Eterno Retorno

Thursday, September 21, 2006

Corona de Muerto

La corona de muerto llegó a la casa de Arturo Rivas Vaca hace más de una semana. El subdirector de la Policía Municipal estaba condenado a muerte. Cuando las flores de la mafia han llegado a tu casa, es el equivalente a una sentencia inapelable impuesta por un tribunal. No hay recurso de escapatoria, mucho menos de perdón. Rivas Vaca tenía sobre él la condena y a donde fuera lo perseguiría. La condena fue ejecutada esta mañana. Era cuestión de días. Posiblemente las flores de la corona mortuoria aún no se han marchitado ¿Alguien tendrá el negro humor de ponerlas sobre su tumba?


Casi todos los días de mi vida paso por la carretera de Playas de Tijuana y hoy por la mañana no fue la excepción. A las 7:45 o 7:50 de la mañana pasé por el puente del Mirador y no pude menos que alegrarme por lo fluido del tráfico. Menos de 10 minutos después de haber pasado por ahí, una tormenta de balas de AK- 47 cayó sobre el sub jefe policíaco en ese lugar y el tráfico, obvia decirlo, quedó paralizado. El cuerpo de Rivas Vaca yacía sobre el pavimento con los brazos en cruz. Ante semejante lluvia de proyectiles, era lógico que un inocente que sólo pasaba por ahí saliera herido. Por fortuna la herida no fue de muerte. Los misterios de la aleatoriedad son infinitos. La trascendencia de la casualidad, esos tres minutos de más o de menos. Bastaba que hubiera tardado un poco más con el café o con el cereal, que hubiera modorreado un instante en la cama para que yo estuviera justo bajo el puente del Mirador cuando los cuernos de chivo empezaron a escupir. Hubiera tenido su lado amargo, pero también su lado buenísimo. Cierto, las tormentas de AK-47 suelen repartir plomo gratis y a lo mejor alguna gota de fierro me tocaba. Sin embargo, cargo siempre mi cámara a todas partes y haber estado ahí me hubiera permitido tomar fotos con sangre fresca. Otro capítulo más a la historia de lo que pudo haber sido. No hay que contravenir los designios de la aleatoriedad.


El sicariato no tendría sentido alguno sin sus símbolos y mensajes. La Muerte no es solo un borrador, sino un mensaje. No basta con el burdo acto de suprimir. La Muerte, ante todo, es un ritual, una liturgia. De Quincey estaría orgulloso. El Asesinato como una de las Bellas Artes tiene devotos practicantes en Tijuana. No basta con cegar la vida del individuo no deseado. El asesinato, como el acto sexual, requiere de una ceremonia. En Tijuana los sicarios se toman la molestia de ir a una florería a encargar la corona de muerto de su próxima víctima. Con todo cuidado la envían a su casa y se regodean con el pavor del condenado y sus familiares. Su elegido ya no tiene escapatoria. Ni siquiera Díaz Lerma en Suiza puede estar seguro. No se si Rivas Vaca hizo caso omiso a la corona de muerto. En cualquier caso, la sentencia lo alcanzó. La liturgia criminal tiene sus códigos. No basta con asesinar cuatro policías inoportunos que interrumpen una parranda en Rosarito. Hay que cortar sus cabezas y arrojarlas muy lejos de sus cuerpos. Cabezas en Rosarito, cuerpos en Tijuana. Al chismoso se le corta el dedo y al entrometido se le cuelga de un puente con un enorme letrero sobre su pecho: Bienvenidos a Tijuana. Cae la noche. En mis oídos suena el Blaze in the Northern Sky de los Noruegos DarkThrone, bello himno de furia y misantropía, el espíritu del Black Metal hecho carne. Perfecto soundtrack para estos días en que la Santísima Muerte, botella de mezcal en mano, se carga tremenda parranda en las calles de Tijuana. Brindemos con ella.

Tuesday, September 19, 2006

Mi colega y vecino Hugo Fernández me pide una reseña del nuevo disco de Maiden para La Guía. Siempre será un placer honrar a la terrible Doncella.

A Matter of Life and Death

Por Daniel Salinas Basave

Cuando el mundo del rock despertó, la Doncella de Hierro seguía estando ahí. Volando sobre el pantano sin ensuciarse, madurando con la dignidad de un caballero inglés en su castillo, dictando cátedra en un universo rockero al que le han sobrado réquiems de difunto y aleluyas de resurrección, Iron Maiden nos entrega su disco de estudio número catorce (sin contar siete oficiales en vivo, una buena dosis de recopilatorios, tributos y los infaltables bucaneros) No se trata de una reunión, pues nunca se han separado y su alienación ha sido más o menos estable. Tampoco se puede hablar de un regreso, pues jamás se han ido ni desintegrado. Modas nacen, se reproducen y mueren, bandas se embriagan con sus 15 minutos de fama en la tele y pasan a mejor vida cuando no han llegado ni siquiera a la pubertad. La Bestia Sagrada en cambio siempre ha estado ahí, con la frente muy en alto y la integridad que muy poca gente puede presumir en este negocio. Y es que en el rock la integridad y la dignidad pueden ser asunto de vida o muerte y Maiden lo sabe bien. No han tenido que transformarse en payasos soeces y compensar la falta de talento haciendo el ridículo en un show, como mister Ozzy Osbourne comprenderá, aunque decir esa verdad públicamente le haya costado a Maiden ser vetado del Ozz Fest por la gerente general del rock desechable, la señora Sharon Osbrourne. Tampoco han tenido que prostituir su sonido y rodearse de luminarias del pop para ser apapachados por MTV, como Metallica, Ulrich & Co. En cambio, con casi 30 años de carrera y sus integrantes rondando 50 añitos de edad bien vividos, la Doncella está lista para embarcarse en su enésimo tour mundial sin pedirle favores a nadie, con llenos asegurados en al menos 15 países.
Un nuevo disco de Iron Maiden es un acontecimiento que empieza a vivirse desde la contemplación de la portada, pues la historia de Sir Edward The Great (Eddie para los compadres) es parte del atractivo de esta banda. ?A Matter of Life and Death? nos muestra una portada bélica, agresiva, que inmediatamente gancha al contemplar a Eddie comandando un batallón de muertos vivientes sobre un tanque de guerra. Sin embargo, musicalmente ?A Matter of Life and Death? no es en absoluto un disco rudo, sino cerebral, complejo, un tanto frío. El bajo del señor Steve Harris es el hilo conductor de la obra, la columna vertebral que sostiene las tres guitarras de Murray, Gers y Smith. Futbolista al fin, fabricado en WestHam United, Harris es en Maiden el ?10? perfecto, el medio creativo y calculador que sin derrochar extravagancia, conduce a su equipo. No hay una sola canción cuya composición no sea suya, si bien muchas las comparte. La voz de Bruce Dickinson con sorprendentes cambios de tono y escalas progresivas, se encuentra en plenitud, mientras que Nicko Mc Brian, sin sudar demasiado, cumple discreto su tarea tras los tambores. Pero como dijo el carnicero, vayámonos por partes.
La primera canción es engañosa y nos hace caer en la trampa de creernos ante un disco fácil.
La hardrockera ?Different World?, de estribillo digerible y pegadizo, es la más corta del disco y la más tarareable. Desde ahora apostamos doble contra sencillo a que será la encargada de abrir los conciertos de la nueva gira, pues Maiden tiene la predecible costumbre de partir plaza en sus actuaciones con la primera canción de su último disco. Pero no hay que irnos con la finta. Esta rolita es como la sonrisa fácil de la chica en la barra de un bar que en realidad oculta a una mujer profunda y compleja. Esa complejidad se empieza a sentir con ?These Colors Don,t Run? que nos sumerge en el verdadero espíritu del álbum. Un disco que en total dura 72 minutos y en el que seis de las diez canciones duran más de siete. El intro de esta segunda rola con ese bajeo suavecito del que Steve Harris ha abusado un tanto en la nueva etapa como sexteto, deriva en riffs que cabalgan con potencia. Brighter Than a Thousand Suns de casi nueve minutos le saca jugo a la tercia de ases guitarreros apostando por el virtuosismo de Murray empujado por sus colegas Smith y Gers con solos tímidos que no degeneran en egoísmo. A partir de este momento estamos ya navegando en aguas profundas de un álbum que exige atención y varias escuchas. ?The Pilgrim? es una canción de aparente vieja escuela que acaso nos remita a los tiempos de ?Somewere in Time?, mientras que ?The Longest Day? cae en una aparente frialdad progresiva que se rompe con ?Out of Shadows?, un himno denso y potente, de lo mejor del álbum, que anticipa ?The Reincarnation of Benjamin Breeg?, tal vez la más compleja y experimental del disco. ?For the Greater Good of God?, la más larga de todas, es pura esencia Harris, una lección de libro de texto para aspirantes a bajista, misma que repite, casi en calca aunque más lenta en ?Lord of Light? (Harris, parece te has enamorado de tus intros pausados), que anticipa el enésimo cambio de ritmo con la entrada de las tres guitarras y la subida de tono de Dickinson. Si me piden que escoja una canción del disco como favorita, tal vez sea la última, ?The Legacy?, la segunda de mayor duración, una progresión cuya suave guitarra melódica de los minutos iniciales, asciende a un clímax de himno guerrero con coros y duelo de liras, para retornar en plena calma al abrevadero acústico.
Una vez que llegamos al final, queda la sensación de que este disco tiene algo más que decirnos, más de un secreto oculto por ahí que nos será revelado acaso en la séptima u octava escucha con los audífonos puestos. No estamos ante un disco complaciente y por ello no faltarán detractores que tachen su frialdad de aburrida.
Cierto, ya no son los tiempos de esa trilogía matadora integrada por ?The Number of the Beast- Peace of Mind- Powerslave?, pero Maiden, creadores de escuela e influencia de millones, no caerán en el pecado de autoplagiarse ni harán jamás el ridículo disfrazados de adolescentes. Tal vez esa dosis extra de energía y coraje haya sido sacrificada en el altar de la complejidad musical. No es el disco para gritar eufórico ?Six, six, six, the number of the beast? con una cerveza en la mano o mover la cabeza enloquecido con el riff de ?The Trooper?, pero sí la obra que nos permite apreciar la plena madurez de seis músicos capaces de darle cátedra a cualquiera. Se me hace el disco perfecto para escuchar en el carro cuando se conduce libre por una carretera, digamos la Escénica rumbo a Ensenada, en medio de un atardecer de otoño, con el volumen subido al máximo.



Mi colega Juan Carlos de la I me sugirió hacer un texto sobre la cultura del Metal para una revista de Hermosillo. Había pensado en escribir sobre el machacado tema de satanismo y rock. Al final, decidí dejar un pequeño obituario para el señor Növdveid.


Jon Nödveid y el Camino de la mano izquierda

Por Daniel Salinas Basave

La llama de las veladoras alumbra la habitación en tinieblas. Ni un destello de la tarde moribunda se infiltra por las ventanas del departamento. En las paredes se proyecta una sombra humana, pero no puede distinguirse la pistola calibre 45 que lleva en sus manos. Cae la noche en Estocolmo y el barrio de Häselby yace sumido en sepulcral silencio. La puerta del departamento lleva dos días cerrada y sólo en algún momento de la noche anterior alcanzó a escucharse la música de Wagner. Jon Nödveid, de 31 años de edad, pone el punto final a una carta. Su caligrafía delata un pulso tranquilo, sosegado. No hay dudas, nervios ni titubeos. Jon Nödveid sabe que ese 16 de agosto de 2006 se entregará a las fauces del caos cósmico o se irá, como él mismo señaló en su carta, a Transilvania. Todas y cada una de las veladoras están encendidas. Deben ser más de cien y forman un enorme pentagrama sobre el piso de madera. En el interior de la estrella de cinco puntas hay un libro. La prensa sensacionalista, tan aficionada a mentir, diría más tarde que se trataba de la Biblia Satánica de Anton LaVey, personaje a quien Nödveid siempre consideró un repugnante payaso. Ni un reportero tuvo el cuidado de investigar la procedencia del negro libro de la Misantrópica Orden Luciferina que está abierto en medio del pentagrama en donde se coloca Nödveid.

¿Qué carajos pasa por la mente de un suicida durante los cinco segundos anteriores a su muerte cuando el cañón de la pistola ya besa su paladar o sus sienes? ¿Cuáles son los pensamientos de un satanista confeso que ha decidido inmolarse en un altar de sacrificios? ¿Cómo escucha un suicida el disparo que él mismo hace? ¿Es un violento apagar de luz? Lo cierto es que esa tarde en el barrio de Häselby nadie escuchó el balazo que acabó con la existencia de Jon Nödveid, fundador y líder de la banda de Black Metal Dissection, cuyo cuerpo fue encontrado un día después.

Faltaron varios millones de discos y de dólares para que el suicidio de Jon Nödveid tuviera el 1% de la difusión que tuvo la muerte de un Ian Curtis o un Kurt Cobain. Sin embargo, en el subterráneo pandemonio donde habitan las hordas del Black-Death Metal, la noticia de la autoinmolación de este personaje caló profundo. Dissection es de esas bandas que se pueden llamar de culto. Storm of the Lights Bane de 1995, es de esos discos irrepetibles y es una piedra angular imprescindible si uno quiere entender eso que llaman Black- Death Metal. Where Dead Angels Lie y Nigths Blood son algo más que himnos a las tinieblas, un soundtrack perfecto para descender al Averno. Reinkaos fue su último disco, grabado al salir de prisión en 2005, con una alineación renovada.

Jon Nödveid estuvo relacionado con la ya histórica quema de iglesias y profanación de tumbas de 1993 en Escandinavia que dieron la vuelta al mundo e hicieron del Black Metal carne de nota roja. En 1997 fue condenado a prisión por el asesinato de un argelino homosexual. Al parecer la justicia sueca es laxa, pues le dieron únicamente siete años de calabozo y cuando dejó la cárcel, Jon se dio a la tarea de rearmar su banda y grabar un nuevo álbum. Fue precisamente en esta gira cuando el 22 de abril de 2005 los renacidos Dissection vinieron a Tijuana a tocar en el Box Underground en la que fue una de las dos únicas tocadas que han tenido en México en toda su historia. Una tocada que ha quedado para la historia.

Poco antes del suicidio ritual, había enviado cartas de despedida a su padre y a su novia, y dijo a un amigo: ?me voy fuera por mucho, mucho tiempo. Me voy a Transilvania?. A las 7:21 p.m. del miércoles, una patrulla de policía informó que un hombre había sido encontrado muerto, aparentemente víctima de las heridas autoinflingidas por un disparo.
Según la policía, alrededor de su cuerpo había un círculo de velas encendidas en forma de pentagrama. También se encontró un testamento y una nota de suicidio, ademád de un libro abierto del que falsamente se dijo era la Biblia Satánica de LaVey. Según fuentes policiales de Estocolmo, la familia del músico había sido incapaz de establecer contacto con él durante un par de días. Su padre y su novia, que recibieron una carta de despedida, se encontraban preocupados. A su padre, Anders Nödtveidt le llegó una postal en la que su hijo le pedía que contactase a varias personas y les diera las gracias por todo.Se cree que su suicidio llevaba bastante tiempo planeado.
El sacrificio de Nödveid me deja más de una pregunta rondando en la cabeza: ¿Por qué seducen las Tinieblas? ¿En qué momento se vuelven tan poderosas las voces de nuestros demonios internos? ¿Dónde está ese poderoso magnetismo ejercido por eso que los cristianos llaman Infierno? Me lo pregunto mientras escucho de madrugada el Storm of the Lights Bane e imagino el sitio donde yacen los ángeles muertos. Jon Nödveid decidió consagrarse a lo que él mismo llamó su Destino Acósmico, el Camino de la Mano Izquierda que siguió hasta el final.