Eterno Retorno

Tuesday, April 18, 2006

Morris

Las vacaciones le pertenecieron a Morris. Fueron suyas de principio a fin. Por fortuna aún se encuentra entre nosotros. Su salud nos ha dado muchos sustos en los últimos días. Con catorce años de edad y afectado de un problema cardiaco, cada malestar se torna en una amenaza de proporciones incalculables.
Morris no alcanza siquiera los cinco kilos pero pesa muchísimo en nuestras vidas, bastante más de lo que cualquier persona imagina. Es una parte fundamental de nuestro hogar, un punto de equilibrio insustituible y confieso que me cuesta y aterra imaginar cómo será nuestra vida sin él. En mi caso, hace siete años que comparto vida y cama con él. En el caso de Carolina hace 14 años, exactamente la mitad de su vida, que lo tiene a su lado y al decir a su lado hablo literalmente. De no ser porque mi esposa tiene un trabajo profesional que atender a donde no es posible llevarlo, se podría decir que llevan casi una existencia de siameses. Cuando estamos en casa Morris no está nunca separado de ella. Es un perrito que necesita la cercanía y el contacto físico como una droga. Vaya, Morris no es el típico perro satelital que vive una existencia apartada en un patio bajo una casita de lámina forrada de periódicos y al que le haces, cuando mucho, un cariño desinteresado al día. Morris es en todo el sentido de la palabra un miembro de la familia que comparte cama, sala y comedor con nosotros. Duele mucho verlo con suero inyectado, yendo de un veterinario a otro, tomando medicinas que lo mantengan con vida, pero sus 14 años no nos dan otra alternativa. Aún así, quiero creer que su fuerza y tenacidad le darán para aguantar otros añitos
La Naturaleza no es tan sabia como presume. Hay especies que hacen tiempo extra sobre la Tierra y otras tantas a las que la existencia les queda a deber muchos años. La vida humana debería de ser más corta y la vida de los perros más larga. Es injusto que el promedio de vida de un can no alcance con mucha frecuencia los tres lustros. Si pudiera pedirle un deseo a la Madre Natura, sería que los perros vivieran a la par de los seres humanos


Taxistas en huelga

Estoy harto de trabajar para engordar a Pemex y a Capufe. Vivo en una carretera federal a unos 20 kilómetros de Tijuana. Ir a mi trabajo en carro significa gastar hartos litros de gasolina y pagar una puerca alcabala a Caminos y Puentes Federales por el privilegio de utilizar su inmaculado pavimento. No quiero ponerme a hacer el cálculo de cuantos miles de pesos he dejado en gasolineras y casetas de cobro. Prefiero ignorar esa cantidad. Se que con eso me hubiera comprado un carro, dado el enganche para otra casa o ido de viaje a Europa o Sudamérica. Claro, siempre está la otra opción que es desafiar los mil baches, camiones, taxis y el ya tradicional embotellamiento de Santa Fe por la libre a Rosarito, una opción que me libera del peaje, más no del gasto de gasolina (que con tanta frenada sin duda acaba siendo superior) Desde hace un tiempo traigo el carro solamente en los días que tengo guardia y salgo de la Redacción a altas horas de la noche. El resto de los días Carol me deja en Rosarito por las mañanas y tomo un taxi colectivo a Tijuana. Solamente gasto once pesitos y puedo ir leyendo placenteramente todo el camino mientras escucho los narcocorridos o las cumbias con que nos deleita el taxista. Pues bien, esta mañana llegué con todo el tiempo del mundo a tomar el taxi y cual sería mi sorpresa al ver que pasaban los minutos y ni un miserable taxi aparecía por el Bulevar. Media hora después me enteré que los taxistas de Rosarito habían hecho efectiva su amenaza de huelga. Así las cosas, esta mañana estaba cancelada toda posibilidad de ir de Rosarito a Tijuana en transporte público y quedé abonado en el Quinto Municipio. Los taxistas de Tijuana no tardan en hacer lo mismo. El costo de la gasolina en la frontera se está trepando a las nubes. Ha llegado el momento de transformarnos en una sociedad de ciclistas y peatones.