Eterno Retorno

Thursday, June 01, 2006

Deseos mundialistas

En el Mundial tengo muy claros mis deseos y mis favoritos. Mi primer deseo es que no lo gane Brasil. Ya con eso puedo darme por satisfecho. Mi otro deseo es que lo gane Argentina. ¿He sido claro?

Bueno, si lo gana República Checa, Inglaterra, Holanda o Alemania misma, también me pondría muy contento. Incluso si se lo lleva un africano para meterle un poco de variedad.

Viene la pregunta obligada ¿Qué tengo en contra de Brasil? Como país nada. Al contrario. Una nación que ama el futbol y la música, en donde el heavy metal es más fuerte que en ninguna otra parte de América, necesariamente debe ser una nación con la que me siento identificado. Todos los brasileños que he conocido son gente de lo mejor. Agradables, finos, divertidos e ingeniosos y por si fuera poco bastante cultos. Brasil es un país excepcional, pero a su selección le deseo la derrota. En terrenos futbolísticos los quiero ver perder. Me molesta que sean los favoritos indiscutibles, los consentidos de la FIFA, los queridos por la borregada.

Yo me inicié en la religión del futbol en el Mundial 86. Crecí con Argentina y Maradona y por lo tanto soy de la albiceleste a morir. Si hay algo que puede hacerme casi tan feliz como ver a Tigres ganarle a las pestilentes rayas, es ver a Argentina derrotar a Brasil. Siempre me he identificado con los argentinos y en todos los mundiales les brindo mi apoyo. Sí, a los que acusan de pedantes, de insufribles, de tramposos y cocainómanos. Ese es mi equipo señores, al que la FIFA siempre castigado con los grupos más difíciles y arbitrajes puercos. Yo no estoy con los simpáticos negritos de la verdeamarella a los que siempre les tocan grupos a modo, con selecciones de pacotilla para asegurarles que llegan sin sudar y sin despeinarse hasta cuartos de final. Yo estoy con Argentina y me la rifo a muerte con la albiceleste.


Brasileño brasileño, hay que triste que te ves
Maradona es más grande, es más grande que Pelé

El otro equipo al que le tengo prendida mi velita es a República Checa, país cuya gente y cerveza me enamoraron en el otoño de 2004. Inglaterra y Holanda siempre tendrán mi apoyo, lo mismo que Uruguay, pero ahora los charrúas no están. Ojo con Ucrania también. De México ya mejor ni hablo. Le tengo mucho cariño porque es el país donde nací y vivo, pero al Dios futbol tampoco le pido imposibles.

Auster

A diferencia de lo que me sucede con el futbol, donde mi memoria te puede recetar al instante campeones, subcampeones, finales y marcadores de cuánto torneo me pregunten, en cuestión literaria soy un ignorante en lo que se refiere al palmarés de los grandes escritores. Amo la literatura tanto como el futbol, pero los galardones en letras entran a esa zona de mi mente que está hecha de teflón y por alguna razón los olvido con facilidad. Me se sólo unos cuantos premios Nóbel y desconozco quiénes se ganan el Príncipe de Asturias o el Planeta o el Juan Rulfo y en honor a la verdad me vale madre. Las más de las veces quien gana el Nóbel suele ser un tipo que ni conozco ni me influye en lo más mínimo. Salvo los casos de Saramago y Grass, los galardonados de los últimos 10 años son tipos que me resultan indiferentes. Tal vez Coetzee y Naipul se salven, pero al actual ni lo conozco, tan es así que he olvidado su nombre.
Pues bien, ayer por primera vez en muchos años he leído que un escritor de esos que tengo en mi altarcito y cuyos libros me llevaría a las Islas Coronado cuando me exilien, se ha ganado un premiecito: Paul Auster se ha ganado el Príncipe de Asturias. Ya de dicho más de una vez que me considero austeradicto. Hasta ahora no hay un libro de este señor que me haya dejado indiferente. Me cuesta trabajo creer que Auster sea gringo y aunque mucha de sus novelas se desarrollen en Nueva York y él jamás reniegue de su gringüez, las más de las veces me parece más europeo que Proust. Algo así como una mezcla entre francés de vanguardia con europeo del Este.

Ponte la verde

No se trata de hacer olas ni de contagiar un pesimismo alarmista, pero se me hace que a Irán no vamos a ganarle. Algo me dice que el domingo 11 de junio no habrá festejos en México. Ese 5-2 de los persas contra Bosnia es para ponerse a pensar. Es un amistoso, sí, pero meterle cinco a un equipo balcánico no son enchiladas. Nomás para que se den una idea, Bosnia empató dos veces contra España en la eliminatoria. Y luego el hocico tan grande de mi amigo Lavolpe enturbiando el ambiente. Esto ya no me huele nada bien. Nunca he sido antilavolpista, pero esto empieza a saberme mal y mis pronósticos son funestos. Ojalá me equivoque como suelo equivocarme tan a menudo en pronósticos de futbol pero esto empieza a apestar a Argentina 78. Del juego contra Holanda lo más bonito fue la camiseta que sacaron los holandeses, blanca con la bandera como franja. Precioso jersey. Del segundo tiempo de los mexicanos mejor ni hablar, ni de las que nos perdonaron los delanteros holandeses. Pudo ser 4-1 sin despeinarse demasiado. Y faltan sólo nueve días para enfrentarnos contra la armada de Persia.