lacrimógenos (a las fotos me remito si alguien piensa que exagero) en el clásico de Avellaneda en la cancha de Independiente, bajo una tormenta invernal en Foxboro, enganchado siempre a este bendito vicio

Pero fuera de mi adicción patológica e incurable por el futbol, profeso una indiferencia casi absoluta por los otros deportes. El deporte gringo me genera un aburrimiento insoportable. El futbol americano puede llegar a entretenerme e incluso a veces veo las finales de conferencia y el super tazón, pero única y exclusivamente si no tengo ninguna otra cosa que hacer. El beisbol me parece el colmo de lo patético, desconozco hasta sus reglas más elementales y nunca en mi vida he visto un juego. El basquet me gustaba mucho jugarlo en la adolescencia, pero jamás me he sentado a ver un partido en la tele. Las Olimpiadas, por cierto, ni siquiera pienso verlas.



Jergas de habla hispana
www.jergasdehablahispana.org
Roxana Fitch

Por Daniel Salinas Basave
dsalinas@frontera.info

En los más de ocho años de existencia que tiene la columna Pasos de Gutenberg, esta es la primera vez y acaso sea la única, en que se reseña un diccionario. En este espacio se ha hablado sobre todo de novelas, cuentos, ensayos, periodismo narrativo y un poquito de poesía de vez en cuando, pero jamás se había incluido un diccionario. Claro, se podría decir que un diccionario es una herramienta, un libro utilitario, pero no una lectura de deleite y placer. Sin embargo, debo confesar que con “Jergas de habla hispana” he pasado momentos muy entretenidos comparando expresiones y descubriendo términos que van de lo impronunciable a lo cómico. Después de todo, a la hora de escuchar y tratar de entender la lengua del barrio de un país extranjero de habla hispana, el asunto puede resultar tan complicado como sucedería en un viaje a un país de una lengua distinta.
Antes de iniciar con la reseña de este diccionario, hagamos una prueba y analicemos estas oraciones.
Un hondureño diría: “Este guaro está macizo, me gusta grueso”, pero un español lo expresará de esta forma: “La priva está que te pasas, mola por un tubo”, mientras que un chileno lo dejaría en “El copete está chacal, me cae del uno”. El argentino lo pronunciará: “Este chupi la rompe, a mí me recopa” y un uruguayo se contentaría con decir: “Este escabio está de la planta, me cabe”. Lo increíble del asunto, es que estas cinco oraciones, pronunciadas todas en español, quieren decir exactamente lo mismo: “Este trago está bueno, me gusta”. Un gramático tradicional de la Real Academia de la Lengua dirá que el idioma de Cervantes es uno solo, pero queda claro que aún dentro del castellano, hay decenas de formas de expresar una misma idea. La jerga o el “slang”, la lengua viva de la calle, la que corre libre fuera de documentos oficiales y discursos formales, es en la cultura hispanoamericana tan rica como diversa y contrastante.
La autora de este diccionario, quien se tomó el trabajo de compilar esta obra monumental es la tijuanense Roxana Fitch. De hecho se puede afirmar que ``Jergas de Habla Hispana´´ es una obra concebida y creada en Tijuana para el mundo. Lo más interesante del caso, es que personal de la Real Academia Española se ha interesado en la obra de la tijuanense para usarla como base en la creación del Diccionario Académico de Americanismos cuya presentación se hará en el V Congreso Internacional de la Lengua Española a celebrarse en Valparaíso Chile en marzo del 2010.
El diccionario creado por Fitch, académica nacida en Tijuana quien actualmente reside en Bolonia Italia, incluye las variantes dialectales y coloquiales de todos los países de habla hispana.
El diccionario también se encuentra disponible para consulta en red a través del sitio web www.jergasdehablahispana.org. mismo que es actualizado cada mes con un promedio de cien nuevos términos.