Eterno Retorno

Wednesday, June 18, 2008

Esto de mirar jinetes del Apocalipsis cruzando por la esquina de tu casa no es nada nuevo. Tengo vagos recuerdos infantiles del horror reflejado en las conversaciones adultas allá por 1982 y aún puedo sentir las heladas mañanas de enero de 1995 cuando era un estudiante de Derecho que racionaba hasta el último centavo en la bolsa e imaginaba que la hecatombe nacional se produciría en cuestión de horas.

No somos principiantes en el arte de sufrir. La gran mayoría de los que vivimos en este país y tenemos cierta edad hemos hecho un doctorado en supervivencia en tiempos de crisis. 2008, ya lo he dicho, apesta a funesto presagio. Lo anticipé desde el otoño de 2007, cuando los días se volvían cada vez más cortos y Morris yacía en su lecho mortal. Y no, no han sido días infelices, ni deprimentes los del 2008. De hecho la he pasado bastante bien en algunos momentos, cantando felizmente mientras escucho sobre la caída de las Afores, los estragos del Ietu, la escasez de granos, los terremotos e inundaciones y esas catástrofes siempre tan lejanas a nosotros, al menos más lejanas que el último secuestro, los dos muertos del día y el último negocio quebrado.

Pero no, a veces ni lo que pasa en la esquina de mi casa me quita el sueño.
El domingo 8 de junio, mientras nosotros (y varios cientos de tijuanenses) bebíamos Nebbiolo alegremente en medio del festival de la Paella y el Vino en la Revu, estaban matando a ocho personas en distintas partes de la ciudad y no por ello el trago me supo más amargo.

El fantasma está ahí, al acecho. No se duerme ni se va y su funesta sombra se proyecta siniestra sobre nosotros. Mientras tanto juego a que no pasa nada y aparento ser deliciosamente frívolo, aunque a veces siento que estamos cagando sobre un mar de dientes cada vez más afilados. El mundo como un cadáver leproso desmembrándose lentamente y Tijuana como un fruto podrido donde los gusanos intentan extraer hasta la última gota. Por lo pronto, preparemos el paladar y las papilas gustativas para disfrutar la mierda que tendremos que comer.

Escasez

¿Una probadita de eso que llamamos escasez? Tijuana, Rosarito y Ensenada yacen colapsados por la carencia de diesel. Filas de kilómetros y compras de pánico en las gasolineras. Dentro de pocas horas no habrá una sola gota, si es que aún queda alguna. Traileros, maquiladores, camioneros, recolectores de basura y bomberos empiezan a sentir pánico. Imagino el ya no tan lejano día en que la carencia sea de gasolina. Cuando esta tierra yerma y castigada y esos mares negros escupan de una vez por todas las últimas gotas de ese excremento llamado petróleo. Bienvenida sea la nación de peatones y ciclistas. Ojalá esté vivo para poder ver ese bello día.