Eterno Retorno

Thursday, July 06, 2006

Ni la más reñida carrera parejera de un Hipódromo o la más dramática serie de penales había regalado tanta emoción como la ofrecida por Felipe Calderón Hinojosa al remontar la ventaja de Andrés Manuel López Obrador.
¿Se acuerda usted del Mundial Corea-Japón 2002 cuando los partidos estelares de la Selección Nacional se jugaban a las 2:00 y a las 4:00 de la madrugada?
Pues bien, tal vez desde entonces no había habido tantos millones de mexicanos desvelados pegados al televisor o las páginas de internet de los periódicos siguiendo minuto a minuto los avances del conteo de actas. Demasiadas luces prendidas en la oscuridad de las colonias, algunos gritos de euforia y celebraciones espontáneas, y claro, también muchas caras de angustia en medio del insomnio. Y es que entre la modorra de la madrugada, más de un panista sin duda tuvo que pellizcarse dos veces para convencerse de que la remontada de Calderón no era un sueño, mientras que más de un perredista sin duda habrá deseado con todas sus fuerzas despertar de la pesadilla de ver como su gallo el Peje perdía la ventaja que durante toda la tarde mantuvo.
Me extraña mi repentina y enorme alegría, pero tengo la sensación de que esta madrugada México ganó y no fue en el Mundial. Hoy amanecí contento. Contentísimo en realidad. Hacía mucho tiempo que una desvelada no me sabía tan rica. He dormido a lo mucho un par de horas, pero la sonrisa de esta mañana nadie me la borra. Hasta estoy sorprendido por mi propia reacción. Yo que me mantenía con cierta distancia frente a la política nacional, me he emocionado casi tanto como cuando los Tigres anotan un gol. Después de llegar a entrever y palpar la epidemia de peste que se cernía sobre Palacio Nacional, sobreviene la calma, la sensación de que al final, como en las historias más cursis, el bien ha triunfado.
No soy panista y estoy consciente que ese partido no huele siempre a santidad, pero esta madrugada me fue imposible no sentirme aliado a ellos en la celebración.

A las 2:30 horas de Tijuana, 4:00 de la Gran Tenochtitlán, se produjo la histórica voltereta y brinqué como cuando festejas un golazo de tu equipo. Vaya, siempre mantuve la fe, pero hubo momentos en que llegué a creer que la enfermedad realmente contagiaría la silla presidencial. No hay nada mejor que celebrar una remontada de último minuto, como aquella de Manchester contra Bayer en la Final de la Champions de 1999. Tu equipo va perdiendo todo el partido y en los últimos minutos, una genialidad te resuelve el partido. El Norte del País hizo esa genialidad. En realidad estoy festejando con euforia la derrota perredista, pero aunque no soy ni he sido ni seré militante de Acción Nacional, debo admitir que también estoy festejando la victoria de Felipe. Algo me dice que será un buen Presidente. Esta madrugada me sentí panista por unos minutos.


Se bien lo que se viene. Qué otra cosa se puede esperar de los perredistas que no sea un soberano berrinche. Este pobre país está atiborrado de malos perdedores.
Las actas, sin embargo, son ya documentos definitivos que registran el conteo realizado por los ciudadanos bajo la vigilancia de representantes de los partidos políticos. Y las actas están avaladas por las firmas de estos representantes de partidos, incluidos los pobres perredistas. Pero claro, protestarán, porque pedirle a un perredista que no proteste y no haga marchas es tanto como pedirle a la vaca que no paste, a la rata que no ruña, al cerdo que no retoce en el lodo. Es su condición natural, para la que han nacido. El ruido, el bloqueo, la protesta, el ver fraudes donde no los hay. Pero háganse a la idea de una vez por todas: Amlo nunca será presidente. De cualquier manera, disfrutarán los días de protesta y bloqueo pues les servirá para evitar lo que más odian en la vida: Trabajar.

Con los perredistas hay que hacer como mi buen tío Carlitos: Ni los veo ni los oigo. Aunque bueno, debo admitir que me produce cierto morboso placer verlos sufrir las pocas veces que me digno a verlos y oírlos. Y es que la izquierda mexicana es tan divertida a veces, tan chistosa, tan capaz de arrancarme carcajadas con sus rabietas, con su forma tan poética y rimbombante de tomarse en serio. La izquierda mexicana parece predestinada al berrinche. Esa es su condición natural, donde son peces en el agua. Véanlo por el lado amable: Nunca han gobernado el país, nunca lo gobernarán y en el hipotético e improbable caso de que gobiernen, no sabrán ni como hacerlo, se pelearán entre ellos, las cámaras los captarán recibiendo maletines millonarios y se sentirán extraños, inadaptados, como peces en la arena. Es más, creo que aunque hubieran ganado hubieran protestado, porque la protesta y no la celebración es su reacción natural. El triunfo no va con ellos. Son carne y sangre de derrota y con ella les gusta embriagarse. Hoy tienen derrota de sobra para satisfacer su embriaguez. A disfrutarla pues y si quieren pueden odiarme un poquito más.