Eterno Retorno

Friday, December 08, 2006

Esta Boca es mía

Boca Juniors me empezó a gustar por la camiseta. Esos colores y es franja horizontal al pecho me recordó siempre a mis amados Tigres de la UANL. Cuando el futbol argentino aún no era trasmitido en México y lo poco que nos llegaba era por la lectura de revistas y las ocasionales repeticiones, yo decidí que Boca Juniors era mi equipo. Conste que eran los años ochenta, la peor década en la historia de Boca. En aquellos años, River las ganaba todas, pero a mí ese Tigres argentino me gustaba.
Fue hasta 1996, por obra y gracia del Bendito Fox Sports, que el futbol argentino llegó con regularidad a nuestras pantallas. Desde entonces empecé a seguir con atención el futbol pampero y hoy en día la realidad es que veo más futbol de Argentina que de México. De mi país sólo sigo con atención los juegos de Tigres y las finales, pero de Argentina jamás me pierdo el Clásico del Domingo y por supuesto, ese excelente resumen llamado Futbol de Primera, toda una tradición río platense.
En noviembre del año pasado se me hizo por fin conocer el mítico estadio de la Bombonera y vaya bautizo que tuve. Un señor juegazo de cuartos de final de la Copa Sudamericana en el que los Xeneizes despacharon 4-1 a Inter de Porto Alegre. Sí, conocer la Bombonera fue una experiencia mística y orgásmica, pero debo admitir que sí hubo una dosis de desencanto al ver el papel de equipo fashion que juega Boca en la Argentina actual.

Boca es toda una marca registrada que se vende muy bien a los turistas. Sus tribunas están llenas de visitantes extranjeros que van a la Bombonera en tour, pagando boletos que un argentino promedio jamás podría pagar
Mauricio Macri, un multimillonario senador sobreviviente del menemismo, figura clásica de los 90 argentinos, un poco menos soez que Vergara aunque del estilo, es quien se ha encargado de hacer de Boca un trade mark. Nike, obvia decirlo, ha contribuido. Tiendas oficiales de Boca, tour de Boca, foto con el doble de Maradona y hasta las hijas de Bush van a la Bombonera. La cuestión es que Boca se me hizo un equipo turístico y eso le rompió un poco el aura mística del equipo de pueblo. Vaya, River Plate con todo y su aristócrata olor a Barrio Norte, se me hizo un producto un poco más auténticamente argentino. Ya no digamos los equipos de Avellaneda. Esa sí es argentinidad. El clásico de Avellaneda es punto y aparte. Los dos estadios uno a lado de otro, El Rojo y la Academia. Y aún más los equipos casi barriales que compiten en primera, como Nueva Chicago, la más pasional encarnación del barrio República de Mataderos. Nueva Chicago sostiene con Velez Sarsfield el clásico del Oeste. Liniers, casa de Velez, está a un lado de Mataderos, de la misma forma que Banfield y Lanús juegan el clásico del Sur. El Taladro y el Granate tienen su duelo a muerte.
Aún así, confieso que le guardo bastante cariño a Boca y si hace años no puedo ver a mis Tigres coronarse, al menos se me ha hecho costumbre ver una camisa azul con amarillo y franja horizontal dar muchas vueltas olímpicas. El domingo dará una más.


Aquí les dejo la reseña del libro del colega Caparrós

Boquita
Martín Caparrós
Planeta

Por Daniel Salinas Basave

Después de leerlo me quedó clarísimo: Sólo en Argentina podría escribirse un libro como Boquita. O acaso miento; tal vez sólo un hincha bostero de cepa, dueño además de una pluma endiabladamente sagaz como Martín Caparrós, pudo escribir un libro así.
Vaya, si me apuran un poco, Boquita, (y conste que no pintadas como las de Puig) puede convertirse en un clásico. Al menos dentro de las limitadas canchas de papel donde se juega el futbol transformado en buena letra, Boquita será un ineludible punto de referencia.
Para un maniaco de la literatura y el futbol como yo, la idea de leer la historia del Club Atlético Boca Juniors escrita por uno de los periodistas que más respeto, resultaba más que tentadora.
Cuando un equipo grande e histórico celebra un centenario, lo común es publicar un gran libro repleto de fotos y estadísticas.
Boca Juniors lo hizo, de la misma forma que Barcelona, Manchester United y otros gigantes del balompié. Acá en México la editorial Clío ha publicado las historias de los principales equipos de nuestro futbol, Tigres de la UANL incluido por fortuna.
Sin embargo, ni uno solo de esos libros plagados de fotos y estadísticas se parecen a Boquita. Es más, casi puedo asegurar que ningún equipo de futbol en el mundo puede presumir tener un libro así. Hasta en eso es exitoso el cuadro Xeneize. ¿Qué hace diferente a Boquita de cualquier otro libro sobre un club de futbol? Que Boquita es literatura en estado puro. Por fortuna carece de tablas estadísticas, no tiene una sola fotografía más que la de la portada y su estructura no es fría ni lineal.
A cambio, Boquita ofrece una delicia de prosa. Si se tratara de caer en el odioso encasillamiento, diría que estamos ante periodismo narrativo de alta escuela, aunque por momentos el periodista se transforma en poeta. Y es que pese a ser un señor reporterazo, Caparrós prescinde en buena medida, y por fortuna, de la objetividad indispensable para el oficio. Hay mucho cariño de pro medio y por momentos el narrador parece emocionadísimo.
No podía ser de otra manera, pues cuando se escribe sobre lo que se ama cuesta horrores ser objetivo y en el amor a los colores de un equipo o el amor a una mujer, no puede haber frialdad de por medio.
Caparrós escribe ante todo como un hincha de Boca, pero cuando lo romántico empieza a ganar terreno, surge por ahí la pincelada de imparcialidad periodística
Una visión muy simple, se limitaría a decir que este libro es la historia del Club Atlético Boca Juniors desde su fundación a cargo de inmigrantes genoveses habitantes del cenagoso y maloliente barrio de la Boca allá por 1905, hasta su transformación en trade mark y producto de exportación turística cotizado en bolsa de valores en el Siglo XXI.
Sí, es la historia del Boca y anécdotas sobre jugadores, jugadas y partidos inolvidables salpican cada una de las páginas. Pero hay también una dosis de ensayo que va más allá del equipo de futbol y estudia el fenómeno social y hasta diría religioso, llamado Boca.
La forma en que se vive el futbol en Argentina no tiene punto de comparación con el resto del mundo y la forma en que se vive el fenómeno Boca no tiene comparación en el resto de los equipos del país pampero.
Caparrós va hilando la historia del Boca a la historia del pueblo argentino en el Siglo XX.
De la mano de las pasiones que provoca esa camiseta azul con franja amarilla, Caparrós nos habla de los inmigrantes genoveses, del futbolista de barrio que muta al profesionalismo, del peronismo, de la dictadura y de la comercialización de la camiseta del equipo representante de los pobres, transformado hoy, paradójicamente, en el más rico de todos.
Boquita es la historia o el ensayo histórico de un fenómeno en donde el personaje principal no son los once jugadores de la cancha, sino el hincha que brinca en las tribunas de la Bombonera. A él está dedicado el libro y él es el personaje principal.
Si a usted no le gusta el futbol, no le haga el feo a Boquita. Es un librazo, donde hay mucho más que una pelota y once hombres de azul y amarillo.
Y si a usted le gusta el futbol, este domingo es un día excelente para hacerse de este libro, pues en el momento en que usted esté leyendo esta columna, Boca estará a punto de saltar a la cancha de la Bombonera y salvo que ocurra una auténtica tragedia y con todo y LaVolpe, este mágico equipo estará sumando una estrella más a ese escudo que ya parece vía láctea.


Dedicado a mi buen compa Chano Carrasco, el Ciruelo Eléctrico

Dime cómo te mueres y te diré quién eres, dice una frase del Laberinto de la soledad, aquel ensayo de Octavio Paz que en 1950 buscó escarbar profundo en la insuficiencia ontológica del mexicano.
56 años después, un pintor tijuanense se inspira en esas palabras para montar una exposición conceptual que tiene como eje temático la muerte en la obra del poeta de Mixcoac, laureado con el Premio Nóbel en 1990.
Cipriano Carrasco, artista plástico nacido y criado en Tijuana, cerró en el Café Revolver su exposición conformada por cuadros inspirados todos en la obra de Paz.
Yo quiero reflejar en estos cuadros la conexión entre este barrio, o sea esta vida, con el otro barrio, que sería el más allá, inspirado por la obra de Paz, concretamente por el Laberinto de la Soledad, señaló Carrasco.
Devoto de la obra de Miguel de Cervantes, de la poesía del Siglo de Oro español, de la Divina Comedia de Dante y la música de los Kinks, Carrasco ha inaugurado tres exposiciones en este año.
La primera de ellas, en la Casa de la Nueve, tenía como eje temático El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes y mostró los distintos rostros del Caballero de la Triste Figura.
La exposición quijotesca estuvo también colgada en el Jai Alai durante la Feria del Libro del 2005.
Una segunda exposición conceptual, giró en torno a la magia cabalística del número nueve, exposición en la que además rindió homenaje a la Casa de la Nueve, el lugar que tantas veces le ha abierto las puertas a sus cuadros.
Esta tercera exposición del año dedicada a la muerte y a Octavio Paz, llevó la obra de Carrasco por primera vez al Café Revolver en donde afirma encontró un público más joven.
Me da gusto acercar la obra de Octavio Paz y estas reflexiones en torno a la muerte a la gente más joven que viene al Café Revolver, gente que anda en sus veinte y tantos o que aún es adolescente y empieza a adentrarse en la obra de Paz, dijo el pintor.
Vida y muerte, risotada y dolor, paraíso e infierno, se traducen en un contraste de calientes colores como un rojo intenso que se desvanece en el frío de un gris de la misma forma que la vida humana se extingue en donde aguarda en silencio la dama de negro.
El contraste se refleja en la técnica mixta de toda la exposición que muestra acrílico en el fondo en combinación con tiza, tinta china e incluso dibujo en lápiz.
La idea es crear un margen, un contraste entre el rojo y el carmesí, con los colores fríos como el gris, dijo Carrasco.
El pintor, quien también es un melómano erudito en materia de rock y literatura, dijo que él concibe su propio trabajo como el de un artesano del Renacimiento.