Eterno Retorno

Friday, November 16, 2007

El 2008 huele a catástrofe. Será el peor de nuestras vidas. Ya lo fue en su momento 1988 para mí. Costó sangre y lágrimas, una borrachera de realidad. La vida puede ser muy cruel y 1988 me dio la bienvenida. 1988 me rajó a cuchillazos el alma. Lo que quedaba de inocencia se fue por el resumidero. Pues bien Gardelito, que 20 no son nada. Ya llegó el 2008. Por primera vez padeceré en carne propia el calvario de los que bajaron al averno en 1982. Por primera vez las crisis mexicanas dejarán de ser pesadillas en las sobremesas de adultos y cuentas en el rosario de las derrotas nacionales. Por primera vez odiar a un sistema político y desear la caída de un gobernante no será una chaqueta mental de adolescente con ínfulas rebeldes. Sólo hasta ahora te darás cuenta que la decisión de un ser, o de unos seres, a los que les pagas con tu puto impuesto, la decisión de seres que cagan, sudan, eructan y roncan como tú, puede mandarte al total y absoluto infierno. Marrano Carstens, cuando la diabetes te esté matando, cuando tu mórbida puerquez te postre en una cama y sepas que irás con tus toneladas pestilentes a una fosa, acuérdate de los millones a los que enviaste al pozo en 2008. Sí, soy periodista, lo he sido desde hace mucho tiempo, se supone que algo entiendo de estas cosas, pero por primera vez sabré lo que es amar al Diablo y a Dios en tierra ajena. Al menos el error de diciembre de 1994 llegó como el navajazo de un asaltante sagaz y nos agarró en dulce peda de posada. Golpe no avisa, pero el que viene está más que avisado y Dios no está aquí ni vendrá como grita en este momento en las bocinas el Mago de Oz. ¿Y qué mierda hacemos? Beber nuestra cerveza bostoniana, acondicionar el estudio para que mis libros luzcan bellos y haya un lugar apacible para sentarse a escribir. Aguardamos en silencio, inmóviles, como la vaca en la fila del matadero, como el condenado que aguarda la fecha en que recibirá la inyección letal. Cuentas los minutos, bebes tu cerveza y sabes que esta paz se irá muy pronto a la mierda. El cataclismo tiene a bien anunciar su visita con tiempo, fijar la fecha de la debacle. Estás desahuciado, el tumor ya está en tu cuerpo, ya te está carcomiendo, tus células ya están podridas. Estás a punto de entrar en terapia intensiva y lo único 100% seguro es que la del 1 de enero será la peor de tus crudas.

Tarde de viernes. Morris descansa en su camita, misma que he bajado a la sala para tenerlo cerca. En las bocinas retumba el King of the Grey Islands. Me gusta la voz de Robert Lowe, pero me gusta más en Solitude Aeturnus. El espíritu de Candlemass es Messiah Marcolin. Un riff denso de Doom se impregna a mi alma. Mi existencia misma se transforma en una rola Doom. La condena, la densidad de un riff eterno, pesado, funerario. La casa poco a poco se ha convertido en una zona de desastre. En realidad lo único que ha cambiado es el estudio y las persianas de madera, pero aunque la cirugía sea en un sitio tan específico, el desastre contagia todo el hogar.

Para describir lo que ha sido el aspecto de nuestro hogar en el último lustro, podría recurrir a Asterix. Toda la casa está ordenada por Carol ¿Toda? NO. Un estudio habitado por terribles libros resiste ahora y siempre al orden. Toda la casa es territorio Carolina, lo que se nota en la limpieza, la armonía, los adornos de temporada, las flores siempre renovadas. Pero el estudio es territorio Daniel y ahí reina el absoluto caos. Cerros de libros y discos han creado una selva abrupta e impenetrable. Dado que este noviembre no viajamos, la consigna fue emprender una cirugía mayor en ese territorio salvaje. Empezamos por colocar nueva loseta, labor que el buen Lalo, genio milagroso de toda chambita de construcción, plomería o electricidad, ha concluido este día. Falta instalar las nuevas persianas de madera y ya hemos estrenado el nuevo boiler eléctrico. Vacaciones de chambitas y veterinario (la salud de Morris es una velita de pastel en medio de una tormenta marina)

Ayer y antier escapadas al otro lado. La Samuel Adams nuestra de cada día y el Juanito Caminante deben ser renovados. Todo tipo de menjurjes y vitaminas surtidas en el Petco para nuestro hijo, nuevas sábanas y almohadas, pan y sopas del Vons. Nuevas garras para el closet, pantalones para la cotidiana batalla laboral, caprichos hottopiqueros, nuevas camisetas para el arsenal. Un nuevo rape, el enésimo del 2007. Ya me gustó esto de la cabeza pelada. Mis oídos oscilan entre el Doom y el Hard Core clásico. Por una parte traigo un clavo total con el Doom densote. A la par de los padrinos Candlemass y Cathedral, paso mis tardes con Electirc Wizard, Solitude Aeternus, Trouble, The Obssessed, Witchcraft, Spiritual Beggars, una dosis de Stoner con los abuelos Pentagram y Kyuss. Pero al mismo tiempo traigo un clavo con el Hard Core. Allá por 1989, mi amigo de la prepa Marco Caturegli me grabó en un caset memorex un disco que desde entonces he escuchado decenas de miles de veces: El Age of the Quarrel de los hardcoreroscrossoverianos nezayorquinos Cro Mags. He buscado el pinche cd original por cielo mar y tierra, hasta en el chopo lo busqué ahora que fui y aunque soy enemigo de la piratería, no me quedó otra que bajarlo. Siguiendo con mi vibra hardcorera, traigo el clavo con el nuevo de Agnostic Front, titulado Warriors, que trae una especie de credo harcoreano llamado for my family. Un himno al NYHC. Mientras en el DC Minor Threat y Bad Brains rompían madres, en los suburbios nezayorquenses Agnostic, Cro Mags, Youth of Today y Sick of It All daban los batacazos sagrados de una nueva religión. Aunque mi credo es y será el Heavy Metal de corte más clasicote, en mi altar siempre habrá una velita encendida al verdadero Hard Core.

Los días no duran un carajo. El invierno se aproxima. We enter Winter once Again, grita la primera frase del Blackwater Park de Opeth. El noviembre tijuanense es infinitamente triste, oscuro. Es increíble que las 17:30 ya sea noche cerrada. La niebla baja puntual, penetrante, fantasmal. El mar es de un gris oscuro. Alguien, o acaso mucha gente, me ha dicho que me saque al Diablo del corazón, pero parece que aquí ya es huésped permanente. Las mismas calles tenebrosas, los silencios alucinantes, las figuras espectrales brotan del subconsciente. La sospecha de ser un muerto, de arrojarte abismal vacío e irte flotando. Los cuervos en el horizonte, el aliento de la Muerte en tu hombro…

Pasos de Gutenberg
La otra historia de México
Juárez y Maximiliano
Armando Fuentes Aguirre
Catón
Por Daniel Salinas Basave

¿Cómo describir el deleite en estado puro? Cuando la lectura de un libro se vuelve un agasajo total, cualquier comentario sale sobrando. Dejémoslo en un librazo, así, en superlativo. Pocas veces la amenidad y la profundidad son capaces de consumar el matrimonio perfecto como ocurrió con “La otra historia de México” de Armando Fuentes Aguirre. Los millones de personas que leemos periódicos en México hemos alegrado nuestros desayunos con las columnas del popular Catón. No importa en qué parte de la República viva usted. Si es habita en Mexico y tiene la costumbre de leer el diario, apostamos doble contra sencillo a que ha leído a Catón. Es más, la apuesta va un poco más lejos: no sólo conoce usted a Catón, sino que le aseguro, sin temor a equivocarme, que disfruta bastante su lectura. “De política y cosas peores” y “Mirador”, son de esos placeres que reserva la vida cotidiana y que hacen deliciosa la lectura de un periódico. Sin embargo, he de admitir que albergué ciertas dudas a la hora de entrarle a su monumental libro de historia. Vaya, si hay un tema polémico en la Historia de México, una herida abierta que aún escupe sangre, es la Reforma y el Segundo Imperio. ¿Cómo le entraría Catón a semejante toro? ¿Qué esperar encontrar en esas 714 páginas? Pues lo que encontré fue una obra que tiene todo para transformarse en un clásico. Una obra que rebosa humanidad y es, por fortuna, huérfana de héroes pétreos. Un libro desafiante que le saca la lengua a la burocrática historia oficial que nos hicieron tragar como dogma de fe en la primaria. Ojo, no es una visión de los vencidos ni una descarada apología del conservadurismo a lo Salvador Borrego, sino la dimensión más humana de esos seres que en los libros de texto nunca dejaron de ser héroes y traidores. Sí, ya oigo el cacarear a coro de los puristas diciendo que Catón no es un historiógrafo, que no viene del Colegio de México, que no es Cosío Villegas o Luis González. La verdad, a veces he llegado a creer que si millones de mexicanos son apáticos con su historia, es porque quienes se han encargado de escribirla lo han hecho de la forma más aburrida posible. Si en este país hubiera más plumas como la de Catón escribiendo historia, sin duda habría muchos más mexicanos enamorados del tema. Su libro no es novela, ni historia novelada y ni siquiera hay licencias poéticas y sin embargo es más ameno que cualquier ficción. Juárez, Comonfort, Ocampo, Maximiliano, Carlota, Miramón, Concha Lombrado, Zaragoza desfilan por estas páginas como seres con carne, sangre y alma, con dudas e inseguridades, pasiones y debilidades. Miramón no es aquí el traidor vendepatrias de los folletos priistas, sino un patriota que amó profundamente a México. Juárez no es el ídolo incorruptible ni la virtud hecha carne, aunque tampoco el Satán comecuras de las pesadillas sinarquistas. Maximiliano no es el frívolo príncipe, sino un hombre progresista cuyo pensamiento fue tan liberal como el de Juárez. Un padrino espiritual de este gran libro, es sin duda la obra ejemplar del historiador chihuahuense José Fuentes Mares, que con libros como “Miramón el hombre” y “Juárez y los Estados Unidos” le dio la vuelta a la tortilla y derritió el bronce de los ídolos en una época en que criticar a Juárez significaba una herejía merecedora de hoguera. Estoy seguro que Catón ha sido un fiel lector de Fuentes Mares, pues la influencia del chihuahuense se nota en esta obra. Lo cierto es que "La otra historia de México" por sí sola hará escuela, romperá paradigmas, retorcerá las tripas de algún masón dogmático y sin duda hará que muchos lectores miren y quieran a su país con otros ojos y con otro corazón.